sábado, 22 de mayo de 2010

El tránsito entre los siglos XVIII y XIX resultó para la nación española uno de los dramas más importantes de su história.
Los franceses, que son muy dados a la mentira, y habitualmente procurando que resulte a favor de su nación, chauvinismo le llaman, tuvieron un siglo XIX de órdago a la grande. Resulta que hicieron una revolución asesina, de dramáticas consecuencias sociales y políticas, que ahogaron en sangre de manera injustificada, al estilo de lo que pretende ahora Zapatero, con la diferencia de que la diosa Razón de los gabachos, aquí se ha sustituído por la diosa Estulticia, y con la que pretendían establecer una república "popular", diseñada por una aristocracia intelectual, que no por el pueblo llano, vamos como siempre, para finalmente ser devorados por sus propias logias, pues que terminan entregando el poder a un militar que se corona emperador a sí mismo: Napoleón.
Este dictador, sin duda hábil militar en el campo de batalla, pero un desastre en política, desenterró una "memoria histórica", que en aquel momento, y en Francia, no era otra cosa que la tradicional enemistad con los Ingleses, a los que declaró la guerra (eso significa a los intereses británicos, ya que cruzar el canal de la Mancha siempre ha sido una empresa harto difícil, y si no que se los digan a Felipe II o a Hitler. Si acaso son ellos los que cruzan sus ejércitos al continente), lo que implicaba atacar a sus aliados continentales, entre otros a Portugal.
Pero para atacar la tierra del fado había que pasar por España, de modo que, aprovechando que Napoleón era un lince y Carlos IV un imbécil, con este pretexto de acometer a los lusos, obtuvo permiso para atravesar el reino español, y de paso montó un zipi zape que acabó con la familia real española secuestrada en Francia, el hermano de Napoleón, José, para nada un liberal como se pretende, sino una marioneta del emperador, ocupando el trono español, los ejércitos franceses masacrando al pueblo hispano, y estos defendiendo el suelo patrio, que no supieron ni quisieron defender los reyes, mediante el sistema de guerra de guerrillas, ya que el ejército español, con las históricas y heroicas excepciones que conocemos, tiró la toalla (como ahora el JEMAD, vamos), dando por buena la invasión.
En los libros de historia este evento se conoce como Guerra de Independencia, a partir de la cual los males político-sociales españoles no han terminado de sucederse. Con este motivo comenzaron a tomar forma movimientos sediciosos, normalmente encabezados por algún militar, que alcanzó a ser la seña de identidad de nuestra política durante alrededor de dos siglos.

A propósito de la invasión francesa, y para dar algún comienzo a nuestro propósito, conocemos el Motín de Aranjuez, y el levantamiento del 2 de Mayo de 1808, este de corte popular, y en la capital del reino; quizá deberíamos comenzar comentando estos dos.
episodios, puesto que son las dos primeras insubordinaciones notables ocurridas en el siglo.
El motín de Aranjuez, así llamado, fue la revuelta del pueblo, que asaltó el palacio de Godoy, en esta localidad, oficialmente descontentos por las decisiones del memo de Carlos IV, que condujeron a la invasión de España por las tropas francesas; de ello culpaban al "valido" de los reyes, Manuel Godoy, cuyos consejos seguía Carlos IV a rajatabla. Pero la verdad fue que el canalla del Príncipe de Asturias, es decir su hijo, montó todo el follón, con el apoyo de buena parte de la aristocracia y el clero, liando al pueblo como borregos (como siempre), para conseguir hacerse con la corona, y luego traicionar a aquel mismo pueblo. Y lo consiguió, pues su padre, asustadito, abdico en él, que pasó a reinar (cuando le dejó Napoleón, claro) como Fernando VII, y conocido por las gentes como "El Rey Deseado", que ya tiene narices.
La segunda peripecia que vamos a reseñar se conoce como el levantamiento del 2 de Mayo, ocurrido en Madrid, contra las tropas francesas, algo de sobra conocido, pero en cuyo episodio vamos a resaltar que solo tuvieron participación señera un puñado de militares: el comandante Daoiz, el capitán Velarde el teniente Jacinto Ruiz y algunos oficiales, suboficiales y soldados de servicio en el cuartel de artillería de Monteleón, que se negaron a acatar la orden de sus superiores de rendirse a las tropas del chulo de Murat sin luchar. El resto del ejército español, hoy día, habrían apoyado la traición del bar "Faisán" sin el menor rubor. Solo consiguieron la muerte en el enfrentamiento, y el reconocimiento de personas como yo, ya que su rebelde testimonio ensalzaba y manifestaba su juramento en defender la Patria, mucho más elevado al de obediencia a sus superiores.
Mañana seguiremos desmigando rebeliones del XIX.

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