miércoles, 31 de agosto de 2011

Todos hemos comentado alguna vez que una victoria, en cualquier aspecto de la historia, había resultado una victoria pírrica, pretendiendo argumentar lo poco beneficiosa de la misma para el laureado, a pesar de su triunfo. ¿Pero de donde procede este concepto?:
La guerra entre Roma y Tarento, en 231 adC, proporciona al rey de Epiro, Pirro, la oportunidad de poner en práctica su ambicioso plan de conquistar Italia, Sicilia y África. Pirro preparaba esa acción en 295 adC, año en que llegó al trono después de envenenar a su rival Neoptólemo II. En 281 adC, al frente de un ejército de más de 25.000 soldados, Pirro desembarcó en Italia y se enfrentó a las legiones romanas de Heraclea; los romanos, aterrorizados por los elefantes de Pirro, perdieron la batalla, pero infligieron a los vencedores gravísimas pérdidas. "Una victoria más como esta y estamos perdidos", reflexionaría el monarca. Dos años más tarde, los invasores obtuvieron una segunda victoria pírrica en Ausculum, pero no lograron obligar a los romanos a firmar un tratado de paz. Entonces Pirro se trasladó a Sicilia con su ejército, y con la ayuda de los griegos sicilianos expulsó de casi toda la isla a los cartagineses. Pronto tuvo en su contra a la población, indignada por las exacciones a que era sometida por los vencedores. Poco a poco, la victoria militar se volvió para el rey de Epiro una derrota política, que le obligó a volver a Italia acompañado solo de un cuerpo de mercenarios. Una escaramuza librada cerca de Benevento le convenció de la superioridad táctica y estratégica de las legiones romanas, por lo que decidió reembarcarse. Las ciudades griegas de Sicilia, entre tanto, se habían aliado ya con Roma, que de esa manera se había asegurado el dominio sobre el sur de Italia. El rey Pirro llevó sus fuerzas a Macedonia, al norte de Grecia, y pasó luego al Peloponeso; allí, en un combate callejero registrado en Argos, Pirro encontró una oscura muerte. Su nombre serviría, en adelante, para designar a un tipo de victoria militar inútil, que termina por volverse contra el presunto vencedor. Más información en los libros.

De la pluma de Juan Valera extraemos esta reflexión:
"Aunque una nación sea grande y tenga historia gloriosa, la ignorancia y la servidumbre hacen que el pueblo olvide dicha historia y pierda el patriotismo".
De entre las noticias que hoy nos ha regalado el duende de la actualidad hay dos que a mi juicio son verdaderamente dignas de comentar. En primer lugar la valiente maniobra que ha llevado a cabo Dolores de Cospedal en Castilla la Mancha y que puede resumirse en dos puntos: el recorte en canonjías a instituciones e individuos beneficiarios del derroche nepótico socialista (los liberados sindicales, o los docentes que cada 5 años se toman un año sabático, es decir cobrando y sin trabajar, o los médicos hospitalarios que dejan las operaciones para por la tarde, fuera de jornada, para cobrarlas aparte como pluses conocidos como "peonadas", por ejemplo), por un lado y la eliminación de gastos superfluos sin justificación en tiempos de ruina, más que de crisis, por otro. La situación de la comunidad castellana es el no va más conocido de la herencia del zapaterismo en otras comunidades como Extremadura, Galicia o Canarias y no digamos nada de Cataluña, la patria del golferío nacional socialista por excelencia, y lo que puede encontrarse uno en Andalucía si algún día pudiéramos tirar de la manta.
Pero no menos preocupante es el grito islámico de triunfo que ha retumbado en las arenas del desierto libio ante el inminente triunfo tribal sobre el dictador asesino estrafalario Gadafi. Aunque todo parece indicar que en Egipto el islamismo radical (no hay otro) no ha conseguido cuajar (y digo que parece), las revueltas, nada casuales, llevadas a cabo estos meses en el mundo musulmán, de manera casi generalizada, nos hace rememorar los acontecimientos del siglo VII de nuestra era. Veamos:
Mahoma nació en el 570 en la Meca; comenzó a predicar en el 613 y murió en el 632 en Medina. Para entonces su mensaje se había extendido por todo el norte de Arabia, Palestina, Siria, Egipto y Persia. No pasó mucho tiempo para que, en el seno de aquella nueva casta se crearan dos facciones enfrentadas por ostentar el poder: los Omeyas que dominaron al principio, y los Abasidas o Abasí, que decidieron exterminar a los primeros para quitarse de en medio cualquier competidor, provocando que los primeros se vieran obligados a huir y a extenderse por el norte de África, hasta llegar al estrecho de Gibraltar. Pues bien, después de aquella forzada excursión norteafricana, 12.000 árabes y muslimes, bereberes en su mayoría, cruzaban las columnas de Hércules, y en menos de 7 años consiguieron extenderse por toda la Península Ibérica, lo cual da una idea de la cohesión del reino visigodo; y hoy día, Alá nos proteja, puede quedar al descubierto la pobre estabilidad de los gobiernos dictatoriales de las naciones musulmanas de Oriente Medio y el norte de África.
Cierto es que a todo enemigo islamita, ya sea arabio o agareno, automáticamente se le cuelga el San Benito de pertenecer a Al Qaeda, pero no es menester abonarse a esta doctrina para resultar uno de las mayores amenazas para nuestra calamitosa Europa. ¡ojito! que se van acercando y muchos ya ocupan y dominan importantes parcelas de nuestras paupérrimas sociedades occidentales.
Mi admirado Ramón y Cajal repetía:
"Hay un patriotismo infecundo y vano: el orientado hacia el pasado; otro fuerte y activo: el orientado hacia el porvenir. Entre preparar un germen y dorar un esqueleto ¿quién dudará?".

Buenas noches.

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