jueves, 29 de septiembre de 2011

¿Que fue lo que le alteró la razón a don Quijote? Según afirma su padre literario, Miguel de Cervantes, la lectura de los libros de caballería, algo comparado a lo que hoy en el cine se denomina un thriller, película de acción, de aventuras, y, como no, de héroes.
Las novelas de caballería fueron un fenómeno típico de la Edad Media, en la que el espíritu caballeresco y el amor cortés constituían el centro de las preocupaciones literarias. Surgidas de la poesía épica -en la que se describe el nacimiento de los nacionalismos: El Cid, La Canción de Roldán, etc.- los libros de caballería pertenecen más bien al feudalismo y a los hechos surgidos de él. Se los divide en familias o ciclos:
El ciclo "Artúrico" o "Bretón" canta las hazañas del rey Arturo de Bretaña y de los caballeros de la Tabla Redonda, de la reina Ginebra, de Lanzarote del Lago y de Perceval, todos ellos empeñados en la búsqueda del Santo Grial. Creado por Geoffrey de Monmouth, obispo de San Asaph, tuvo importantes epígonos como los libros como los libros de Chretien de Troyes, Wolfram von der Eschenbach y Godofredo de Estrasburgo.
El ciclo "Carolingio", atribuido a Turpin, obispo de Reims, autor de la Crónica, canta las gestas de Carlomagno y sus Doce Pares. A este ciclo pertenecen dos de las más afamadas novelas de caballería: primero la española "Amadis de Gaula", cuyo autor, García Ordoñez de Montalvo creó al "Caballero del León", Amadis de Gaula, personalidad fabulosa que reúne todas las cualidades de la integridad propia de los caballeros. Hijo de Perión, rey de Francia, y de Elisenda hija del rey de Bretaña, Amadis realiza sus proezas en España. Su amor por Oriana orientará su vida y por él saldrá airoso de todas sus empresas. "Amadis de Gaula" fue publicado entre 1508 y 1510. El segundo libro importante es "Orlando Furioso", poema del italiano Ludovico Ariosto. Curiosamente este libro mezcla elementos del ciclo Artúrico con el Carolingio. El argumento sucinto es la historia de Orlando amante desdichado de Angélica, el cual, por ella, descuida sus deberes de caballero y se hunde en la locura. Astolfo, hijo del rey de Inglaterra irá a la Luna a recuperar el frasco que contiene la razón perdida del héroe. La complejidad de los hechos narrados desafía la síntesis; muchos son los episodios y personajes en los que se mezclan lo sublime, lo horrible, lo cómico y lo maravilloso. En el ciclo greco-asiático los personajes son emperadores bizantinos, reyes de Trebisonda, Macedonia, Tesalia o Jerusalén.
Es curioso observar que una de las últimas novelas de caballería "Historia Famosa del Príncipe don Policione de Beocia", fue publicada en 1602, tres años antes que el Quijote.

De unos versos de Walter Scott extraemos esta reflexión:
"¡Una hora llena de gloriosa vida vale una vida mísera y sin honor!
Hoy voy a alejarme, en mi comentario, de la gentuza que me es habitual, canalla que si no fuera por la maligna repercusión que, inmerecidamente tienen en el devenir social, en el presente y en futuro de las personas, y en la historia de un país en otras épocas noble y digno de ocupación en el concierto internacional, habrían pasado por la vida como las maletas, sin pena ni gloria. Hoy no voy a hablar del vil Rubalcaba, de la traidora Chacón, del lerdo Rajoy, de los imbéciles de Gómez o Pepiño, de los amorales Trini, López, Sinde, Salgado o Camacho, del majadero de Sebastián, de los golfos del Supremo, o del Constitucional, o de la Fiscalía, o del CGPJ, la Policía de Rubalcaba, la chusma sindical o los cerdos del 15-M y etc, etc. y especialmente de los asesinos Montes, Pajín y Aido, porque hoy quiero hablar de una persona que les ha dado a todos una lección de profesionalidad, valor y humanidad que jamás serán capaces de encajar y ni siquiera de entender.
Ayer, una persona anónima, para su fortuna, cuyo sexo, credo, ideología, raza, idioma y lugar de nacimiento me importa un carajo, la doctora Cuesta, practicó una cesárea en una iglesia a una madre recién asesinada, salvando la vida de un feto que los anteriormente relacionados y varios millones de individuos más, hubieran matado siguiendo la consigna socialista de que un feto no es una persona.
Los seguidores de este blog saben que pertenezco a la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas, donde ostento el cargo, por el momento, de secretario general, algo de lo que me siento orgulloso y honrado y que me permite compartir espacio culto con médicos de una enorme calidad intelectual y humanística; catedráticos, profesores eméritos, académicos, y auténticas figuras del arte, de la novela, el ensayo, la poesía e incluso la música, personas, por lo general, de edad avanzada. Pero también, mi pertenencia a esta asociación me ha dado la oportunidad de encontrarme con pavos reales que se exhiben sin decencia, que alardean de sus bellos colores construidos con coloreadas plumas ajenas o que dedican su vida a blasonarse con el acumulo de títulos, diplomas, y nombramientos en sociedades, consorcios, cofradías, corporaciones, ateneos, círculos, federaciones, hermandades y logias, como los niños que coleccionan cromos y no es extraño que trás tanto papel no se encuentre una brizna de humanidad y, a veces, solo a veces, decencia. De todo hay en la viña del señor.
Pero, insisto, hoy quiero gozar con el placer, la satisfacción y el honor de pertenecer a la misma "raza" que la doctora Cuesta, humilde doctora Cuesta, como humildes eran los antiguos médicos rurales a quienes la sociedad debe tanto como a Marañón. Y este panegírico que dedico hoy a mi compañera, no tiene como motivación el acto médico que llevó a cabo; ella cumplió con su obligación, como a todos los profesionales nos ha tocado alguna vez atender a un accidentado en una carretera o a un enfermo en cualquier esquina (yo tuve que mantener junto con otro compañero que, casualmente, desayunábamos en la misma cafetería, con vida a un caballero que tuvo una brusca parada cardíaca, in situ, mediante masaje cardíaco y respiración artificial, sin más medios que nuestras manos, hasta la llegada del SAMUR hace cuatro o cinco años); con ello un médico cumple con una obligación que le alcanzará toda su vida, esté o no jubilado. Para mi el verdadero heroísmo de la doctora Cuesta radica en que actuó sin pensar en sí misma, en su seguridad y en las consecuencias que aquel acto quirúrgico, en un ambiente tan poco propicio, podían acarrearle, vamos, que llevó a cabo una intervención que entra dentro de la sanidad de guerra o de trinchera. Porque si todo hubiera salido mal, y pierde el feto, a la vez que la madre, es muy probable que la familia, asesorada por un abogado avispado se querellara contra ella por negligencia médica y un juez, de esos que nos tienen unas ganas locas, la condenara a cárcel y a pagar una millonada, arruinándola profesional, moral y personalmente. Eso si que es una persona con un par de cojones, aunque sea una mujer, solo comparable con Agustina de Aragón, Maria Farfá, Clara del Rey o Manuela Malasaña. Parece ser que Gallardón le va a colocar una medalla al mérito de no sé qué, naturalmente porque estamos pendientes de las elecciones, porque todo el personal que rodeaba al médico merece semejante reconocimiento y en modo alguno la ignorancia; de todas formas, por lo que a mí respecta la medalla se la pueden meter... digo colgar al juez Gómez Bermúdez que hace colección, la doctora Cuesta y sus compañeros, vuelan mucho mas alto de lo que puede lograrse cargado de chatarra.
¡Enhorabuena amiga! Que Dios te guarde para el bien de tus enfermos y nunca te amilanes por la maldad de la gente, algunos siempre estaremos a tu lado; y abrazos a tus compañeros de parte de un médico en la frontera de la jubilación.
Gustavo Le Bon nos dá la medida de esta reflexión mía con las palabras justas:
"El heroísmo puede salvar un pueblo en circunstancias difíciles, pero es la acumulación diaria de pequeñas virtudes la que determina su grandeza".

Feliz fin de semana.

1 comentario:

Ramiro dijo...

Para saber que enloqueció al Quijote hay que saber que dicn los libros d caballerís, especialmente al que cita 32 veces y empieza y acaba con él, Amadís de Gaula":

http://ramiropinto.es/escritos-literarios/ensayos/amadis-de-gaula-2/