domingo, 6 de noviembre de 2016

Amigos lectores, creo que en alguna ocasión ya he tratado someramente este tema: no soy ni el primero ni el único que afirma que el marxismo y el fascismo/nacismo han tenido su origen en la misma "célula madre". De hecho Francois Furet y Ernst Nolte han dejado claro, de manera independiente en sus relaciones epistolares, puesto que sus principios base, sus ideologías éticas difieren fundamentalmente, aunque en variedad de puntos llegan a coincidir, que, en efecto, las fanáticas opiniones de Mussolini y de Lenin habían partido de un socialismo ultrarrevolucionario y que "el sistema liberal, en lo que ofrece de contradictorio y de indefinidamente abierto hacia el futuro, constituyó la matriz de las dos grandes ideologías, comunista y fascista". Insisten estos historiadores que "en el plano práctico, el exterminio de la burguesía realizado por Lenin en nombre de la abstracción de la sociedad sin clases, crea un pánico social en el punto de Europa más vulnerable a la amenaza comunista, ocasionando el triunfo de Hitler y del contraterror nazi". En otras palabras, el desarrollo del marxismo ideológico y su aplicación en la economía y sociedad de los pueblos de manera fanática, furiosa, cruel y homicida de personas, creencias y derechos fundamentales, favoreció, como método de defensa o vacuna, el éxito rotundo de los nacionalismos extremos del polo opuesto: fascismo y nazismo. Tengamos en cuenta que el marxismo partió, en el siglo XIX, de una teoría económica y pasando por una filosofía social se transformó en una acción política popular; el fascismo/nazismo surgió tras la Primera Guerra Mundial, como daño colateral de una crisis europea no resuelta en el Tratado de Versalles, sino todo lo contrario, encarnizada por el mismo.
En algunas culturas semejante dicotomía parece amortiguarse por una mayor experiencia compartida de convivencia de opuestos: así es indudable que la izquierda en Francia tiene su origen en la Revolución Francesa, efecto tan arraigado en los chovinistas afectos históricos galos, pero este no es el caso de Rusia, tan poco revolucionaria como acomodada y obediente a la dictadura del "padrecito" zar y sumisa a las doctrinas del pope del lugar, durante siglos y siglos, aunque ello conllevara un enorme sacrificio de los administrados en todos los órdenes materiales.
Es una evidencia indiscutible que no puede entenderse el nazismo/fascismo y el comunismo, el uno sin el otro; ambos principios son equiparables. Más no así los finales. El fascismo tuvo su desarrollo entre una sociedad de muy dudosa disciplina social, política y moral, como es el italiano, como prueba que a medio conflicto bélico cambió el interés del pueblo, como el viento cambia sobre las velas de un barco, y donde dije digo, digo Diego o lo que es igual, donde dije viva Mussolini, pues le asesino y vivan los yanquis.
Los otros dos sistemas son más dignos de estudio: la difusión de la doctrina nazi, impuesta a su mismo pueblo, el elegido, mediante la convicción erudita de un líder necesario y suficiente, hacia otras culturas y naciones, se llevó a cabo mediante la invasión militar de países sometidos por la fuerza y el terror de los ejércitos y las armas de millones de gentes del pueblos alemán elegidos como "hijos" entusiastas de un caudillo levantado en andas por la nación alemana, valiéndose de una de las muchas trampas que esconden los sistemas democráticos  dentro de sus urnas. Hitler pretendía extender su dominio invadiendo físicamente y sometiendo a sus vecinos, y a los vecinos de sus vecinos, siempre atravesando fronteras con sus Panzer, su Wehrmacht y su fiel Gestapo, al más puro estilo teutón, vándalo, burgundio o turingio, por ejemplo.
No es este el caso de Stalin y de los ideólogos Comunistas. Ellos no invaden por tierra, (si exceptuamos la opresión ideológica mantenida mediante el terror militar de los países del Pacto de Varsovia) invaden las ideas, quebrantan las almas, destruyen el pasado, las epopeyas, los testimonios de los pueblos y las personas, someten por el pánico a su mismo pueblo y sus personas, a cambio de una idílico estado cuya justicia social se base en el odio y el desprecio a todo aquel que no opine de igual manera intentando socavar sus cimientos sociales estén tan lejos como estén mediante la acción política. En otras palabras, estos dos sistemas dictatoriales tuvieron un mismo origen pero un final diferente: El nazismo es un cáncer que se disemina por contigüidad y el marxismo/comunismo por metástasis. El nazismo murió con su líder, mientras el marxismo/comunismo/socialismo sobrevive infiltrado en todos los países del globo, como ahora intenta hacer el islam, aunque hoy día en el occidente se hayan travestido de ideologías democráticas.
A pesar de todo, en los continentes desarrollados, tras la caída del muro de Berlín, y el demostrado fracaso de las políticas de izquierdas, que tantos se resisten a admitir, la dispersión de los criterios y doctrinas marxistas pareció llegar a tocar fondo en el seno de las sociedades de fundamento capitalista, digamos las sociedades "libres". Los nuevos "popes" doctrinarios de libertades benefactoras para "el pueblo", para "el trabajador" tenían que introducir algún factor de corrección en sus discursos para resultar creíbles a esas porciones tan numerosas de ciudadanos que tan bien podían arrastrar con sus flautas para desestabilizar gobiernos, estados y sistemas que parecían apetecibles y sencillos de embaucar, como es el caso de España, insuficientemente cicatrizada de una guerra civil, o guerra del odio entre vecinos, mal informada, o mejor totalmente desinformada e ignorante, en modo de autodestrucción nacionalista de sus propias raíces, de su historia y del progreso social, económico y político conseguido.
Pero la acción de las células reivindicativas de nostálgicas doctrinas de las malparadas y decepcionantes izquierdas, y tras un periodo de estupor, allá en los años noventa, ha vuelto a la carga infiltrándose en las sociedades occidentales haciendo uso de los mecanismos más depurados, y variopintos. Naturalmente valiéndose de la indefensa, impotente y desarmada por sus propios principios, democracia, para deslizarse por entre sus costuras, y creando otras paralelas cabezas de puente útiles a sus fines, como los partidos verdes, los animalistas (antitaurinos), radicales independentistas, terroristas de diverso cuño, populistas, partidos republicanos, anarquistas y como no los emboscados socialistas. Para alcanzar su fin, esto es la desestabilización de los sistemas capitalistas occidentales, se pueden asociar a cualquier grupo islamista (palestinos, iraníes, kurdos, etc.), cualquier dictadura de corte marxista o asociaciones de pretensión intervencionista y de estricta, escrupulosa, fanática e intransigente  doctrina (masonería, illuminati, bilderberg), gran cantidad de ONG y asociaciones populares (organizaciones de padres de alumnos, judiciales, de acción política, feministas, juveniles, culturales y docentes) y valiéndose de los medios de difusión para provocar (prensa presuntamente humorística) y de los tecnológicos e informáticos más avanzados (las redes). Se llaman a sí mismos demócratas, y dan lecciones de moral, de ética, decencia e integridad, pero atacan a la religión cristiana (y especialmente la católica, solo la católica), la única que defiende valores de compasión, humanidad, consideración y tolerancia hacia los semejantes, caridad y respeto a la vida, y, en cambio, apoyan al asesino islam; acometen a la propiedad privada, a la libertad de culto y de enseñanza y a la capacidad del individuo para prosperar por su propio esfuerzo, negando ayudas oficiales a todo el que no participa de sus ideas.
En fin, a todas las personas del mundo occidental libre, mucho ojo y vayamos tomando conciencia de que ya tenemos al lobo dentro del redil, con mil disfraces, y se nos va a comer las ovejas; y lo que es peor, no extrañe a nadie que un buen día surja un mesías de ultraderecha, algo que ya estamos vislumbrando en diversos países europeos y en EEUU, que nos lleve, de nuevo hacia otra calamidad armígera, hoy, potencialmente, mucho más desastrosa.