sábado, 17 de septiembre de 2016

Ortega y Gasset navegaba, en sus reflexiones sobre las masas, sobre que:
"La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos especialmente cualificados. La masa es el conjunto de personas no especialmente cualificadas... La muchedumbre, de pronto, se ha hecho visible y se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad... Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo -en bien o en mal- por razones especiales, sino que se siente como todo el mundo... Hoy asistimos al triunfo de una hiperdemocracia, en que la masa actúa directamente sin ley, por medio de presiones materiales, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos... ahora cree la masa que tiene derecho a imponer y dar vigor de ley a sus tópicos de café. Yo dudo que haya habido otras épocas de la historia en que la muchedumbre llegase a gobernar tan directamente como en nuestro tiempo. Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad, y lo impone dondequiera..."
Bueno no creo que haga falta más ampliación de la idea. No obstante para las víctimas de los últimos planes de estudio he de informar que Ortega y Gasset era una sola persona, no dos; fue un filósofo español de gran renombre, catedrático de metafísica y meritorio académico de la Real de Ciencias Políticas y Morales, que vivió en la primera mitad del siglo XX. Aclarado este extremo añadiré que hubo una época en que nadie, en el mundo de la cultura, en el orbe intelectual, se hubiera atrevido a llevarle la contraria, claro que eso era antes de la Rebelión de las Masas, pero ahora, cuando "todo el mundo es masa", no puedes descuidarte de la opinión de intelectos como los de Belén Esteban, de Zapatero, de Neymar, Bibiana Aido, el mismo Pedro Sánchez y toda la troupe del populismo, estalinismo o anarquismo galopante, influyente e imperante, sus adeptos y sus votantes, vamos dos terceras partes de España. Y por qué no de enajenados como Trump, Putin, Faraje o Cameron; Berlusconi... y todos los populistas, estalinistas y  anarquistas, sus adeptos y votantes del mundo occidental; al menos dos terceras partes de los habitantes de Europa y América del norte.
En todo me remito a las reflexiones de Ortega, quien en el año 1937, fecha de la primera edición de su irrepetible obra, no podía imaginarse los límites de ignorancia, cretinismo, arrogancia y coacción  que la masa ha alcanzado en el primer decenio del siguiente siglo, cabalgando sobre la mula que denominan democracia y que les es útil para toda desventura, ultraje y acometida. El mundo occidental es una enorme Gotham, sin un Batman que la redima, una Sodoma que acabará sus días de dominio corrupto bajo el fuego purificador de la necia fascinación, el fanatismo musulmán, como acabó la refinada y corrompida Roma que dobló la cerviz ante la bestialidad invasora de las tribus del norte europeo.
A raíz de la Revolución Francesa, las clases dominantes intelectualmente, la nueva nobleza burguesa, la aristocracia detentora del capital, convencidos de poder controlar las masas, dio rienda suelta a sus exigencias sociales entregándoles un juguete que llamaron democracia, algo así como dejarle a un niño un revolver cargado y las masas se rebelaron e impusieron su doctrina de taberna de arrabal, el triunfo, como Ortega proclama, de una hiperdemocracia, la imposición de la vulgaridad y -añado yo- la política más necia y antipatriótica que se ha conocido en siglo y medio en España. Del marxismo estalinista hablaremos otro día.
Ah, por cierto, José Ortega y Gasset no era fascista, fue defensor, para su desgracia, de la segunda república española, fundando con Pérez de Ayala y Marañón (estos sí son dos personas distintas) una especie de partido político al respecto, algo de lo que tuvieron que arrepentirse años después a tenor de como se produjo este indecente tiempo político.