lunes, 7 de noviembre de 2011

En 1763, la tenacidad del rey prusiano Federico II, principal valedor de la patata en Europa, tubérculo originario de América, salva al viejo continente de lo que podría haber sido la peor hambruna del siglo. A lo largo de los ya 23 años de su reinado, este monarca, justificadamente llamado el Grande, no ha cejado de presionar sobre sus súbditos para implantar primero y difundir después el cultivo de la patata.
Este tubérculo fue difundido por los españoles entre los incas, y ya Garcilaso y Pedro Mártir de Anglería. Se dan así los primeros pasos para su implantación en España en el siglo XVI y llegó al poco a Italia y Borgoña. En Francia ya aparece en la mesa real en 1616 como un manjar raro.
Los corsarios Hawkins y Raleigh la introdujeron en Inglaterra y abogaron por su cultivo en Irlanda en 1565 y 1584. El francés Parmentier la conoció en Alemania a finales del siglo XVIII e hizo una gran labor para su difusión. Las grandes guerras europeas de los siglos XVII y XVIII impondrían definitivamente su útil cultivo.

Miren por donde Sagasta, a la sazón progresista, espetó con estas palabras ante la actitud equívoca de Martínez Campos:
"En el extranjero, aún con injusticia, de un general olvidadizo de la disciplina e irrespetuoso con el poder, revolucionario, no se dice "es un mal general", sino... "es un general español".
Cuando menos resulta sorprendente, sino irritante, que la noticia de la muerte del sargento Joaquín Moya, sea dada en la prensa como el primer militar español muerto en combate ¿y los demás muertos que hacían, turismo? Independientemente que los políticos y la prensa que les rasca los dídimos, y que hablan de asesinato (no necesariamente "El Pais") están convencidos que somos todos gilipollas todo el día, y de manera expresa o tácita les siguen el rollo ese de que nuestras tropas estan en misión de paz y, de ninguna manera, en una guerra, pero las muertes en combate se consideran actos de guerra y nunca asesinatos. De hecho, el ejército español se encuentra en Afganistán, en Líbano o en la antigua Yugoslavia, cumpliendo el mismo papel que la División Azul en Rusia o las Brigadas Internacionales (que tanto adora el rector de la Complutense, hijo del eterno Carrillo) o la Legión Cóndor en España, es decir apoyando a una de las facciones en lucha. Ahora, lo que ya me levanta el estómago hasta más allá de la nausea, es escuchar a la canalla de Chacón arengando a las tropas a propósito del caído (uno de los que el día de las Fuerzas Armadas, las de verdad, no las del vil y faisanero Rubalcaba, estaban en mi recuerdo cuando se llevaba a efecto la ofrenda a su memoria), cuando, para conseguir votos catalanes, ha negado la bandera española y a las mismísimas tropas con las que se negó a fotografiarse. Escuchar esa voz de alcohólica resacosa y seguida por su perro guardián, el ser más indigno que ha llevado un uniforme y con cuatro estrellas de cuatro puntas, que no debieran ser doradas sino rojas.
En este momento, el país más corrupto, antidemocrático, felón, conjurado, fanático, fementido y prostituido de toda Europa, es España, lleva siéndolo siglo y medio, y se supera. Y no hablo solo de los próceres, sino del pueblo, que ha sabido absorber todos los vicios, lacras y manchas en el honor de sociedades corruptas y extraviadas de (por emplear el lenguaje populachero) derechas e izquierdas, desechando las virtudes históricas de las culturas que hollaron nuestro suelo dejándonos prendas de distintas morales, diferentes creencias, conductas y procederes, de honores patrios que se han quemado, como se quema la bandera, y que dice el pueblo ignorante y zafio que son remedos franquistas, lo cual no sirve sino de pretexto para la holgazanería, la falta de hombría para sacar adelante la familia y/o el matrimonio (he dicho hombría a sabiendas de lo que digo) y la ternura, inteligencia y sutileza para hacer de las generaciones futuras gentes de bien. Incluso vemos como dos de los más golfos del paisaje europeo, Papandreu y Berlusconi, abandonan cabizbajos la escena en tanto aquí se coronan de laurel las testas más cornudas y las pezuñas más herradas patean con estruendo los escenarios donde se arraciman cerebros encasillados aún en el eslabón perdido.
Y hablando de estulticia, ahora resulta que van a enterrar en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, al padre del rey, grabando en su tumba el epigrama "Juan III". ¿Pero cuando ha reinado este señor? No es bastante que abdicara en su hijo de manera ilegal, pues no tenía derecho a ello, para que ahora le coronen a título póstumo. Yo, que como historiador con sentido común nunca he aceptado el título de Felipe I para "El Hermoso", no estoy dispuesto a tragar este sapo histórico, cuya finalidad no se me antoja... todavía.
El marqués de Turgot, embajador de Francia en España, dirigiéndose a Isabel II, advirtió:
"Los reyes que abandonan su palacio en momentos de revolución, no vuelven a él" Reflexión que hoy podemos tomar al pie de la letra o de manera figurada.

Buenas noches y feliz debate.

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