viernes, 6 de abril de 2012

Don Ángel de Altolaguirre comenzaba así su estudio histórico biográfico de "Don Álvaro de Bazán", en 1888: "Amanecía el 7 de Octubre de 1570, y la escuadra que se encontraba a la altura de las islas Curozales empezaba a entrar en el golfo cuando los vigías de la galera real anunciaron que se divisaba un bajel, y poco después se distinguía claramente la sus vidas que armada enemiga que, a toda vela, avanzaba al encuentro de la cristiana. Momento de general ansiedad en que el temor y la alegría debieron conmover los corazones, fue aquel en el que, disparando un cañonazo la galera de don Juan de Austria, e izando el estandarte por Su Santidad bendito, dio a conocer a todos que era llegada la ocasión por tanto tiempo esperada, en que de una vez se resolviese a quién había de pertenecer el dominio del Mediterráneo.
Al ver aproximarse al enemigo, muy superior en fuerza a todo lo que se había calculado, hasta los más esforzados sintieron temor, no por sus vidas que acostumbrados estaban a exponerlas a cada momento, sino por las graves consecuencias que preveían en caso de alguna derrota; hasta Veniero (general de la escuadra Veneciana), antes tan animoso se dejó dominar por la misma impresión, y todos los generales pasaron a saber la última determinación de don Juan; sus palabras fueron tan lacónicas como decisivas: "Señores ya no es hora de consejo, sino de combate".

Ramiro de Maeztu reflexionaba:
"Es verdad que el lujo del rico da de comer al pobre. Pero lo que se necesita no es que el pobre viva, sino que haga algo útil o bueno".
Hasta el diario El Mundo, a la sazón nada sospechoso de adular al PP sino, más bien, de pasarle la mano por el lomo al PSOE y, como no, al zapaterismo masónico (lo mismo que ha estado haciendo el Jefe del Estado cuyo destino cada día se parece más al de su abuelo), se retrata estos días con la frase que el presidente francés, Nicolás Sarkozy, en plena campaña electoral, exhibió ante el pueblo gabacho, y que puede resumirse, como hace el periódico, con la frase: "España de rodillas a causa de los 7 años de socialismo", y añadía el magnate galo: "lo que ha generado en el país vecino una crisis de confianza". Esto es lo que piensan en el extranjero de la posibilidad española de recuperarse de la sangría civil y económica: ya nadie confía en nosotros y los eventuales inversores huyen despavoridos de nuestra tierra como las ratas del barco que se hunde sin remisión. Todos los parámetros económicos, los que identifican la actividad administrativa de la nación, tanto interna como exterior, han caído a cifras desconocidas desde la muerte de Franco. La actividad económica de España no es que esté paralizada, como ocurriría en una economía de guerra, sino que retrocede a pasos agigantados. ¿Puede haber una situación peor? Sí, la hay: que los partidos de izquierdas, caracterizados por no querer reconocer desde hace años la grave situación y haberse aprovechado de ella para su uso personal, se están dedicando a impedir la gobernación de la nación echando gasolina al incendio y atacando a los bomberos, en tanto los partidos independentistas y asesinos se vuelcan en arrancar trozos de carne del toro caído y herido de muerte. Los carroñeros catalanes y vascos, junto a los comunistas y psocialistas (extrema izquierda+masones+progresía beneficiada) no pretenden otra cosa que hundir a España para, eso piensan ellos, con sus cenizas construir una república federal a su medida. Ante esta situación, a Rajoy no le cabe sino una carga heroica similar a la que llevaron a cabo en Balaclava los lanceros de la Brigada Ligera aliada contra los rusos en la guerra de Crimea. La más enérgica determinación gubernamental debe estar por encima de cualquiera apariencia oportunista, ilusión prestidigitatoria, convencionalismo al uso o apaño remendatorio; España está en guerra civil y no valen paños calientes. Rajoy no tiene otra alternativa que anular las comunidades autónomas revertiendo su administración al estado, dado el uso fraudulento e interesado que se ha hecho de ellas, eliminar las subvenciones totalmente a sindicatos, partidos políticos, patronales, ONGs, medios de difusión, asociaciones y entidades paraestatales; cerrar las televisiones autonómicas y eliminar cualquier otro gasto superfluo del estado para remontar el caos económico dedicando todo el presupuesto en la adecuada protección del ciudadano que se lo merezca (evitando las dilapidaciones sanitarias, por ejemplo), cerrando las puertas a la inmigración descontrolada, esforzándose en formar una generación de jóvenes preparados y con futuro dentro del país cómplices en el progreso nacional; enérgico desarrollo de infraestructuras y de una industria competitiva y, en caso de necesidad, autosuficiente. La producción de energía, el transporte, recobrar la economía rural, las infraestructuras, la enseñanza, una sanidad nacional suficiente pero no pródiga, munífica o filantrópica; universidad independiente de ideologías y partidismos con catedráticos y profesores meritorios y respetables; investigación responsable, útil, y necesaria; ejército y fuerzas de seguridad (eliminar las autonómicas) profesionales, devolviendo a los ciudadanos la idea de patriotismo y el respeto, que no el miedo, a los ejércitos como responsables y garantes de las libertades imprescindibles para levantar una sociedad del siglo XXI; redactar de inmediato una constitución renovada, fresca y moderna, y unas leyes benéficas con quién las observe y todo lo represivas posible con quién las vulnere sea quien sea. Y ante todo actualizar la enseñanza de nuestros jóvenes a las necesidades tecnicas y científicas actuales y enlazadas con un exquisito humanismo y conocimiento de nuestra historia, la lengua española y el pasado esfuerzo generacional para llegar a donde estamos. O así, o todo será inútil.
Alonso de Ercilla dejó escrito en "La Araucana":
"Y pues que sois iguales en la suerte
Procure cada cual ser el más fuerte".

Feliz Semana Santa.

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