viernes, 24 de agosto de 2012

La historia del siglo XX en España resulta muy difícil de tratar, y mucho más de sintetizar, porque las manipulaciones que se han llevado a cabo, y aún hoy (y mañana) tienen lugar, sobre la pura verdad histórica, por unos y otros, han deformado de tal manera la historia, que yo lo comparo a una pared blanca sobre la que se han pintado grafitis de manera continuada y superpuesta durante años; ya no sabe uno de que color era la pared en su origen. Y es que, queridos lectores, todavía a día de hoy, existen miles de iletrados y oportunistas que viven, (¡y como viven!) del producto mercantil que supone devorar, rumiar y regurgitar, para alimento de la ignorante ciudadanía, la historia del hombre, tal como se produjo, para bien o para mal, a lo largo del tiempo. Unos comercian con colmillos de elefantes, garras de gorila o cuernos de rinoceronte, y otros se forran con miembros putrefactos de la historia.

En fin, recordaremos hoy que Alfonso XIII comenzó a reinar, con 16 años, en 1902, un año antes de que, por fin, muriera Sabino Arana. Ya conocemos la paupérrima situación por la que atravesaba nuestro país, y, en justicia, he de añadir que el resto de Europa no se encontraba exenta de convulsiones y dificultades muy serias. Se casó el rey Alfonso XIII en 1906 con Victoria Eugénia de Battenberg, una bellísima dama miembro de la realeza británica, pero que era portadora de una enfermedad que se trasmite en herencia por las mujeres aunque la padecen los hombres: la hemofilia.

La verdad es que el rey era un buen hombre, pero marchaba de error en error; nunca quiso ver la realidad social, tal como se venía gestando, en gran parte procedente de Europa. Para empezar pretendió seguir con el sistema alternativo de gobierno entre conservadores y liberales, que tan bien le funcionó a su madre con Cánovas y Sagasta. Pero la realidad política ya era muy distinta. Existían opciones políticas, más radicales, que incluidas en el juego democrático, quizás hubieran sido más fáciles de vincular. El hambre del campesinado y mala situación de las clases bajas, la pobre industrialización y el recrudecimiento de la guerra de África, con el envío de reclutas hacia Marruecos para morir entre agrestes peñascos, proporcionó argumentos suficientes a grupos socialistas, republicanos y anarquistas, que tiempo hacía que venían agitando los ánimos en las fábricas y el campo, para echarse a la calle, llegando a provocar, en 1909, en Barcelona la quema de iglesias y conventos y una auténtica sublevación popular que obligó a la intervención del ejército.

La crisis de la Semana Trágica de Barcelona, marcó un hito en el devenir político y social de la nación. Ya, el día de su boda, Alfonso XIII y la reina sufrieron un atentado con bomba, que denotaba dos cosas que no supo entender: en primer lugar el descontento popular por la situación social y política, y en segundo lugar la provocación necesaria para que grupos extremistas de izquierdas, en plena campaña de proselitismo marxista, contaran con argumentos que esgrimir en pro de la agitación (y no solo en España).

La Primera Guerra Mundial (1914 a 1918), no detuvo la crisis en España, si acaso aplazó los momentos más trágicos de la misma. No obstante permitió exhibir el carácter bondadoso del rey español que, habiendo declarado a España país neutral en el conflicto, creó, bajo su personal tutela, la Oficina Pro Cautivos, instalada en el Palacio Real, y desde donde SM intercedió entre las potencias beligerantes, salvando la vida de decenas de miles de civiles y militares de ambos bandos. A pesar de todo las huelgas y revueltas continuaban teniendo lugar sistemáticamente en todo el país, con mayor ahínco hacia en final de la Guerra, cuando, habiéndose producido en Rusia la victoriosa revolución bolchevique, la consigna leninista era el levantamiento de las clases trabajadoras en toda Europa.

Marruecos seguía siendo el panteón de miles de españoles. Los errores militares, la corrupción en el ejército y el paupérrimo estado del material, armamento y uniformidad, conducían, una y otra vez al drama, ejemplarizado en el lamentablemente famoso desastre de Annual, de 1921, donde dejaron su vida varios miles de españoles, muchos de ellos torturados, decapitados o privados de agua y alimentos hasta la muerte, por los rifeños. En definitiva, que a Alfonso XIII se le había escapado la situación de las manos totalmente, si es que alguna vez tuvo el control, y falto de ideas y recursos apeló a una solución que habría de ser su ruina y liquidación como rey de España.



Eugenio D´Ors escribe en sus "Diálogos de la pasión meditabunda":

"El sonrojo puede ser nuestra última nobleza, cuando ya el silencio parece haber dejado de ser nuestra última y triste virtud".

Hace unos días he tenido la oportunidad de leer, en un diario de tirada nacional, la entrevista con los catedráticos de economía Jesús Fernández Villaverde y Luis Garicano en la que estos expertos aclaran una serie de principios de los que vengo advirtiendo en este blog hace mucho tiempo. Según los profesores no podemos pretender mantener a España con una economía exclusivamente basada en el turismo; esta nación no produce nada más que mala leche, habiendo abandonado desde hace décadas la potenciación de la industria que podía resultar competitiva con Europa, derivada del agro, y por supuesto una progresiva renuncia a la investigación (I+D) y a la formación y el aprovechamiento de los cerebros más cualificados. El ladrillo y la manipulación de una sociedad embriagada con el presunto estado de bienestar y la "democracia" como religión y bandera ha acabado en un lodazal social, moral y económico del país. Los anteriormente mencionados economistas han editado en el "Financial Times" una dura crítia dirigida al proyecto español del actual gobierno que ya dirigieron al de Zapatero con anterioridad. Ellos, en la actual situación española, afirman que no pasa nada por que las empresas privadas, excepcionalmente los bancos, puedan entrar en bancarrota pues ello es una de las claves del capitalismo; no es una catástrofe, como ahora nos quieren hacer ver, ya que sin esa segunda posibilidad (la otra es que una empresa prospere) entrariamos de lleno en una economía socialista "para ricos", hundiendo la eficacia y licitud del vigente sistema capitalista; intentar rescatar a las empresas arruinadas, quebradas o hundidas con dinero público es una de las mayores torpezas que puede cometerse en un sistema de libre capital en donde el empresario corre ese riesgo cuando inició la andadura de su industria o sociedad. Lo contrario es no tenener ni idea de gestión del capital y/o querer pasarle la mano por el lomo a los ideólogos de la izquierda a los que se ha invitado a jugar en un terreno "democrático" y capitalista sin exigirles ninguna renuncia a cambio. Es por ello que Garicano y Fernández Villaverde insisten en la necesidad de transformar, de corregir y renovar de inmediato la estructura del estado español para adaptarlo a las demandas de los modernos sistemas occidentales y, sobre todo, a sus auténticas caracterícticas y posibilidades socio-económicas (17 parlamentos es demasiado, no solo para la mísera España sino para cualquier estado europeo). No pueden socializarse las pérdidas, insisten, concibiendo como una injusticia que si no responde con sus bienes aquel que hizo la apuesta lo tenga que hacer el contribuyente a costa de ver como se empobrece su economía personal y el futuro de la nación entera. Y ello no queda en la obligación para las empresas privadas pues si no cumplen con lo estipulado y resultan insolventes las instituciones públicas creadas al albur de una reforma del estado que ha demostrado ser inoperante, deben cerrar o desaparecer de inmediato por el bien de la nación entera. Continúan afirmando los dos catedráticos que en España existe una extraña (yo añadiría sospechosa) coalición entre los políticos españoles (entendamos a nivel personal o a traves de los distintos partidos políticos) para proteger a una alianza de votantes influyentes para cubrirse las espaldas unos a otros; y ello queda al descubierto, cuando lo único que se le ocurre a Mariano es recortar de manera compulsiva sin entrar en reformas de calado alejándose del necesario apoyo social. Esto es preocupantemente patente entre los miles de empleados públicos, la inmensa mayoría que se ha dejado una vida entera al servicio del estado, que estan instalados en un estado anímico de apatia, hartura, indolencia, tedio y agotamiento funcional en su trabajo que mantiene ya encayada la nave de la función pública a raíz de las cabronadas que el gobierno de Rajoy está llevando a cabo con ellos. Finalmente quieren hacer notar los expertos economistas, la imperiosa necesidad de crear empleo a expensas de potenciar los servicios profesionales mediante las imprescindibles reformas. Y fíjense si son majaderos estos politicos que no aceptan como válidos los informes que un médico privado emita sobre una enfermedad de una asegurado, obligando a recabarlos de miembros de la sanidad pública que tienen demora para consulta de hasta 6 meses. Mariano no has entendido nada. Todo el gobierno del "Partido Socialista Popular" ha dado ya muestra de sus limitaciones; este limón ya no tiene más zumo. La prueba la tenemos en las paupérrimas, balbuceantes y patéticas declaraciones del ministro de interior y la vicepresidenta del gobierno en relacción con el despropósito del asesino ese vasco con cáncer. Que Dios nos coja confesados porque esta debacle no ha hecho más que empezar.

Séneca en los escritos de su "De la Vida Beata" nos asesora:

"Nada ha de huirse más que el seguir, a modo de borregos, el rebaño que va delante, marchando, no hacia donde debe, sino por donde suele. Y nada puede hacernos más daño que el guiarnos por el rumor público, creyendo lo mejor aquello que con general aplauso es acogido, sirviéndonos como ejemplo lo que abunda y guándonos, no por la razón, sino por semejanza".



Buenas noches.

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