sábado, 10 de marzo de 2012

En 1859 es ahorcado el abolicionista norteamericano John Brown. Este luchador por la libertad nació en Torrington (Connecticut) en 1800. Era descendiente directo de uno de los pasajeros del Mayflower. En su errática juventud desempeñó los más diversos oficios. Profundamente creyente, tomó conciencia de la inmoralidad que supone la esclavitud, en 1849, cuando estuvo viviendo en una colonia de negros ubicada en North Elba (Nueva York).
Intentó formar un estado en los Apalaches para los esclavos liberados. Para ello asaltó el arsenal de Harper´s Ferry (Virginia). En el transcurso de la escaramuza murieron dos de sus veinte hijos y él mismo resultó herido de gravedad. Fue detenido y encarcelado. En el posterior juicio se le condenó a la horca, acusado de sedición. La sentencia se cumplió en 1859. A partir de ese momento, John Brown es recordado como un mártir por la igualdad y los derechos humanos.


Anatole France en "La Azucena Roja" hace reflexionar a su protagonista Teresa en los siguientes términos:
"Sin duda, no había llegado a la embriaguez del ensueño; pero ¿se llega alguna vez?".
Muy despacito, sin precipitación, sin que nadie se percate (bueno yo si) o sin que nadie quiera verlo, que es otra forma de vivir "en paz", las autoridades nacionales, los gestores, los políticos que velan por nuestros intereses (empezando por el Jefe del Estado), van introduciendo una "legalidad" conveniente y necesaria mediante un ritual de desconcierto, como si se tratara de la admisión de un nuevo miembro en una logia francmasónica, que presente a los asesinos vascos (es decir a los vascos) y a los partidos políticos que les pasan la mano por el lomo (el Lehendakari es del PSOE y está promocionando la operación), como miembros de derecho legalizado de un movimiento para conseguir la "paz" en Vascongadas. Y en este apaño, que dicen democrático, esta incluido Rajoy que, mirando para otro lado va deslizando la manita por detrás para el apretón que firmará la legitimación de los asesinos (es decir los vascos), su paso a la política regional y nacional y, a medio plazo, la independencia, que ven inevitable, de los de la chapela.
¿Y con los catalanes? Pues algo de lo mismo, porque todos los partidos, el PP incluido, apoyaron un estatuto, que resulta que ampara cualquier tropelía independentista incluso negarse a cumplir una ley que es obligada para el resto de España, y que ha significado, desde su redacción, la carga del cañón con todo tipo de metralla y explosivos; ahora solo queda prender la mecha, cuando los sátrapas catalanes, y los que miran para otro lado, crean que la sociedad está "madura", es decir mechada para tal fin.
Pero todas estas cosas hay que hacerlas despacito, aunque también pueden hacerse a lo bestia y no pasaría nada. La prueba es el comportamiento de los sindicatos que dirigen el navegante de lujo y el eslabón perdido. No nos engañemos (y esto es información para los lectores extranjeros), la guerra civil que tuvo su inicio en 1936 continúa en nuestros días; la izquierda se abalanza hacia las barricadas contra la "derecha fascista" al grito de ¡no pasarán! ¡no gobernarán! ¡hay que atarles las manos, como a Coro Cillán y promocionar a Garzón! ¡hay que darles el paseillo en las tapias del cementerio, que para eso está la policía de Rubalcaba y la prensa, incluida TVE, adicta al PSOE!... ¡Camaradas, están mansos como lo estaban los judíos del gueto de Varsovia! ¡Acabemos con ellos! ¡No dejéis ni uno! ¡Seguid apoyando a la banca, como hasta ahora, y que parezca que los banqueros son fascistas de la derecha! ¡matad fachas y forraros mientras (el antiguo derecho de las tropas al saqueo de los pueblos conquistados)!... Pero estos lo hacen muy a lo bruto, y las cosas bien hechas deber llevarse a cabo despacito, silenciosamente, sin que nadie se dé cuenta (menos yo).
La Rochefoucauld afirmaba, con toda convicción, que:
"A veces es menos duro ser engañado por quien se ama que ser desengañado".

Feliz fin de semana.

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