lunes, 10 de octubre de 2011

Creo que es del dominio público que en el momento actual no se puede hablar, con rigor, de una sola China, puesto que en realidad existen dos estados a los que debe definirse con esa nacionalidad: la China Continental y la China insular también conocida por Taiwan.
El mariscal Chang-Kai-Chek, antiguo presidente del gobierno nacional chino en el continente, proclama la República de China en la isla de Taiwan situada en el mar de China cuando en 1949 el Guomindang perdió la guerra frente a los comunistas de Mao Zedong, el mariscal decidió refugiarse en la isla con sus 500.000 soldados y casi dos millones de seguidores, y recabar ayuda internacional. Mientras en Pekin se proclamaba, el 1 de Octubre de 1949 la República Popular China, Chan-Kai-Chek respondía con los preparativos para proclamar una nueva república que representase las ideas de la vieja China. A ello le ayudaron los EEUU a través de la VII flota, que procedió, inmediatamente a cercar la isla. De este modo nació la nueva república, controlada políticamente por los estadounidenses, que proceden a dotar a Taiwan de una fuerte ayuda militar y económica. Pero a pesar de existir una asamblea nacional todo el poder está en manos de Chang, ferviente anticomunista, que Washington utilizará según sus intereses. La nueva república, pues, representaba una base avanzada de los estadounidenses en territorios asiáticos, que serviría para apoyar posteriores acciones en la zona.

Montesquieu afirmaba:
"Hay dos géneros de corrupción: uno cuando el pueblo no observa las leyes, y el otro cuando el pueblo es corrompido por las leyes, mal incurable ya qu radica en el único remedio que el mal tendría".
En mi pasada intervención desplegué una teoría, que no es exclusivamente mía puesto que existen historiadores que han desarrollado argumentos en este sentido o parecido, acerca de la secular inmadurez socio-política española que nunca nos ha abandonado, en virtud del apoyo reciproco Iglesia-estado, o lo que es lo mismo absolutismo real/tragicómica nobleza-clero privilegiado, que hoy se traduce en partidos políticos/capitalismo masón socialista-catecismo "democrático" excluyente. Aquellos nobles que sobrevivían al calor de la corona, sin producir nada y encapullándose en una sociedad de vicio y corrupción, para nacer, trás una curiosa metamorfosis, en una monstruosa polilla política y tan necia, tan depravada y ociosa como aquella que cantó Cervantes, tienen en nuestros días su espejo, el espejo que Stendhal extendía en el camino.
Pero ¿Como pudo mantenerse una sociedad hasta hace un siglo, en que en 1898 se acabó el chollo americano, y, poco después, el africano, en tan penosa situación? Dos fueron, y son, los apoyos gubernamentales: en primer lugar el oro y la plata que llegaba desde América y que servía a la corona para saldar apenas las deudas adquiridas con los banqueros judíos europeos y para que unos cuantos capitalistas inflaran sus bolsas; y por otro lado el apoyo de la Iglesia que convenció al pueblo devoto de que los reyes eran los representantes de Dios en la Tierra y la nobleza y la corte, nunca eran descubiertos en delito o pecado (de eso se encargaba la "justicia" la divina y la humana) salvo que pusiera en peligro el trono y el cimiento que lo sustentaba, al tiempo que los ministros eclesiásticos, a cambio, eran beneficiados con exenciones de impuestos, con los que se sangraba al campesinado, con un poder omnímodo sobre las personas y autorizandoles a obtener rentas con la concesión de bulas, diezmos y primicias, por ejemplo, así como tierras que permanecían baldías durante siglos (y aún hoy pueden reconocerse en ambientes rurales como el asturiano).
Pero aquel metal precioso que llegaba en barcos allende los mares, si no eran asaltados y robados por los bucaneros ingleses, cada vez daba para menos, pues la España "imperial" nunca ha dejado de meterse en guerras, unas veces religiosas y otras de "honor", pero el caso es que fiados en él, esta nación nunca se preocupó de crear riqueza, industrializar de manera competitiva su suelo ni lanzarse de una manera decidida, previsora y perspicaz al comercio de sus bienes. Y aquellos polvos y estos lodos han de seguirlos respirando nuestros descendientes como condición fenotípica.
Ya ven lo que cada día trae la prensa en el apartado nacional: robo indiscriminado institucional, crimen autorizado por el estado cuando no promovido por él, golfería y corrupción y necedad popular, imprescindible para que prospere y se mantenga tamaño extravío y venalidad. Lo dicho, ya no es el poder cortesano y militar, sino el de los tres poderes del estado; ya no es el clero hispano, sino los sicarios de la "diosa democrácia", pero España se mantiene en un medioevo enfermizo en donde a nadie le importa un pimiento la nación ni sus símbolos.
¿Pero es que no hay un solo decente en esta Sodoma para que pueda salvarse del fuego de la destrucción? Si ya lo dijo Schopenhauer, que España era una tierra admirable, porque se trataba (entonces) de 15 millones de ladrones robando al mismo tiempo y todavía no habían acabado con ella; y todavía no han acabado.
Y, en relacción con el destino del oro de América, la doctora en economía Fátima de la Fuente nos recuerda en su artículo de la revista "Madrid Histórico" nº 35, una coplilla que escuchábase por el Madrid de los Austrias:
"Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;
viene a morir a España
y es en Génova enterrado"

Buenas noches.

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