domingo, 30 de mayo de 2010

Siguiendo el relato del incómodo reinado de Fernando VII, ahora el golpe de estado le tocaba al coronel español Joaquín Vidal, considerado también un miembro activo del bando liberal, pero monárquico sin dudas. Junto con grupos levantiscos de su línea de pensamiento, intentó protagonizar en varias ocasiones diversas sublevaciones, con estrepitoso fracaso, para forzar la implantación de la Constitución de 1812, aunque todavía no consigo entender por que procedimiento lo iba a conseguir desde Valencia, salvo que fuera apoyado por poderes fácticos ocultos, fácilmente reconocibles.
Bien, pues como no consiguió derrocar al rey felón, ( porque lo de la famosa Constitución de Cádiz, empieza a parecer un camelo que solo servía de pretexto, dada la manera de actuar de estos salvadores de la patria) no se le ocurre otra idea que proponer como rey al hermano del monarca, Carlos Maria Isidro de Borbón, y tengamos en cuenta que hasta 1830, Fernando VII no se decidió a desempolvar la Pragmática Sanción, anti sálica que el cortito de su padre, Carlos IV, redactó de manera muy medrosa, como todo lo que hacía, pero nunca se llegó a aprobar en Cortes. De modo que semejante propuesta resultaba un gratuito embeleso, un recurso de cara a la galeria, un canto al sol o un derecho al pataleo.
Por supuesto este descerebrado proyecto fue descubierto, como no podía ser de otro modo, y descubiertos sus implicados que tras una escaramuza, en la que resultó muerto Joaquín Vidal, fueron apresados y finalmente ejecutados.
Pero fastidiar, fastidió lo suyo, porque al infante Don Carlos ya le habían puesto la zanahoria en el hocico, cuyo rastro nunca perdería, dando lugar, finalmente, a las guerras civiles conocidas como Carlistas.
Pero de ello ya hablaremos en su momento.

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