viernes, 3 de junio de 2011

Entonces, siguiendo el relato de la Primera Guerra Mundial, mientras se llevaba a cabo la carnicería del mes de Agosto de 1914 en las fronteras entre Alemania, y Bélgica, Luxemburgo y Francia, habiendo llegado los germanos, tras invadir las tierras de los belgas y luxemburgueses, a tener a los franceses acogotados a las puertas de París (¿Se repetiría la paliza de la guerra franco-prusiana de 1870?), en el oriente, las cosas pintaban de otro modo.
Los austro-húngaros invaden con 200.000 hombres la Serbia "provocadora", pero, a pesar de que los orgullosos austriacos despreciaban a los balcánicos, resulta que, en aquellos países ya habían tenido lugar dos guerras, anteriormente, con los turcos, en 1912 y 1913, y los serbios estaban bien entrenados, de modo que, aún siendo inferiores en número, obligaron a los austro-húngaros a retroceder en una sola semana de combates.
A mediados de Agosto, dos ejércitos rusos, a su vez, atacan a Prusia (por donde ahora está Polonia), con más ímpetu que armamento y orden militar, de modo que pierden a 3.000 hombres y deben retirarse a lamerse las heridas. Los alemanes se reagrupan al mando de Ludendorff, para darles el golpe de gracia a los rusos, pero se le adelanta, sin comunicarlo, el coronel Hoffmann, que emprende la maniobra por su cuenta y riesgo. Finalmente a los rusos les cuesta 125.000 bajas, y 90.000 prisioneros, por 15.000 de los germanos, en la ofensiva de Tannemberg, desde Prusia, al norte. Una debacle, al punto de que el general ruso Samsonov, se suicida.
A la vez, los austriacos atacan a los rusos algo más hacia el sur, en la "región" de Polonia (entonces no era país, pues estaba incorporada a Rusia), con un inicio afortunado, que dura poco, pues los rusos contraatacan y obligan a los paisanos de Mozart a volver a su punto de destino. A primeros de Septiembre, los rusos vuelven a la carga y obligan a retroceder a los austriacos, que se dejan en el campo 350.000 bajas, hasta las montañas de los Cárpatos. Los ejércitos del Imperio Austro-Húngaro, de Francisco José I, empiezan a ir de mal en peor, perjudicando seriamente a sus aliados alemanes, cuyas victorias se ven neutralizadas por los inútiles tropiezos de los austriacos. Es decir que muchos plumeros y mucha brillante presencia, pero carecían de armamento moderno y generales con ideas modernas (todos son unos carcamales).
Los rusos se preparan para embestir de nuevo y los alemanes empiezan a preocuparse. Al menos, por el sur las tropas austro-húngaras lanzan una segunda invasión sobre Serbia, y esta vez hacen retroceder a los balcánicos hasta su capital, Belgrado.
Estamos en la primera quincena de Septiembre. Para entonces, Japón ya ha declarado la guerra a Alemania, para mayor contrariedad del imperio germánico, y les ordena que se marchen de su colonia de Tsingtao en China.
Turquía se prepara, bajo el mando del general alemán von Sanders. A mediados de Septiembre, los alemanes lanzan una nueva ofensiva por el norte, consiguiendo un nuevo descalabro ruso que pierden 125.000 hombres, por 40.000 alemanes. Ahora pueden mandar tropas de ayuda, por tren, a los torpes de sus aliados, al mando de Hindemburg, que reunifica un nuevo ejército en Cracovia. La campaña durará todo el mes de Octubre, enfrentándose 19 divisiones alemanas contra 60 divisiones rusas; los combates son una carnicería. Finalmente, Hindemburg, agotadas sus tropas, toma la decisión de retirarse, cubierto por los austriacos, y dejando el campo arrasado y sembrado de cadáveres.
Llevamos solo 3 meses de guerra y el hedor de los cadaveres en Europa es insoportable. Cada vez se fabrican más gigantescos cañones, que lanzan enormes obuses, por miles, en cada batalla. Comienza a verse algún submarino alemán atacar convoyes de la Triple Alianza. La aviación cada vez es más agresiva y determinante. También son destino de ataques las respectivas colonias de los imperios beligerantes en África y Asia. Se incorporan a la guerra, reforzando a las maltrechas unidades británicas en campo francés, los canadienses, australianos y tropas indues, encargadas de atacar a los turcos en el actual Iraq.
Los alemanes se darían con un canto en los dientes si la campaña del frente oriental se estabilizara, al menos, y pudieran dedicar sus esfuerzos en el frente francés. Pero los austro-húngaros no podrán aguantar solos contra rusos al norte y serbios al sur.Ya se piensa que, difícilmente la contienda habrá terminado en Navidad.

Y hoy voy a hacer referencia al final de una magnífica obra de teatro original de uno de los genios del lenguaje castellano, Carlos Arniches, que en “La Señorita de Trevélez”, escrita en la primera mitad del XIX, y haciendo referencia a esa juventud vacía de contenido moral y sin espíritu estudioso, ilustrado o trabajador lamentábase en estos términos, por boca de su personaje Don Marcelino que intenta desterrar de la justa cólera de Don Gonzalo, la idea de matar de un pistoletazo al culpable de su dolor y el de su hermana víctimas de una burla tramada con la simple finalidad de divertirse:

<< Cálmate, Gonzalo, cálmate. ¡No vale la pena! ¿Qué habrías conseguido? ¡Matar a Guiloya!, ¿y qué?... Guiloya no es un hombre; es el espíritu de la raza, cruel, agresivo, burlón que no se ríe de su propia alegría, sino del dolor ajeno. ¡Alegría!... ¿Qué alegría va a tener esa juventud que se forma en un ambiente de envidia, de ocio de miseria moral, en esas charcas de los cafés y de los casinos barajeros? ¿Qué ideales van a tener estos jóvenes que en vez de estudiar e ilustrarse se quiebran el magín y consumen el ingenio buscando una absurda similitud entre las cosas más heterogéneas y desemejantes?... ¿En qué se parece un membrillo a la catedral de Burgos? ¿En qué se parece una lenteja a un caballo al galope? Y, claro, y luego surge rápida esta natural pregunta: ¿En qué se parecen estos muchachos a hombres cultos interesados en el porvenir de la patria? Y la respuesta es tan desconsoladora como trágica… ¡En nada, en nada; absolutamente en nada!... calma tu justa cólera y piensa, como yo, que la manera de acabar con este tipo tan nacional del guasón es difundiendo la cultura. Es preciso matarlos con libros, no hay otro remedio. La cultura modifica la sensibilidad y cuando estos jóvenes sean inteligentes ya no podrán ser malos, ya no se atreverán a destrozar un corazón con un chiste, ni amargar una vida con una broma…>>

Pues señor, en la Puerta del Sol de Madrid, una organización feminista, naturalmente de izquierda y muy probablemente grandes aficionadas a la tortilla, han denunciado en aquel gueto, entre la droga y el alcohol, las chinches los piojos, las ladillas, los condones usados, las jeringuillas y las ratas, animales de compañía habitual de las turbas progres, abusos sexuales, amenazas, agresiones, insultos y no cuantos actos democráticos y reivindicativos muestra de indignación, aunque las denunciantes culpan de estos sucesos a la sociedad en que vivimos. Naturalmente se refieren a la sociedad en la que viven ellas/os/es, porque yo, personalmente, y las personas de mi entorno ni agredimos a nadie ni tenemos chinches, ni ladillas, ni pulgas... En fin que lamento como médico el descalabro higiénico-sanitario, tanto físico como mental del Molokai Madrileño, en el que, entre aquella mugre, solo echo de menos a la Leire y a la Bibiana.
Y tal parece que el ayuntamiento de Zaragoza lo han fagocitado entre socialistas, comunistas y otros rojos, para seguir ejerciendo el latrocinio, el nepotismo, el cohecho, la prevaricación y la traición. No puedo, en este punto, por menos de evocar tantas referencias literarias y artísticas dirigidas al tradicional y heroico patriotismo aragonés. A los navarros ya se les veía el plumero y la cara de mendrugos, herederos de un reino que van a regalar a los vascos que nunca han sido sino un conjunto de tribus salvajes, pero Aragón... pues, mira por donde otros traidores a España, a la España que se desangra por multitud de heridas como a finales del siglo XVIII, a la bandera y al honor. No, si desde el Ebro al Pirineo, aunque quedara arrasado no pasaría nada.
Algo me dice que la la Academia de la Historia se ha metido en un jardín historiográfico del que sus decanos académicos no saben como salir. ¿Pero a quien se le ocurre encargarle al merluzo de Cebrián que escriba un capítulo sobre Felipe González ni sobre nadie? si, en primer lugar, no sabe escribir, y además le apestan las axilas a secta. Y sobre todo ¿Como escuchan a la ministra de las orejas de soplillo que desconoce a qué se refiera "la Ínsula Barataria"? ¡Por Dios!
Y no digamos de los manifestantes con la bandera republicana, cuyo aspecto de intelectuales de la historia no deja lugar a dudas. Todo esto es normal, pero veremos como responde la Academia de la Historia, si es que comete el error de responder
Hoy la prensa digital informa de la declaración voluntaria de un ingeniero que el día siguiente al 11-M vio como se conducía, por carretera, en grandes trailers los trenes objetivo del atentado, camino de su desguace y/o fundición. ¿A ustedes les extraña? A mi no. A Rubalcaba y Zapatero tampoco.
Según Gustavo le Bon:
"No se puede esperar nada de los hombres políticos para los cuales el mundo es un espejo que refleja exclusivamente sus deseos, sus pesadillas y temores".

Que descansen

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