jueves, 29 de marzo de 2012

El primer día del año 1503 los Reyes Católicos establecen en Sevilla la Casa de Contratación, organismo proyectado para controlar el comercio con el Nuevo Mundo. Inspirado probablemente en el Consulado de Burgos y en el sistema comercial monopolístico portugués, en un principio funciona como una delegación del monopolio comercial de la Corona de Castilla con las tierras recién descubiertas. Posteriormente, y debido a la ampliación del panorama americano, es destinado a fiscalizar todo lo referente al tráfico indiano. En el transcurso del siglo XVI, su época de mayor esplendor, se fijan sus ordenanzas y pasa a depender del Consejo de Indias. El personal de la Casa se compone de un factor, encargado del aprovisionamiento e inspección de los buques, y de la compra y expedición de mercancías, un tesorero y un contador-secretario.
Hasta 1680, en que cede su supremacía a Cádiz, Sevilla es sede de la Casa; en ella se almacenan, para su transporte a Indias, las mercancías nacionales y extranjeras, y a ella regresan los galeones repletos de productos de ultramar.

Enrique Heine en "Cuadros de Viaje" vol. V, reflexionaba:
"La verdadera locura es tan rara como la sabiduría verdadera. Quizá no sea, en el fondo, otra cosa que la sabiduría misma, que cansada ya de saberlo todo y de descubrir las vergüenzas del mundo ha tomado la sabia resolución de volverse loca".
Tema de hoy: "La Rabia". Según el diccionario: "Enfermedad que se produce en algunos animales y se transmite por mordedura a otros o al hombre, al inocularse el virus por la saliva o baba del animal rabioso", a lo que podemos añadir que se trata de una "antropozoosis virásica, caracterizada por producir graves alteraciones en los centros nerviosos y glándulas salivares". En las personas mordidas por un animal rabioso, única vía de contagio, se producen los siguientes síntomas de manera progresiva: depresión psíquica, mal humor, trastornos de la fonación, excitación, espasmos de la musculatura, respiración irregular, sialorrea espumosa (babas espumosas que gotean de la boca), espasmos de los músculos laríngeos con la ingesta de agua (por lo que los médicos conocemos a esta enfermedad como hidrofobia o "manía al agua" que se desencadena con solo ver el líquido elemento), excitación, furor mental... y muerte por parálisis de los músculos respiratorios.
Bien ya estan encerrados los cabestros; los muertos vivientes han regresado a sus tumbas tras el amanecer del nuevo día; los animales rebiosos han sido controlados sin que consiguieran, a pesar de intentarlo, morder a nadie. En realidad no cabe la menor duda que la situación de alarma entre las hordas rojas improductivas pero bien comidas, bebidas y fumadas resulta un termómetro político del estado de la opinión ciudadana mucho más fiable que las mismísimas elecciones (en las pasadas elecciones andaluzas la abstención alcanzó el 40% y en las generales casi el 30% lo que dificulta conocer la real opinión de los ciudadanos), porque cuando las fuerzas de izquierda, fracasadas hasta las últimas consecuencias durante las dos pasadas legislaturas, estan en la actualidad que muerden, que sueltan espumarajos, que atacan a los pacíficos ciudadanos, insultan, gritan y aspavientan... es decir que rabian, es prueba de que la reforma del PP, que a mi me está haciendo la puñeta, todo sea dicho de paso, está acertando, bien porque lleva el camino de resolver a medio plazo problemas que ellos no tuvieron huevos para resolver, dejándoles con el culo al aire, o bien porque contemplan que finalizada la legislatura habrá más ciudadanos contentos con la política de este gobierno de los que a ellos les gustaría, y nadie recordará la amargura de estos principios y su apretada de cinturón. De modo que, cuando vean a un elemento simiesco por la calle echando espumarajos por la boca, atacando a todo el mundo entre espasmos, gritando y golpeando los comercios, o está contagiado de hidrofobia por mordedura o de rabia incontrolada por resentimiento ante la evidencia de su fracaso como progre activista; en cualquier caso aléjese de él o ella porque no es gente feliz.
Una preciosa redondilla de Lope de Vega vendría al pelo como colofón de este comentario para dejarnos un sabor dulce en el paladar:
"¿Que me queréis, alegrías,
si me venís a alegrar?
Pues sólo podeis durar
hasta saber que sois mías".

Buenas noches.

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