sábado, 4 de junio de 2011

Sigamos con nuestro relato de la Primera Guerra Mundial o Gran Guerra, como a mí me gusta más definir a este conflicto bélico. Ya ha quedado claro cuales fueron los antecedentes del conflicto, y como recordatorio de sus inicios solo matizaré que en sus primeras semanas, a las tropas austro-húngaras no les iba nada bien en el frente este, aunque, por el momento, tres meses después de su comienzo, vamos a conceder, que la guerra se encontraba en tablas en aquel sector.
En el frente occidental, por el contrario, a los alemanes les iba de maravilla; habían derrotado a los rusos en la frontera noreste con Prusia, y a los gabachos en la frontera occidental con Francia, a pesar de estar apoyados por sus aliados británicos, donde los germanos se encontraban a las afueras de París. Claro que, para su desgracia, los alemanes se veían obligados a reforzar los desaguisados de los austriacos, de los que ya no se fiaban en absoluto, lo que les restaba tropas y armamento.
Por otro lado los ingleses recibieron el apoyo de la Commonwealth (no se si de buen grado o forzados por la presión que significa un conjunto de "protectorados", consentidos por la comunidad internacional, por más que los británicos quieran disfrazarlo de países con ¿acuerdos comerciales?), es decir Canadá, Australia, Nueva Zelanda, e India. Muchos militares, y sobre todo los de baja graduación, hubieran apostado por que Alemania ganaría la guerra en aquel momento, se firmara una paz honrosa, y se acabó; ¡si supieran lo que les esperaba durante los tres años siguientes!.
París sufre un pequeño bombardeo. Los franceses tienen necesidad imperativa de mantener a los alemanes a orillas del río Marne, o París, y posiblemente la guerra, están perdidos, y lanzan una ofensiva desesperada, conocida como la batalla del MARNE, primera gran batalla de esta guerra.
La reunificación del ejército francés en París, con tropas frescas, eran una gran posibilidad de salvar la situación, pues sabían que las tropas alemanas se encontraban francamente agotadas (habían captado mensajes de radio germanos); pero aquellas tropas francesas había que transportarlas al frente y no contaban con vehículos suficientes para ello. Al gobernador de París, el día 5 de Septiembre, se le ocurrió una idea genial, tal como reunir a todos los taxis de la capital francesa, y con ellos desplazar al frente 6.000 reservistas.
El desesperado empuje no pudo ser aguantado por los alemanes que se vieron forzados a replegarse. Durante un tiempo, los franceses acosan al ejercito alemán en retirada. La batalla del Marne, no obstante, resulto una sangría tremenda: 265.000 bajas por parte francesa y británica, y 250.000 por parte de Alemania. Más de medio millón de hombres se quedaron en aquel páramo machacado por los obuses.
Mientras tanto la bolsa de Amberes se iba cerrando, por lo que resultó inexcusable evacuar a los belgas allí guarnecidos, que peligraban de ser triturados por la artillería germana, completándose la evacuación el 8 de Octubre. A mediados de este mes, el rey Alberto de Bélgica ordena abrir las exclusas del canal, inundando extensas zonas del país, consiguiendo, así, dificultar e incluso detener el avance alemán.
Los franceses seguían presionando y empujando a las tropas arias contra el mar del Norte, mientras los teutones intentaron rebajar esa presión atacando por el sur, sobre el ala derecha franco-británica. Pero los alemanes no cederían Bélgica así como así, y, a finales de Septiembre, vuelcan todos sus efectivos de la zona en la ciudad de YPRES, (batalla que duraría hasta el 22 de noviembre) tomada por los ingleses. Este bastión, de gran importancia estratégica, va a protagonizar la segunda gran batalla de la Gran Guerra, y un hito de cambio estratégico y táctico en la campaña. En esta batalla, los belgas, británicos y franceses perdieron más de 100.000 soldados, mientras los alemanes perdieron 130.000 hombres. La historia concede la victoria de esta, "Primera Batalla" (hubo dos más) de Ypres a los primeros. Victoria pírrica, a la vista de la carnicería.
La nieve comenzó a caer sobre el enfangado terreno, y los avances de las unidades y su material se hacía imposible, de modo que todas las partes tomaron la decisión de CAVAR TRINCHERAS, para mantener las posiciones conseguidas. Y con ello comienza la segunda parte de la campaña, la más dura, la más terrible la más mortífera, donde los hombres morían en el mismo lugar en el que comían y defecaban, cubiertos de chinches, de ratas y barro hasta las rodillas, empapados permanente, a veces enterrados por un obús, otras ahogados por el gas de guerra y otras debido a enfermedades carenciales, disentería, o a resultas de amputaciones por un "pie de trinchera", allí donde se volvían locos, pues el hecho de "saltar de la trinchera" era dar unos solos pasos hacia una muerte segura, muchas veces más piadosa y más humana que sobrevivir en aquellos agujeros.

Armando Palacio Valdés decía, y con enorme acierto:
"De la inteligencia no viene jamás la felicidad, por más que otra cosa afirme Schopenhauer, porque la inteligencia no admite el reposo".
Y al hilo del asunto de la contestación sobre el Diccionario Biográfico de la Academia de História, es algo que a los académicos no debe preocupar en absoluto, salvo por que han encargado algunos temas a personas indignas de ello, como Cebrián, por ejemplo, y atender la opinión del merluzo de Gabilondo o la iletrada Sinde, claro, a los que nos dedicamos a la historia, tanto paño caliente y alambiques, consigue que no nos interese perder nuestro tiempo y dinero en leer gilipolleces. Creo que existen en la asociación académica ilustres cerebros medievalistas, especialistas en la Guerra de Independencia, en el Renacimiento español, etc. capaces de sacar adelante una magna obra, a lo Alfonso X, sin abonar desprestigios políticos, porque claro, luego pasa lo que pasa. ¿Y que pasa? Pues que a unos no nos seduce lo más mínimo, aún sin haberla leído, y a otros solo les preocupa, sin pensar leérsela, para reivindicar los argumentos de su secta, porque solo leen el Marca o la Hoja Parroquial.
Ahora, lo que me tiene bastante intrigado en ese interés de tantos por tan poco; es decir, si del franquismo hoy día no queda sino las ruinas, que ya no hay quien las levante porque Franco, como demostró, afortunadamente, Garzón esta muerto y muy muerto a todos los efectos, a qué tanto empeño en sacar el espantajo para declararlo, incluso judicialmente, lo más malo del mundo mundial, hasta llegar a inculcarlo a los estudiantes en las escuelas, si Franco no va a resucitar. Ya no hay peligro. Tampoco va a resucitar Isabel la Católica y yo conozco gente que se declara a sí mismo muy ilustres, pobre gente por cierto, que se organizan en cardúmenes oficializados, con su capa blanca y su bonete, para solicitar que Isabel I de España sea santificada. ¿Y qué? Pues pobre gente, con eso no hacen daño a nadie y además dan risa.
Claro que en el asunto de Franco, hay así como varios millones de españoles, que no conocieron al Caudillo en su gran mayoría, todo sea dicho, que se quedaron enganchados en la Segunda República, bendiciendo las atrocidades cometidas en nombre del pueblo (del soviético, claro), ahora necesitan que el franquismo sea muy, muy, muy malo para que la república marxista resulte muy, muy, muy buena, por comparación. Los pintores solemos decir, sobre todo los admiradores del maestro Sorolla, que se consigue luz dando sombra al lado. Y estas mentes (las de Isabel la Católica ya están caducas a todos los efectos) son las que educan a las generaciones entrantes, y pretenden gobernar el país, y son amiguitos del rey (cuya prótesis Dios guarde) y pueden hablar con SM, como la Pajín, Rubalcaba o Bono (al resto de los españoles ya se nos ha vetado, y creo que nos van a prohibir mirarle a los ojos, como en el Japón pre-guerra), y hacen unos desfilitos de la señorita Pepis para evitar excesivo celo patriótico del pueblo (claro que lo malo, si corto menos malo). En fin que esta España de la monarquía republicana no franquista (con reservas, eh majestad) que con González o Aznar la entendía solo Dios, ya ni Dios la entiende (La actitud más reciente de la institución monárquica española ha conseguido que termine de la misma hasta los huevos un monárquico confeso como yo; ¡En hora buena majestad!). Decía Alfonso X el Sabio:
"Omildosamente fincados los ynojos e con pocas palabras deven pedir merced al Rey los que la han menester". Pues eso.
Porque verán ustedes, cuando viajas por Austria, Polonia, Italia e incluso Andorra, por ejemplo, si enfermas te atienden de mil amores, o sin amores, pero te atienden; pero En Cataluña dicen que su sanitat es suya y ya... Pero no se escandalicen porque yo he tenido pacientes a los que les han negado la asistencia en Alicante, Vascongadas ( donde la pasta se la gastan en pagar a sus altos cargos de sanidad) o Navarra. De modo que para viajar por España hay que llevarse Betadine, gasas, esparadrapo, Neobrufen, Britapen, Urbason y un manual de primeros auxilios, para no molestar.
A pesar de todo quiero expresar desde aquí, si es cierto su compromiso con la verdad y la justicia, todo mi apoyo a la juez Cillán, a la juez Alaya, y no sé que decir de Ruz. Yo también llevo 20 años sufriendo el acoso de mis compañeros de Puerta de Hierro, que han conseguido que no aparezca por el hospital a cuya plantilla pertenezco, ni a tomar un cafelito. ¡Ánimo! y a por ellos, recuerden a Daoiz y Velarde o a Padilla, Bravo y Maldonado o al alcalde de Móstoles (el de ahora no). Esto es memoria histórica.
Una locución latina afirma:
"Fiat iustitia et ruat coelum".

Buenas noches.

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