domingo, 3 de junio de 2012

En una batalla decisiva, el 18 de Julio de 387 adC. (Roma se estima fue fundada hacia el 750 adC. y la monarquía romana, primera forma política de su gobierno, alcanzó desde estas fechas hasta la instauración de la república en el 509 adC. Desde aqui hasta el imperio pasarían 482 años), a orillas del Allia, las tribus celtas derrotan a las tropas locales y ante ellas se abre el camino de Roma, que ha quedado sin defensa. Los celtas habían panetrado en Italia desde el norte del continente bajo la dirección del caudillo Brenno. Poco después de la batalla del Allia, los celtas entran en Roma y la destruyen; solo queda en pie el Capitolio, donde los últimos defensores ofrecen una encarnizada resistencia. Trás un prolongado asedio, Benno exigió a los romanos un elevedo rescate; sus tropas regresaron al norte de Italia con el botín. Los etruscos, latinos, volscos, ecuos y hérnicos, al conocer la noticia de la destrucción de Roma, se rebelan para recobrar su independencia. Sin embargo, el dictador romano Marco Furio Camilo reorganiza sus fuerzas y consolida el dominio de Roma sobre gran parte de Italia.

Fray Luís de León tradujo los versos de Ausías  March de la siguiente manera:
"No vea mis escritos quién no es triste,
o quién no ha estado triste en tiempo alguno..."
He leído en un diario de tirada nacional, refiriéndose a la salida a la luz de las golfadas de los ERE andaluces, la propuesta en referencia a Griñan y su panda que sentenciaba con esta frase: ¿Qué tal si dimite?; yo por mi parte, con menos sentido del humor, algo que ya solo conservo en el universo literario, propongo el sistema japonés de los samurais ante el fracaso: ¿qué tal si se hace el haraquiri? sería mejor para todos. Y es que, en efecto, creo haber perdido por completo el sentido del humor con los años. Ese sentido del humor que nos permite vivir la vida con picardía, recurriendo a la corrosión y a la ironía, al sarcasmo y a la mordente sátira más que al directo vómito emponzoñado, pero creo que no puedo ya, necesitaría la colaboración de algúna hada bienhechora. Afortunadamente conservo el nivel intelectual suficiente para barnizar de humanística mi frustración ante la ingratitud de la vida, la deslealtad, desafección sentimental, letárgica insensibilidad y cruel inclemencia con que el ser humano me martiriza día trás día. ¿Que estoy paranoíco? ¿Neurótico tal vez? ¿Quizás hipocondríaco social? Es muy probable. Resulta francamente dificil dejar pasar los años -y más los 60- analizando en cada jornada las miserias del ser humano, com médico, y las de la sociedad, como historiador y analista político, y no acabar buscando un billete para el próximo viaje a Marte. No sé lo que daría por qué la vida me resultara apetecible. En cambio se me presenta seria, muy seria, en blanco y negro y sobre todo, muy corta, demasiado corta para haber aprendido lo suficiente, entrar a corregir lo conveniente y poder enseñar lo necesario a quienes vienen detrás. Que gran espíritu el de Cajal quien, despues de haber pasado tantas calamidades, al final de su vida supo dejar bellos recuerdos escritos para las generaciones jóvenes de las que, sea dicho de paso, no albergo esperanzas ni me merecen respeto.
Y despues de esta descarga emocional ante mis lectores, algo que es la primera vez que lo hago, volveré a ser el ácido crítico que habitualmente soy para deplorar que la mala conducta de los responsables de la sanidad en la Comunidad de Madrid, algo que ya he hecho entrever en mis lamentaciones en más de una ocasión, haya conducido a que un cuerpo tan entregado como el de los profesionales del SAMUR-SUMMA acaben hasta los cojones de la chusma que nos dirige y planteen una huelga. Voy a volver a repetir que nadie en mi vida me ha tratado peor que  los responsables de la unidad, el hospital y el servicio al que pertenezco. Estos politiqueros interinos con carguito no sabrán nunca el valor del personal que dirigen y la falta de motivación con la que trabajamos todos. Que sigan proyectando políticas sanitarias  de diseño, no solo sin contar con nosotros, sino maltratándonos como hasta ahora, y yo les garantizo que irán de fracaso en fracaso. Pero la emulsión de necedad y soberbía provocan una salsa que no permite acompañar ningún plato decente.
Schopenhauer, el polémico filósofo postkantiano, reflexionaba así:
"La gloria huye de los que la buscan y sigue a los que la desprecian, porque aquellos se acomodan al gusto de sus contemporáneos y éstos lo afrontan".

Buenas noches.




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