lunes, 4 de julio de 2011

Nos ha faltado, en el relato que ayer hice, de las consecuencias de la Gran Guerra del 14, la dramática contabilización de las victimas, y no quiero pasar de largo sin incidir en ello. La guerra supuso una movilización de 65 millones de combatientes, de los que 28 millones fueron bajas entre muertos y heridos (la mayoría mutilados). El desglose de las bajas por países fueron: Alemania 1.800.000 muertos; Austria-Hungría 922.000 muertos; Francia 1.360.000 muertos; Británicos 908.000 muertos; Rusia 1.700.000 muertos; Italia 462.000 muertos; Turquía 325.000 muertos; EEUU 50.000 muertos; Bélgica 14.000 muertos; Serbia 707.000 muertos; Rumanía 335.000 muertos; Grecia 5.000 muertos; Portugal 7.000 muertos; Montenegro 3.000 muertos; Bulgaria 76.000 muertos. Y finalmente bajas civiles de todos los países 6.600.000 muertos, lo cual nos da un total de 15 millones 300 mil personas.
Pero he aquí que, para mayor desgracia de ese primer cuarto del siglo XX, se produjo, en el año 1929 un desplome de la bolsa neoyorquina, de características estremecedoras (los suicidios de los industriales y magnates del dinero americanos arruinados, se producían, con tal frecuencia que era imposible contabilizarlos) cuya influencia y alcance, recorrió el mundo entero, empobreciendo a los países ricos y arrastrando a la penuria más extrema a aquellos que se encontraban en mala o muy mala situación, como era el caso de Alemania, a la que le habían despojado de las tierras más ricas, y de su tejido industrial, dejándola sin posibilidad de levantarse.
Ante esa situación, la misma que en Rusia condujo a la revolución bolchevique, como "única solución", el miedo a que en alguno de estos países se produjera el avance del comunismo, que ya estaba haciendo mella entre los trabajadores (Alemania se puso en 5 millones de parados, y sin esperanza), empezó a resucitar un socialismo nacionalista, que prometía el ensalzamiento del honor y los valores de un imperio patriótico, que salvaría a algunas naciones de la inminente ruina devolviéndoles la dignidad nacional. Y aquel discurso prendió, precisamente en dos países, cuya historia como nación unificada no alcanzaba mas que 60 años de historia: Alemania e Italia. Italia, básicamente, y a pesar de su errática postura en los primeros meses del conflicto, se sentía menospreciada, ya que sus aspiraciones territoriales (sobre todo Dalmácia) no habían sido satisfechos en la firma del tratado de Versalles, por oposición de los aliados, quienes, ademas, apenas contaron con el país de la "bota" en el reparto de la rapiña de posesiones extraeuropeas. El resentimiento en Italia, que se consideraba heredera del Imperio Romano, era monumental, hasta el punto de que se decía que habían ganado la guerra pero que habían perdido la paz. Y ahora, como a los alemanes, "no les faltaba más que un gobierno comunista", que se dedicara a repartir lo que ya habían perdido irremisiblemente. Como ya comenté en otra ocasión, en Europa, durante estos 20 años de proselitismo desde Moscú, o se era comunista o se era anticomunista. Pero había que tomar una postura urgente, ante el caos socio-económico en que se estaba viviendo. Y se tomó.
Y ahora una anécdota para quitarle hierro al drama bélico: Es conocido que un hermano de Francisco José I, emperador Austro-Húngaro hasta esta Primera Guerra Mundial, fue emperador de Méjico. ¡Si señor! Veamos: Yo creo que los mejicanos no han dado pie con bola cinco años seguidos desde los imperios Azteca y Maya. Quizás deslumbrados por el brillo de la coraza de Hernán Cortés, tenían una asignatura pendiente para sentirse importantes. Méjico obtuvo su independencia de España en 1821, constituyendo una república, en la que, aparte de un escaso reten español, allí metieron mano los ingleses (¿Donde irá el buey que no are?), y los franceses, del rey Napoleón III (Porque los franceses, mucha revolución, pero tenían sus días, en que lo mismo adoraban a la diosa Razón, que a un emperador, que a una república, que a un rey, que a otra república, que a otro rey... y así. Algún día hablaremos de los gabachos).
En 1861 los ingleses se fueron, quizás porque no había mucho que rapiñar, momento en el que, a pesar de la orden que recibió de meter a los mejicanos en vereda, el general Prim, se negó, diciendo que él no tenía sus tropas en el Caribe para masacrar a pobre gente que sobrevivía a duras penas (y siguen así), a resultas de lo cual la reina Isabel II le tomó una manía mortal, y viceversa. El caso es que España también se fue, pero a los franceses no había quien los sacara de allí, mangoneándolo todo, persiguiendo a los republicanos del presidente Juarez, hasta el punto de que importaron un "emperador" para México, que resultó ser el hermano de Francisco José I de Austria, y que reinó de 1863 a 1867, con el nombre de Maximiliano I. No me digan que tambien los franceses no son unos horteras de calidad. Por eso, en las películas del Zorro, se ven unos destacamentos de soldados con coraza, casco con plumas (que en aquel clima debía ser un tormento atroz), lanza en ristre y facciones de indios.En fin que por hoy dejaremos la historia con esta cotillería.

Al parecer en el Congreso de los Diputados se han puesto serios con el asunto de la vestimenta, principalmente de los "periodistas"que asisten a llevar a cabo su trabajo. Y no me extraña, pues en mi experiencia en actos institucionales, tanto privados como oficiales es que la gente que se manda a cubrirlos da asco. Una piara de jovencitos con cámaras de fotos o de cine o artilugios de sonido, vestidos de guarros, seguramente porque para moverte en el mundo del "arte" hoy día, hay que exhibir tu progresía, tu cursilería y la mayor horterada posible. Pues esta es la calidad de la juventud que se ha formado en nuestro regazo; este es su nivel de respeto: los del botellón, las gafas oscuras de noche, la visera en el cogote, los pantalones colgando de las corvas, el aspecto de cerdos, la violencia como único medio de expresión, los que asaltan las piscinas a traves de las rejas, los que no respetan nada: acuden a la consulta con camiseta de tirantes y tutean al médico, y en definitiva los del cerebro vacío y que llevan a cabo una tarea que podría hacer un chimpancé bien entrenado, y que llaman arte.

Y hoy me voy a permitir rememorar al tramo final de una magnífica obra de teatro, original de uno de los genios de la lengua castellana, Carlos Arniches, que en “La Señorita de Trevélez”, escrita en la primera mitad del XIX, ya hacia referencia a esa juventud vacía de contenido moral, espíritu estudioso e ilustrado, y lamentábase en estos términos, por boca de su personaje Don Marcelino que intenta desterrar de la justa cólera de Don Gonzalo, la idea de matar de un pistoletazo al culpable de su dolor y el de su hermana, víctimas de una burla tramada con la simple finalidad de divertirse:

<< Cálmate, Gonzalo, cálmate. ¡No vale la pena! ¿Qué habrías conseguido? ¡Matar a Guiloya!, ¿y qué?... Guiloya no es un hombre; es el espíritu de la raza, cruel, agresivo, burlón que no se ríe de su propia alegría, sino del dolor ajeno. ¡Alegría!... ¿Qué alegría va a tener esa juventud que se forma en un ambiente de envidia, de ocio de miseria moral, en esas charcas de los cafés y de los casinos barajeros? ¿Qué ideales van a tener estos jóvenes que en vez de estudiar e ilustrarse se quiebran el magín y consumen el ingenio buscando una absurda similitud entre las cosas más heterogéneas y desemejantes?... ¿En qué se parece un membrillo a la catedral de Burgos? ¿En qué se parece una lenteja a un caballo al galope? Y, claro, y luego surge rápida esta natural pregunta: ¿En qué se parecen estos muchachos a hombres cultos interesados en el porvenir de la patria? Y la respuesta es tan desconsoladora como trágica… ¡En nada, en nada; absolutamente en nada!... calma tu justa cólera y piensa, como yo, que la manera de acabar con este tipo tan nacional del guasón es difundiendo la cultura. Es preciso matarlos con libros, no hay otro remedio. La cultura modifica la sensibilidad y cuando estos jóvenes sean inteligentes ya no podrán ser malos, ya no se atreverán a destrozar un corazón con un chiste, ni amargar una vida con una broma…>>

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