Una vez que hemos tocado, de pasada dos relevante peripecias revoltosas durante la Guerra de la Independencia, vamos a comenzar el pequeño análisis de otros pronunciamientos y rebeliones, más o menos sangrientos.
De todos es sabido, porque ya se ha encargado la progresía y la estupidez opinante, la misma que mantiene que José Bonaparte hubiera sido un magnífico rey, liberal, moderno y hasta demócrata, que el 19 de Marzo de 1812, fue promulgada una Constitución, (conocida como la Pepa, por nacer el día de San José) de corte liberal, redactada por un grupo de diputados en Cortes, que no todos, junto con algún voluntario añadido, desde la ciudad de Cádiz, porque no podían escapar más lejos y porque se encontraban apoyados por la armada inglesa, a la sazón enemigos de Napoleón, que no amigos de España (nunca lo han sido. Los franceses tampoco, cuyo odio a los españoles durante las últimas décadas, ha propiciado el asesinato por parte de ETA de muchos compatriotas, al ser estos asesinos comunes, brazo armado de la mafia vasca, refugiados allende los Pirineos ).
La historia dice que estuvo vigente dos años la susodicha Constitución; ¡sería en Cádiz!, porque en el resto de la nación lo más parecido a un poder legal fueron las Juntas de Gobierno, que marchaban cada una por su cuenta, sin relación entre ellas, siendo la mayoría de la resistencia organizada por grupos de asaltantes de caminos, bandoleros y delincuentes, mandados por un cabecilla que solía ser el más bestia. En realidad solo el, ya anciano, conde de Floridablanca, uno de los más eminentes estadistas de la España de los últimos 200 años (o más), quien intentó unificar aquel caos político en una autoridad eficaz y efectiva, sin conseguirlo. Mientras los "representantes del pueblo", redactaban aquella constitución inútil, mientras degustaban el pescaito frito, observando en el horizonte las velas de los navíos ingleses que ahora les inspiraban seguridad, aunque, pocos años antes habían destrozado a la armada española, sin dificultad, allí mismo, frente al cabo de Trafalgar, el pueblo español se desangraba inútilmente entre el desorden y la anarquía.
Pues bien, el 12 de Abril de 1814, salió a la luz el conocido como "Manifiesto de los Persas", redactados por casi 70 diputados de los de Cádiz (no todos), para pedirle al traidor de Fernando VII que volviera a ocupar el trono y no hiciera ningún caso de la Constitución redactada con tanto boato en la "Tacita de Plata", con lo cual, a los diputados que no firmaron este manifiesto, les dejaron con el culo al aire ante el rey felón. Así es el español, más peligroso como traidor, sectario y mentiroso (¡Eh José Luis!) que como golpista.
Mañana seguimos.
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