martes, 6 de marzo de 2018

Hay que ver la afinidad que los yanquis tienen a las armas de fuego. Pero no me extraña pues en aquel territorio ya nadie se fía de que las fuerzas del orden le defiendan de los bandidos. Unas veces los de la estrella en la solapa se esconden cuando toca dar la cara; otras no llegan a tiempo, pero eso sí, llegan desplegando todo tipo de parafernalia militar; otras el FBI se equivoca en la estrategia o en la táctica (que no es lo mismo) y se la cuelan, como se la colaron el 11-S, y otras son los agentes los que apalean o matan a ciudadanos desarmados. Los habitantes de los EU de Norteamérica viven totalmente neurotizados, esquizofrenizados e histéricos pensando que el tío que se acerca por la acera en sentido contrario va a sacar una pistola y le va a levantar la tapa de los sesos, y si encima el viandante es moreno, de piel tostada, flaco y se llama Rodríguez, para qué queremos más. No es de extrañar pues todos sabemos cómo nació y creció la sociedad pistolera del país del salóon con maturranga y pianista, del medico de pueblo borracho a todas horas y el sheriff que prefiere no complicarse la vida. Y es que, a día de hoy, los yanquis están dirigidos por el Sr Trump (porque lo votaron), un industrial iletrado, un patán grosero y ordinario, un paleto  incompetente, y para colmo un bocazas, fanfarrón tabernario y teatral que ataca a sus aliados tradicionales, sin percatarse de como les ha ido a los británicos el experimento, pero que no es capaz de echar la pierna adelante cuando se le planta cara, como por ejemplo en Oriente Medio donde Rusia le ha expulsado para dominar sola el territorio, ¡Vamos! que le faltan cojones y se le nota demasiado al sheriff Donald.
Y de todo esto se han dado cuenta los más grandes criminales del planeta: en Cuba se le toma por el pito del sereno y lo asustan con ruidos infrasónicos que les produce dolor de cabeza; en Venezuela ese destello de inteligencia y democracia que es Maduro le insulta cuando quiere  y se pasa sus bloqueos por el forro... al fin y al cabo a él no le afecta, le afecta al pueblo venezolano. Y qué decir de uno de los mayores asesinos, a día de hoy el mayor peligro que puebla el planeta, porque la maldad de los homicidas y su peligrosidad no debe medirse solamente por la cantidad de muertos que provoca, sino más bien por los métodos que utiliza para infundir miedo en las gentes. Me estoy refiriendo a Putin, un criminal que en estos días nos ha dedicado un nuevo asesinato eliminando en Londres a otro contraespía y además nos amenaza con arrasarnos a todos con sus supermisiles nucleares "para que lo escuchemos"; y Trump a callar porque tiene enfrente una hiena mucho más inteligente que él. La cosa empezó con el descerebrado de  Kim jong-Un y sus amenazas misileras, sin que nada lo haya detenido, y ha seguido con el dictador ruso, y al final Jamaica le declarará la guerra al rubiales, y lo acojonará.
En fin, que sigan los norteamericanos con sus pistolas, sus metralletas y su neurosis, cada vez más encerrados en su bunker amurallado haciendo acopio de alimentos y armas por si un día..., que ya tenemos en Europa suficientes problemas propios como para preocuparnos de las estupideces de este asno. Y en las próximas elecciones volved a votarle, que para entonces Rusia será la mayor potencia militar y China la mayor potencia económica.

martes, 6 de febrero de 2018

Durante la  revolución francesa se populariza la palabra nación y durante el proceso expansivo de este movimiento sedicioso por Europa se crean las nacionalidades, principio que va extendiéndose por todo el continente a rebufo de los ejércitos revolucionarios, que van animando a los pueblos europeos a desembarazarse de sus respectivos soberanos, aunque con el ascenso de Napoleón al poder la presencia de los ejércitos imperialistas  por Europa provoca un profundo rechazo y odio al invasor, comenzando así a crearse un sentimiento de unificación de grupos poblacionales, en definitiva de coalición nacional.
Tras la caída de Napoleón el reajuste del mapa europeo correrá a cargo de las cinco grandes potencias reunidas en Viena en 1815: Gran Bretaña, Rusia, Austria, la nueva Francia borbónica y Prusia, basándose en dos principios inalienables: en primer lugar los estados deben regirse por sus soberanos legítimos, cuya autoridad, de origen divino, no puede estar limitada por ninguna constitución; en segundo lugar implantar un equilibrio según el cual la vida internacional debe ser dirigida por las grandes potencias. Pero estos preceptos no pueden ser llevados a cabo totalmente pues que muchos soberanos se ven obligados a ceder ante algunas transformaciones sociales y jurídicas, ya que los tratados de Viena tuvieron lugar sin tener en cuanta la voluntad de los pueblos, lo que condujo a una agitación nacionalista y liberal contra el orden y la autoridad impuestas, provocando, finalmente, la represión de las grandes potencias para restablecer el orden de las políticas absolutistas.
Este caldo de cultivo nacionalista, dirigido y orientado por la élites internacionales es aprovechado por poetas y artistas pertenecientes al nuevo movimiento romántico, para recabar una reacción nacional por la belleza y grandeza de la tierra natal. Se difunde la novela nacional y la poesía y literatura canta las glorias patrias y las grandezas de los reinos independientes antes de la intervención de los imperios extranjeros unificadores. La difusión del sentimiento nacionalista fue extendido por ilustrados como Palacky, Leopold Ranke, Karl von Stein, Cesare Balbo etc.,  y entre los artistas Prederic Chopin que propagó las ideas patrióticas y revolucionarias desde su exilio, Richard Wagner cofrade del revolucionario Mijaíl Bakunin, o Giuseppe Verdi.
En todo este movimiento de exaltación de lo nacional la reivindicación de las lenguas vernáculas tiene una importancia fundamental como símbolo identificativo. A partir de 1848 el nacionalismo es un instrumento poderoso de renovación política: primero quedará vinculado a los movimientos políticos de la izquierda; luego, desde esa fecha, coincidiendo con el auge de la burguesía y el desarrollo del gran imperialismo, a los de la derecha.
Hoy día, estos sentimientos reivindicativos en subordinación al mundo intelectual y artístico, queda en manos de banderías políticas, de camarillas sectarias, que dan en llamarse partidos políticos, ya de izquierda, que vuelven a lanzar a los pueblos hacia un sentimiento, una emoción evocativa nacionalista, opuesta al patriotismo que predicaran intelectuales como Cajal, y que rinda tributo a la extravagante y artificiosa moda de emotividad visceral cofrade. Los nacionalismos, en buen provecho de quienes se erigen en adalides de su dignidad, caen en el uso de la actualidad más estomagante y, al fin, peligrosa como lo fueron en su tiempo la Secta de la Familia de Charles Manson, la del Templo del Pueblo de Jim Jones o la Secta Waco, de los Davinianos de David Koresh, por ejemplo, y por qué no, el Nazismo, el Comunismo o el Islamismo, hermandades que alejadas, finalmente, de sus reivindicativos principios, conducen a la destrucción indefectible de sus miembros, física y, lo que es peor, mentalmente.
En el siglo XXI un nacionalista es un individuo (e individua, diría Pedro Sánchez) anulado como persona razonable, hipnotizado por un dogma que no le permite desarrollarse intelectualmente libre como individuo social. A un nacionalista es imposible conseguir que comprenda su error, al menos cuantitativo, y el descalabro personal, institucional  y social que provoca su estéril revolución. Un nacionalista no piensa por sí mismo, ha sido magnetizado, hechizado y dominado por un concepto, hasta el punto de matar o morir por un juicio por descabellado que sea.
Cuanto enajenado malvive en nuestros días arrastrando su desatino como una verdad  universal . Mucho me recuerdan los nacionalistas al personaje representado por Woody Allen en la película "La Maldición del Escorpión de Jade" en que una palabra dictada por teléfono condicionaba en el protagonista una desestructuración de su personalidad y de manera hipnótica llevaba a cabo cualquier disparate que le fuera exigido por el dominador de su mente. A un nacionalista no intente hacerle reflexionar sobre su error. Un nacionalista no existe como individuo social, no piensa, no analiza, no se hace preguntas, no reflexiona, no argumenta, no enjuicia, no comprende. Un nacionalista es solo nacionalista.



 

viernes, 2 de febrero de 2018

Dos catedráticos, dos maestros he tenido a lo largo de mi vida universitaria que han dejado en mi alma de médico una impronta imborrable. Uno de ellos fue don José Casas Sánchez, catedrático de Patología General, en cuya cátedra participé como alumno interno por breve, aunque suficiente, espacio de tiempo, pues una grave enfermedad y una muerte dramática me dejó huérfano de su saber y su comunicar de manera inesperada y terminante cuando apenas había cumplido mi adolescencia como universitario en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Era aquel hombre especial un cuerpo grande unido a un alma buena, generosa y venerable y a un cerebro muy especial. Era un profesor clásico, una eminencia clínica que inspiraba más que respeto una especial veneración en sus alumnos y en todo aquel que se sumergía en su gloriosa aura de clásico maestro. Con él aprendí todos aquellos fundamentos de la propedéutica y la semiología clínica.
Cuando don José, así lo llamábamos sus alumnos, falleció se desplomó en mi ánimo la senda que me había marcado su ejemplo hacia la medicina clínica, y la posibilidad de continuar mi formación con cualquier otro catedrático de la misma asignatura  era impensable, ninguno se aproximaba al magisterio de aquel hombre irrepetible. Entonces había que tomar otro camino, y, casi al azar, elegí la senda de la Traumatología y Cirugía Ortopédica que impartía la cátedra de don Hipólito Durán Sacristán, que se convertiría en el otro gran maestro de mi andadura académica y profesional.
A finales del siglo XIX, un catedrático de Anatomía y Patología General, don José Letamendi, dejó para el conocimiento de los médicos de los siglos venideros una locución que debería ser observada por los facultativos que buscaran una formación integral, como debería ser la de todo galeno:
"El médico que solo sabe de Medicina, ni siquiera de Medicina sabe".
Pues bien, don Hipólito Durán añadía a sus alumnos continuamente la siguiente reflexión:
"Solo es posible sentir íntimamente la Medicina si se aplica al hombre como persona... Si se omite el alto destino del hombre, autor de acciones libres, y no se comprende su dolor, no hay medicina ni cirugía".
Este gran hombre, dotado por la naturaleza de una lúcida inteligencia, de una brillante y rica oratoria, de una afable humanidad y de una capacidad de trabajo inagotable, era una persona de talla baja, andares pausados y sonrisa franca, que cuando entraba en el aula, seguido de todos los médicos de su servicio, que acudían a escuchar sus clases, llenaba la atmósfera con el espíritu de su elocuencia y su precisión  escolástica.
No voy a pretender destacar todos los interminables honores, distinciones, nombramientos y reconocimientos a los que se hizo meritoriamente acreedor, porque para mí fue su bondadoso magisterio lo que reavivó la llama de la medicina integral y la traumatología humanizada y nunca mecanizada. Con él aprendí mucho más que Medicina, pues el profesor Durán era en sí mismo un ejemplo de humanidad ante el enfermo y sensibilidad en quirófano. Con él aprendí a ser mejor médico, mejor persona y a valorar la riqueza académica del espíritu universitario.
Pero hoy vuelvo a quedarme huérfano del guión que a lo largo de toda mi vida profesional ha amparado todos mis actos médicos, pues el día 20 de Enero ha fallecido don Hipólito Durán Sacristán; su espíritu ya no nos envuelve a sus alumnos, a pesar del paso de los años, pues ha volado más allá de las estrellas, donde moran los hombres y mujeres buenos, comisionados por la historia a ser enseña y estandarte de los hombres para marcarles el camino de la ciencia compartida y el amor a un mundo que tenemos en prestación junto con nuestros semejantes. Allí se encontrará con don Santiago Ramón y Cajal, con Rene Laennec, con Paracelso, con René Favaloro, con William Harvey, con Alexander Fleming... y, por supuesto, al profesor José Casas Sánchez, con quien, en algún momento, hablará de aquel alumno flacucho y bigotudo que aparecía metiendo las narices por todos los rincones de la cátedra. Como él era creyente, que Dios lo tenga junto al coro de sus asesores más dignos. Gracias maestro.

domingo, 14 de enero de 2018

Ratifico que en nuestra Europa y en la ultramarina América no cabe un imbécil más, a tenor de los comentarios leídos y escuchados desde esas tierras llevados a  cabo sobre el episodio, no concluso ni siquiera actual, catalán y que son de una ignorante necedad que hacen llorar. Pues bien brindo a estos iluminados el siguiente comentario:
Pues señor, hubo un tiempo, en el pasado siglo XX, en que el marxismo y el nazismo (fascismo nacionalista), valga la redundancia, unieron sus intereses y su fuerza, naturalmente para el mal, es decir para destruir Europa, destruirla y corromperla con ambas ideologías, cada uno a su manera: Hitler invadiendo las tierras con sus Panzer y su Wehrmacht, mientras el "amigo" Stalin prefería, previamente infectar de metástasis marxistas las sociedades, los estados democráticos a través de enviados políticos para desestabilizar sus regímenes hasta deshacerlos.
Pero los políticos occidentales, nunca conocidos precisamente por su sagacidad, pudieron reconocer el peligro del asesino Hitler, se esmeró en derrotarlo quedando convencido de que lo había destruido y neutralizado el nazismo, mas nunca presintió alarma en el marxismo, que de manera sibilina supo ocultarse en la piel del socialismo, la social-democracia, comunismo parlamentario, etc., y mira por donde, después de todo lo que ha pasado Europa, después de todo lo que ha sufrido España, se destaparon toda una selección de chacales que nosotros (ellos) mismos los hemos metido en nuestras "democráticas" instituciones, porque hay que "borrar el pasado" y pelillos a la mar.
En alguna de mis pasadas intervenciones en este blog he comentado y desarrollado la idea de la identidad de sinonimia entre fascismo/nazismo y comunismo, doctrinas alcanzadas por los ideólogos al uso recorriendo dos diferentes caminos, es decir un perro de presa con dos cabezas. Lo que en palabras de Francois Furet: "El movimiento fascista se nutrió del anticomunismo, y el movimiento comunista del antifascismo, pero ambos comparten un odio al mundo burgués que les permite también unirse", deja bien aclarado, tras un exhaustivo análisis compartido con el historiador alemán Ernst Nolte, que Europa y España en particular, la primera tras una guerra (2GM) de extrema devastación tras la cual quedaron ambos credos socio-políticos perfectamente desenmascarados y la nación española tras una contienda desgarradoramente destructiva e inacabada, no han querido comprender, bien por estulticia, ignorancia e incompetencia de sus subsiguientes responsables políticos, bien por desconocimiento absoluto de lo que es la democracia y el recorrido e incumbencia que la misma puede y debe alcanzar en un verdadero estado de derecho, por cobardía, indiferencia, complejos de añejas culpas, provecho en el oportunismo circunstancial interelectoral, o todo a la vez, y, gracias a las habilidades del bando partisano, que si se exterminó a uno de los peligros, ni siquiera se intentó con los marxistas a los que se arropó del derecho a coexistir en la nueva Europa/España, bajo el manto de una democracia que, así, nacía enfermiza.
Así las cosas, en España hemos llegado a un punto de descuido y necedad política, bien labradas a lo largo de cuarenta años, en que contemplamos, algunos con estupor, como, el interés político espurio conduce a la más pornográfica cohabitación  de fascismo y comunismo, e incluso anarquismo para lograr un fin, destructivo naturalmente, de los cimientos del estado, aunque vestido de apariencia constructiva, en toda la nación y de manera volcánica en territorios como en Cataluña donde, incluso, se cae la reflexión de Furet pues a la trilogía antes expuesta y ya de por sí antinatural, se asocia para esta labor la misma burguesía enemiga mortal tanto de comunistas como de fascistas y anarquistas.
Y ¿Qué piensan los catalanes que puede salir de ahí? No piensan. Claro los sentimientos nacionalsupremacistas ante todo. Y ¿Qué piensa el Partido Popular y su gobierno? ¿Y qué piensa el PSOE? ¿Y Ciudadanos? ¿Y el resto de los españoles? Ah, que tampoco piensan. Bastante tienen con la violencia de género que tanto preocupa, la degradación del macho acosador y piropeador, las Navidades sin belenes ni villancicos, pero con langostinos, las cabalgatas de Reyes Magos sin Reyes Magos, las diferentes tertulias radio-televisivas que comparten la vaciedad por bandera, la inexplicable obligación de portar cadenas en los automóviles cuando nieva, etc.
Pero qué he querido yo decir con toda esta homilía, pues que para que un sistema democrático perdure y se desarrolle es imprescindible destruir al fascismo, al comunismo y al anarquismo, exterminarlos como a cucarachas para poder dedicar el cuidado, la atención y el trabajo a mantener bajo control a los nacionalismos, las corruptelas, las burguesías ambiciosas y sectarias y dedicarse a gobernar para el bienestar y la satisfacción de los ciudadanos. Algo me dice que no hay nada que hacer. Pues nada seguiré varias semanas sin escribir mientras sucede todo lo previsible para no resultar cansino.