viernes, 14 de octubre de 2011

En más de una ocasión hemos comentado la influencia que la industrialización tuvo en el último cuarto del siglo XVIII y todo el siglo XIX.
Los rápidos avances técnicos registrados en el ámbito de la producción y de las comunicaciones, dan paso, en Inglaterra, a una radical transformación de la economía, las relacciones sociales y las condiciones de trabajo. El fenómeno, que a partir del siglo XIX será conocido como Revolución Industrial, tiene como origen un cualitativo en el ritmo productivo vigente en la industria textil, gracias a la introducción de nuevas maquinarias y al impulso que otorga el comercio colonial a la economía británica.
De esta manera se irán dando las condiciones objetivas para la revolución industrial, la etapa capitalista de la producción y la aparición de los obreros, que no artesanos, y poco a poco de sus movimientos reivindicativos.
Se producirán grandes migraciones del campo a la ciudad, y esta cambiará de aspecto, con suburbios donde se aglomeraran las fábricas y los obreros que en ellas trabajan, incluidos niños de corta edad, para las labores más duras en los talleres y en las minas. Se rescatará la denominación de proletariado, pues los trabajadores solo contarán con su prole para aumentar los ingresos familiares.

Nicolás Maquiavelo aconsejaba a los políticos:
"Háganse de una vez todas las ofensas, que no hieren demasiado si no tornan a repetirse".
¡Ay! Pepiño, Pepiño, ¡que torpes sois los corrutos! Aunque es sabido que, poco a poco en España, y fuera de nuestras fronteras, pero principalmente en España, la política, no solo es que se ha ido transformando en un oficio de rentabilidad segura e ilimitada, en lugar de constituir el clímax de todo aquel con espíritu de servidumbre hacia sus conciudadanos, sino que ya no se concibe sin corrupción como elemento de producción, que diría Marx. Y no es que estén los políticos actuales inventando el tradicional caciquismo decimonónico, como tampoco podría descubrirse de la noche a la mañana la manipulación en las oposiciones, y el nepotismo en la universidad, algo que a Ramón y Cajal le impidió, quizás para bien de todos, ocupar la cátedra de Anatomía Descriptiva de la Universidad de Granada a finales del XIX. No, es que es tal el engranaje delincuencial en la administración y los poderes públicos, que si desapareciera por arte de birlibirloque la corrupción de la política todo el andamiaje que sostiene el estado se vendría abajo, sería la hecatombe, la revolución, la guerra civil, ¡la leche! la desmoralización del sistema, pues la corrupción (que algunos la identifican con la democracia) es la única ideología, a día de hoy, que se reconoce para defender a muerte.
Mientras tanto en la situación actual de desgobierno, o mejor dicho de no-gobierno que disfrutamos en España, pues el absoluto abandono de la cabina de mando, si no de ¡abandonen el barco! ETA, de un momento a otro, va a empezar a preguntar que hay de lo suyo; esa ETA que, digan lo que digan nunca va a disolverse, por dos razones fundamentales: primero porque no saben trabajar, viven del asesinato y la extorsión, y no van a empezar ahora a coger un pico y una pala (incluyo a los curas), y en segundo lugar porque el odio a España, a los españoles y lo español ha calado en la fibra vasca como una mancha de aceite en la ropa, imposible de limpiar, y por lo tanto en aquella maldita región el negocio está asegurado. Esta era la finalidad de sus caudillos (también los de la sotana), la misma maniobra que todavía se mantiene en Cataluña. Espero que Rajoy no caiga en la trampa de pactar con el PNV, es decir Urcullu (que ya le anda rondando), es decir ETA, es decir con la mafia asesina vasca.
Gustavo Le Bon en "Incertidumbres de Nuestros Días" se expresaba así:
"Conocer bien los límites de un poder es indispensable para no aproximarse jamás a los límites donde se manifestar´ñia la impotencia".

Buenas noches.

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