miércoles, 7 de mayo de 2014

Bueno, bueno, bueno. La verdad es que no me apetece escribir en el blog hace tiempo, porque ya está la prensa comentándolo todo con basta buen acierto (ahora), en general, pero es que hay cosas que hacen hablar a los mudos. Pues ya pensábamos que al fin nos habíamos desenredado de la estulticia femenina de Zapatero, no solo de sus discursos de violín y harpa sobre su farisaico feminismo, sino de la piara de ministras descerebradas, lerdas, ignorantes plus, deficientes intelectuales, patéticas sectarias resentidas, babiecas y cretinoides, pero nada de idiotas, que anduvieron medrando, cuando no apropiándose de lo ajeno,  sobre todo del capital público, que no es de nadie, para que el resto de los españoles pudiéramos respirar hondo y marchar con la cabeza levantada ante el resto de Europa (los estadounidenses todavía no saben donde cae España). Por fin, pensábamos, nos habíamos desvestido del agraviante ropaje ibérico de Bibiana Aido, Leire Pajín, la Maleni Álvarez, la antiespañola Chacón, Trini Jiménez, González Sinde, Elena Espinosa, Teresa de la Vega,  Cristina Garmendia que acudía al ministerio con un cartel espectacular en Cultura, hasta que la pudimos ver, escuchar y sentir todos los españoles y ahí quedó calificada, Trujillo, la inefable Carmen Calvo Poyato y cómo no Rosa Aguilar siempre elegantemente vestida de mimético camaleón.
¡Pues no señor! Muchos ya nos lo estábamos mascando estudiada como estaba su derrota por la política, sin ancla y a toda vela de la interfecta galeaza. Resulta que nos ha salido un espécimen socialista, hembra, por supuesto, del género "sociatus estultus improcedentior", cuyas afirmaciones, incluso de sí misma, dicen el alcance que posee en formación de estudios primarios, cuando se califica intelectualmente a sí misma y su ramplón alcance ético y moral. Es fácil de reconocer: se encuentra en la política con la única finalidad de insultar, como los descerebrados adolescentes en los campos de fútbol al árbitro; suele vestirse ceñidita para exhibir el morcillamen y su dorado flequillo sobre un ojo y frunce los morritos cuando agravia, injuria, ofende, ultraja y provoca, con tal desparpajo que mucho me recuerda de aquella enfermera teniente de la serie MASH a la que llamaban "morritos Calientes".
Para etiquetarse a sí misma, y evitarnos el trabajo de hacerlo nosotros, nos informa que durante la única etapa de su vida en que, amarrada al mástil de su barco para aguantar los embates de las embravecidas aguas de una juventud-adolescente despistada (como todas), escuchó los cantos de sirenas que envolvían sus oídos con la mística contemplativa, y en lugar de afiliarse a la Sección Femenina donde hubiéranle informado con todo gusto de la persona de Jesús de Nazaret, ella, muy ella, se fue a ver "Jesucristo Superstar"... y eso es todo lo que sabe de Jesús. Mas le es sobrada noticia porque de aquel musical, bello por cierto, para su época, extrajo una información que yo, que lo he visto un par de decenas de veces, nunca pude fagocitar. Resulta que Elena Valenciano, que es como se llama la ínclita faltona sociata, está convencida que Jesucristo, el Che Guevara y Felipe González, pertenecen al mismo partido político, es decir, al PSOE. No tengo nada claro si la "señá" Elena quiere decir que el Che era un político social-demócrata (sobre todo demócrata) con morritos del gusto de las señoras que le votaban (no puede ser porque a Guevara no le votó nadie), o que Jesucristo era un asesino argentino, o que Felipe debería haber llevado una boina con una estrella roja en la frente, pistolón al cinto y resolver sus controversias políticas con un tiro en la nuca a sus oponentes.
Creo yo que para que su formación en humanidades esté resumida a este credo, mejor hubiera sido que hubiera visto la película de Monty Python: "La Vida de Brian", pues hubiera obtenido la misma formación, pero mucho más divertida.
Y a esta la quiere mandar de cabeza de lista a Europa, el vil Rubalcaba. Con la que está cayendo en los noticiarios de toda Europa sobre nuestros valores patrios.
Si ya decía Schopenhauer que España era un país admirable, una nación donde conviven treinta millones de españoles (entonces), todos robándose al mismo tiempo, y todavía no han acabado con ello.
¡Ay Señor! ¡Oh my God!