miércoles, 18 de abril de 2012

El primer gran periodo de exterminio de armenios residentes en el imperio otomano, tuvo lugar en 1895-96 a raíz de la rebelión independentista de Sasum. El segundo a lo largo de 1909. El tercero se consuma durante la Primera Guerra Mundial: en Noviembre de 1914 Turquía declaró la guerra santa a Rusia con el objetivo de apoderarse de la parte del Cáucaso dominada por la nación vecina. En Enero de 1915, el ejército otomano fue derrotado en Sarakamish y obligado a replegarse hacia Erzurum. La población armenia fue acusada de convivencia con los rusos y objeto de la más violenta represión que pueda llevarse a cabo. Los soldados de origen armenio fueron desarmados y fusilados en grupos de cien. Entre el 24 y 25 de Abril fueron detenidos, y posteriormente deportados, 650 dirigentes de la comunidad armenia en Constantinopla. El 39 de Mayo, el gobierno ordena la deportación de todos los armenios. Les expropian bienes y los concentran en trenes. En teoría su destino es Alepo, pero la mayoría de los que no consigan escapar serán pasados por las armas. Es la consumación de uno de los grandes genocidios de la historia.

Balmes, en el artículo publicado en el nº 123 de "El Pensamiento de la Nación" de 10 de 1846, introdujo esta reflexión:
"Las adoraciones, a Dios; a los reyes, la verdad".
No tengo por costumbre implicarme con mis comentarios, en diatribas de medio pelo y mediocre invectiva, pero haciendo una excepción quiero enorgullecerme, sin que sirva de precedente, por que SM el Rey de España haya lamentado todos los estropicios socio-políticos que su escapada ha traído como colofón mediático. He dicho que lo ha lamentado, no que haya pedido perdón, puesto que la aventura, que no es la primera y algo me dice que no será la última, tiene, ante todo, implicaciones personales y familiares, puesto que no ha gastado un solo duro del erario público y su promotor es un personaje cuya amistad, de la que ya me gustaría a mi disfrutar, resulta un gran beneficio para la nación entera. No obstante dos precisiones: en primer lugar, el lance no ha sido bonito, tal como se desarrolló, de modo que siguiendo el guión de su discurso de la pasada Nochebuena, no basta con que la mujer del Cesar sea honesta, sino que además debe parecerlo; y, por otro lado, a ver si alguien convence a D. Juan Carlos de que ya no tiene edad de andar por ahí de "cacería mayor", ni por su quebrantada salud ni, además, por que para hacer el ridículo, en algunos foros, mejor en casa. Mas por otro lado, tranquilidad con las críticas, porque se escucha y se lee cada gilipollez que tumba el Misterio: aquellos de izquierda oportunista y aprovechada, a los que, por cierto, el Jefe del Estado tanto y con tanto mimo ha pasado la mano por el lomo desde la muerte de Franco (y sigue) y los que se llaman republicanos, van a seguir, como han hecho sin pausa ni recato, insultando al Borbón y quemando el retrato de SSMM a la menor oportunidad, y esto incluye a los sindicalistas petardistas, los diputados ociosos y pertenecientes al grupo de asesinos vascos y políticos zapateristas, y ello aunque D. Juan Carlos de Borbón fuera más santo que el rey Balduino de Bélgica, que en Gloria estará, porque lo que es aquí para lo que le sirvió su ejemplar virtud... No obstante ya no sé como decir que urge elevar al trono al Príncipe de Asturias antes que a él también se le desmadre la testosterona al entrar en una madura edad, algo muy de Borbones, y tengamos que andar siguiéndole a todas partes también. De todas formas bien por este gran adolescente que de tantos apuros nos ha venido sacando durante su reinado.
Cánovas del Castillo reflexionaba así:
"Ser monárquico por ser amigo del rey, no es ser monárquico de verdad, es ser amigo del rey solamente. El verdadero monárquico lo es del rey, no por amigo, sino por rey, aunque sea el rey perpetuamente enemigo".

Que descansen.


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