miércoles, 13 de julio de 2011

El proyecto de Adolf Hitler, era reconstruir el antiguo Sacro Imperio Romano Germánico, conjunto de reinos, que administraba un emperador, y que procedía del territorio oriental de lo que fue el Imperio Carolingio (creado por Carlomagno) tras dividirse en tres partes. Tiene su origen en el año 962 y termina en 1806, de la mano de Napoleón. A este propósito, ya de por sí paranoico y anacrónico, se unía en la mente del Fürher, el mundo esquizofrénico de la mitología germana, (de donde procede la idea del poder de la raza) y escandinava (valorando las epopeyas de héroes como Sigfrido, cuyos enemigos (los judíos) trataban de robar el tesoro de los Nibelungos, con el que él se hizo después). Esto parece un estudio rebuscado, pero realmente la idea era que para salvar a Alemania del oprobio, reconstruir el Imperio Germánico, y vencer a sus enemigos, el pueblo teutón habría de marchar unido junto a su líder, hacia el combate, hasta la última gota de su sangre.
En esta esquizofrénica tarea y para empezar, Hitler quería anexionarse Austria, como parte de aquel Imperio. Él había nacido en Austria, pero en la época del Imperio Austro-Húngaro, y odiaba la diversidad étnica de aquel amasijo de magiares, friulanos, eslavos, judíos, bosnios, checos, transilvanos, ladinos, eslovenos, bucivinos, etc., a los que consideraba gente únicamente útil para servir de esclavos a la raza dominante. Pero ahora, Austria, despojada de aquella "chusma", debía pertenecer al Imperio Germano. Y se la anexionó, sin gastar una bala. El resto del mundo ni respiraba puesto de perfil.
En fin, pues ahora toca anexionarse la región checa de los Sudetes. Pero los ingleses y franceses sordos, mudos y ciegos. En realidad, pensaban, este hombrecillo, que no tiene media torta, trata de sobrevivir, y la verdad es que fuimos muy duros con Alemania tras la Primera Guerra Mundial, de modo que ni caso. Pero las manifestaciones patrióticas de miles y miles de camisas pardas, y los desfiles militares, en las ciudades alemanas, no paraban de producirse "in crescendo", y aquello comenzaba a desazonar la templanza del más imperturbable. Que Hitler llevaba años fabricando armamento en las factorías de maquinaria agrícola, era algo conocido, pero tolerado. No obstante, y por si las moscas, el cretino del primer ministro inglés, Chamberlain, salió corriendo a reunirse con el Fürher, para alcanzar un acuerdo de no agresión, y volvió a Londres con un papelito, que mostraba, tan ufano y tan contento. Entre tanto, el presidente francés, Lebrun, y su primer ministro, Daladier, pendientes del mundial de fútbol que se celebraba ese año en el país del Sena, no podían estar a todo. Bueno, pues si aquí nadie dice nada, Hitler se anexiona Checoslovaquia entera, sin pegar un tiro. Con ello se hace con las fábricas de armas checoslovacas y consigue dar el gran salto, ya que, en realidad, todas las demostraciones de fuerza, la noche de los cristales rotos, etc. no era más que teatro, pues la fuerza militar de Alemania, aún era muy pobre. De hecho, si los checos le hubieran plantado cara, y los aliados les echan una mano, Hitler, no solo no atraviesa la frontera, sino que se hubiera conseguido desbaratar todo su proyecto expansionista (Lebensraum, decían ellos).
En estos primeros tiempos del conflicto, Adolf Hitler, todavía se dejaba aconsejar por sus más eficaces generales. Construyó una aviación espectacular, siguiendo la directriz de Göring; Una armada submarina (que a punto estuvo de ganar la guerra) mandada por Karl Dönitz y una infantería, la Werhmacht, con apoyo de divisiones enteras de carros blindados de última generación, cuya táctica de combate había cambiado por indicación del general Guderian, de avance rápido, que se conoció como Blitzkrieg, o "guerra relámpago", que descompuso las defensas enemigas, todavía acostumbradas a la guerra de trincheras de las Gran Guerra.
El paso siguiente: invadir Polonia, para lo cual, los ministros de asuntos exteriores alemán y soviético, Ribbentrop y Molotov, se reunieron para alcanzar un acuerdo, no solamente de no agresión, sino de reparto de Polonia, y algunos otros despojos europeos. El pretexto fue que los polacos, en una noche oscura, cuyo silencio solo desgarraba el aullido del lobo, cruzaron la frontera y asesinaron a unos centinelas alemanes, que en su puesto fronterizo, tomaban un cafelito y charlaban a la luz de una hoguera, ajenos a la traición de que iban a ser protagonistas. En realidad aquellos atalayeros fueron asesinados por los Escuadrones de Defensa o Schutzstaffel, más conocidos como las SS. Polonia fue invadida el 1 de Septiembre de 1939, y barrida sin compasión en unos días (eso sí con la ayuda de Stalin). Ese día comenzó la Segunda Guerra Mundial.
Aquello ya preocupó a los flemáticos occidentales que le advirtieron al führer que "eso no se hace porque está muy feo"; y ese fue todo el entusiasmo que aplicaron en defensa del pueblo polaco. Polonia cayó, Alemania recuperó el pasillo de Danzig, que les fue sustraído en el acuerdo de Versalles y, ahora, con aquella salida al mar del Norte, a ver quien le paraba. La suerte de Europa estaba echada, y ellos mismos se lo habían buscado.


Louvel, el asesino del duque de Berry, declaró reiteradamente, y en realidad era cierto, que tan solo le había impulsado al crimen su afán de exterminar los Borbones, a quienes consideraba como traidores a Francia, por haber vuelto a la patria bajo la protección de sus enemigos, con los cuales, además, había hecho causa común durante mucho tiempo. Eligió para comenzar su causa exterminadora al duque de Berry, hijo segundo del conde de Artois (Carlos X), que por cierto vivía desde su matrimonio (1816) completamente alejado de la política. Ante el tribunal que le juzgó a Louvel por haber asesinado al duque a la entrada de la ópera, donde tuvo que escuchar repetidamente la acusación de "cobarde asesino", replicó de esta forma:
"¡Cobarde, cobarde!... Usted no sabe el valor que se necesita para matar a un hombre que nunca nos ha hecho daño". Finalmente fue ejecutado el 7 de Junio de 1820.
No paro de preguntarme que espíritu armígero pueden exhibir los heroicos "luchadores de la patria vasca", o lo que es lo mismo los asesinos, tanto los que aprietan el gatillo como los que recogen las nueces o los que miran para otro lado, convencidos de que se están beneficiando de esa sangre (todos los vascos, entre ellos el clero vasco y catalán), cuando una de las exigencias del honor del guerrero es el respeto al enemigo; el mismo ejército alemán, en la segunda guerra mundial manifestaba un deferente respeto por sus enemigos muertos, claro que las hordas marxistas estalinistas, al igual que las SS no; es decir que de la izquierda aberchale y el nazismo requeté no puede esperarse nada honorífico. Que estos asesinos, andrajosos y descerebrados sean capaces de celebrar el asesinato de una persona a la que arrodillaron, maniatada a la espalda, y le levantaron la tapa de los sesos, hecho de un valor capaz de fortalecer el orgullo de cualquier cabestro, 14 años despues, dice mucho de la virtud honorífica de un pueblo, de una raza, de una tribu de salvajes a los que la civilización no ha llegado, ni siquiera la residual que quedó en la Hispania romana, imperio todopoderoso y cruel pero que, al menos, no pagaba a traidores.
La chusma vasca y aquellos que la corean, los zapaterinos, rubalcábicos, peneuvistas y demás especies difíciles de catalogar por el mismísimo conde de Buffón, aunque quedan englobados en el orden de la canalla traidora a la patria de sus antepasados ya van consiguiendo apoderarse de una parte de España que, regada con sangre, solo podrá producir frutos juveniles podridos. Más nunca podemos olvidar que el odio nunca es selectivo, de modo que ¡sotanas, mucho ojito! Que se siguen encontrando zulos con armas preparadas para atentar contra el gobierno del PP, y aquellos que Rubalcaba y su policia ha señalado como víctimas. Las nauseas que provoca el PSOE en el momento actual han llegado al mismísimo Felipe González que afirma que se considera militante pero no simpatizante (aunque de este tampoco puede fiarse uno ni un pelo). Claro está, este es un barco que se hunde a toda prisa y las ratas están de estampida, aunque las víboras del hacha permanecen.
Zorrilla, en el acto I de "El Zapatero y el Rey", hace la siguiente meditación:
"La venganza es, hijo mío,
de maldición una piedra,
que tarde o temprano vuelve
contra el mismo que la suelta".

Buenas noches.

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