domingo, 12 de febrero de 2012

En Junio de 1979 una tregua tensa, en medio de la endémica guerra civil que padece El Salvador, sucede a un mes de Mayo sangriento. La ocupación de las embajadas de Francia y Venezuela por comandos del BPR dio origen al desbordamiento de la represión. 17 simpatizantes del movimiento de izquierda murieron ametrallados junto a la catedral. Otros 14, la mayoría adolescentes, corrían la misma suerte cuando trataban de llevar alimentos a las embajadas. La guerrilla del FPLFM respondió con un atentado al ministro Herrera Rebollo que también murió ametrallado. Los 25 miembros de ambos comandos del BPR partieron, finalmente hacia México, como asilados políticos. El gobierno salvadoreño negó tener detenidos a los tres dirigentes bloquistas cuya liberación exigían.
Desde que en 1971 surgieron en El Salvador los primeros núcleos guerrilleros, la represión política se generalizó. La guerrilla creció rápidamente, mientras la persecución política y parapolicial se cebaba en políticos opositores, estudiantes, sacerdotes, campesinos y líderes obreros; cualquier sospechoso de conexión con grupos clandestinos. A la acción de la guerrilla se sumaban manifestaciones de descontento popular, sangrientamente reprimidas. El golpe militar del 15 de Octubre de 1979, de tendencia moderada, que pone fin a dos décadas de hegemonía del Partido de Conciliación Nacional, no logra restablecer la paz. El general Majano, jefe de la Junta Militar, no controla al ejército, de la oligarquía salvadoreña: las 14 familias que concentran el poder económico del país. Los posteriores intentos de democratización se han frustrado. El ejército mantiene su preeminencia y la guerra prosigue.

De la moraleja de la fábula "El Látigo" de Hartzenbusch, extraemos:
"Siempre verás que el vicio
se labra por sus manos el suplicio".
Está demostrado: las guerras civiles nunca tienen fin. De ello dan fe los habitantes de la antigua Yugoslavia, pues el odio entre los distintos grupos sociales y étnicos, que ya venía siendo incondicional desde el tiempo del dominio del Imperio Otomano, nunca les ha permitido una convivencia pacífica ni por aproximación; cuando se encuentran se matan. En los EEUU, y por motivos puramente económicos en un principio, hace siglo y medio, se destrozaron la vida de cientos de miles de vecinos e incluso hermanos, entre sí, con el pretexto de la aceptación o no de la esclavitud, y da igual, siguen apaleando negros y odiándose entre ellos, los del norte y los del sur. Y quien más podemos servir de ejemplo acerca de esta realidad, somos los españoles: "Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón" dijo en su día el sin par Antonio Machado y quizás él jamás hubiera llegado a pensar que en 2012 las dos Españas eran una realidad tan fuerte como ochenta años antes, con creciente odio cada año que pasa, y ya entre personas que nunca alcanzaron a vivir la Guerra Civil de 1936, lo que es una constatación que muchos políticos han estado, y siguen, utilizando como medio de ataque al opositor... y funciona. Las matanzas tribales de orígen secular que se producen en África, Asia y... en el mismísimo Vaticano, ciudad estado de apenas medio kilómetro cuadrado y 900 habitantes, básicamente "hombres de Dios", en donde la ambición, la avaricia, la soberbia, la envidia y, en general el ansia de poder, ha conducido, a lo largo de su historia, a los descalabros más espeluznantes, alcanzando en el siglo XX, yo lo he vivido, el asesinato de uno de sus papas-presidentes-obispos de Roma, Juan Pablo I, a manos del obispo Marcinkus, y que a día de hoy nos continúan preocupando, incluso a los que no somos creyentes, con un inquietante ruido de báculos que implica al actual Benedicto XVI, al que se dice que pueden intentar asesinar, por su enfrentamiento con el todopoderoso cardenal Bertone. No en vano siempre se ha dicho que de entre las guerras, las guerras civiles son las más crueles, feroces, desalmadas, implacables, atroces y, sobre todo, que dejan plantada una semilla en las almas, que dará una planta carnívora, imposible de extirpar por más veces que se la corte a raíz de suelo.
Y con esta meditación, los médicos sabemos muy bien que la guerra civil no solo se da entre personas de una misma nación, sino también dentro de una misma persona. Existen miles de enfermedades muy graves, y a nosotros se nos obliga a estudiarlas todas para licenciarnos, siendo las más difíciles de diagnosticar y sobre todo de tratar las del cerebro; pero las del alma, aquellas en las que una persona con todos los ases sociales, económicos, afectivos y profesionales en su mano se destruye a sí misma sin razón que podamos esgrimir desde fuera, son las más incomprensibles e imposible de detener, y que acaban por aniquilar al individuo. ¿Hay algún motivo razonable para que una mujer como Whitney Houston se haya exterminado a sí misma año trás año, día trás día, hasta llegar a una muerte miserable cuando ya se había convertido en un miserable ser? Porque, al fin y al cabo Edith Piaf nació de y en el fango y al fango volvió, pero seres como Musorgski destrozado por el alcohol hasta la muerte, Ángel Ganivet, precursor de la Generación del 98 y hombre de una extremada cultura, que se suicidó, en la cumbre de su carrera diplomática, en el río Dvina; Rock Hudson o Nureryev muertos por el Sida que podían haber evitado; Michael Jackson que retorció su propia naturaleza hasta aniquilarse; Presley, Hendrix, Jean Harlow, Marilin Monroe, Natalie Wood, el mismo Atila ahogado por su propia sangre y por el alcohol; el astrónomo de la nariz de oro Tycho Brahe destruido por sus vicios, principalmente el de la gula, al igual que Adolfo de Suecia en 1771; Alejandro Magno muerto a los 33 años a causa de sus excesos que su ya nublado cerebro no pudo contener, lo mismo que Calígula. En fin, la lista de personas célebres o anónimas que acabaron por destruirse a sí mismas nos daría, quizás, la cuarta parte de la población mundial. Esta guerra civil que se produce en el entorno de los sentimientos, las pasiones, emociones y percepciones, en contienda entre todas ellas, tiene las mismas características que aquellas que se produce entre las personas de una misma sociedad empeñados en destruirse como tal a toda costa; y no hay quien lo detenga. Hoy dejemos mi pena que se disipe como el humo entre la atmósfera de la actualidad: Whitney Houston, la bellísima, la voz, la "de la triste figura", como Alonso Quijano... descansa en paz.
Don Juan Manuel en una de las "moralidades" de "El Conde Lucanor" versificaba:
"Si por el vicio y folgura,
la buena fama perdemos
la vida muy poco dura:
denostados fincaremos".

Buenas noches.

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