domingo, 18 de julio de 2010

Desde el desastre de 1898, con la pérdida de las colonias, y lo que económicamente representaba para el país y para la burguesía industrial, principalmente la catalana, es decir la masonería, esta región no dejó en ningún momento de echar leña a un fuego que amenazaba con abrasar la monarquía española desde antes de comenzar el reinado de Alfonso XIII.
Si a eso añadimos la misérrima situación social, la ausencia de una industria mínimamente competitiva, el azote marxista leninista, y la guerra de Marruecos, la nación caminaba hacia una guerra civil indefectiblemente.
Y sería la desastrosa campaña del Rif, trufada de desatinos, penosas acciones militares y traiciones, lo que condujo a una situación tan inestable y tambaleante de Alfonso XIII, que no tuvo más remedio que aceptar un golpe de estado del general de Cataluña Miguel Primo de Rivera, en 1923, aunque se mantenía la figura del monarca. ¡Otro golpe de estado!
Primo de Rivera, en primer lugar resolvió el conflicto de Marruecos, en 1925, que, a pesar de todo, no dejó satisfecho a nadie, pues la alegría del fin del conflicto, que había durado un cuarto de siglo, quedaba ensombrecida por las gravísimas secuelas que había arrastrado en vidas y capital.
Ahora D. Miguel tenía que elegir el camino de reconstrucción, y eligió bien desde el punto de vista económico, pero mal desde el punto de vista político y social. Consideró primario la construcción de infraestructuras, carreteras, ferrocarriles, pantanos, industria... Y posiblemente ese fuera el camino, pero cuyos beneficios llegarían al pueblo, cuando menos a medio plazo, y la miseria no permitía ni un día de plazo, algo que les venía de perilla a la presión de izquierdas, tanto sindical como partidista. A ello habría que añadir la oposición a Primo de gran parte del ejército y del mundo intelectual, lo que condujo al rey a destituir al golpista.
Ahora, Alfonso XIII se había quedado solo, y los errores que cometió a partir de este momento acabarían con su reinado. Al rey, todo el mundo le acusaba de todo, y su acción no podía ser más errática. Se produjeron varios pronunciamientos militares, que no llegaron a prosperar, y la aristocracia y la derecha tradicionalista le abandonó, acusándole de no detener las pretensiones populares, cada vez más "impertinentes".
En definitiva, que el 12 de Abril de 1931 se celebraban elecciones municipales, para nombrar alcaldes y concejales en toda España. Para presentarse a los comicios se asociaron todos los partidos republicanos (hoy día no figuran, como tal, en nuestro espectro político).
En el cómputo general triunfaron los partidos conservadores y monárquicos, pero en las capitales resultaron más votados los partidos republicanos (debido a que los tradicionalistas y la aristocracia, quisieron "castigar" al rey sin presentarse a votar).
En realidad, aquí debía haberse quedado la cosa, en el nombramiento de los distintos concejos, que es para lo que se había votado, pero la acción política de las izquierdas, los republicanos y un buen grupo de intelectuales, sobre todo estos, le dieron a estas elecciones carácter de plebiscito, que no habían ganado, por cierto, y dieron UN GOLPE MILITAR más, declarando instituida la Segunda República. ( Ahora Zapatero quiere dar, igualmente, carácter plebiscitario al hecho de que algunos catalanes, sin contar con el resto de la nación, votaran a favor de un estatuto independentista, para darlo por bueno, saltándose todas las legislaciones que sean necesarias, a pesar de tener controlados todos los altos tribunales de la nación).
Concretamente los intelectuales que impulsaron aquel Golpe de Estado, de la categoría de Ortega, Marañón, Pérez de Ayala, Romanones y muchos otros eminentes cerebros, se habían dejado llevar, parece mentira, de su ansiedad republicana, sin pensar con que país estaban tratando y cual era la situación de agitación revolucionaria y los intereses reales que abrigaba; y eso sin contar con la poderosa acción de la masonería que tan bien supo manejar López Malo.
Y aquí, en este Golpe de Estado de 1931 comenzó la guerra civil. Sí, en 1931, y no en 1936

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