sábado, 4 de junio de 2016

A la dictadura o la autocracia se llega, comúnmente, a través de la imposición por la fuerza, por el crimen y embadurnándose las manos de sangre. Curiosamente hay una forma de tiranía autocrática, al parecer, dicen por ahí, que es aceptable, e incluso beneficiosa, que es aquella que se alcanza a través de una revolución, palabra que mantiene una santificación muy generalizada, aunque en su motivo se alcance la aniquilación de personas, derechos y libertades (léase la Segunda República española, por ejemplo, o la línea política de izquierdas, todas ellas, que a día de hoy trabajan en España para imponer un nuevo orden marxista-anarquista), siempre que un sagaz ideólogo advierta a la masa que es para alcanzar un bien superior para el pueblo; todo para el pueblo...
Esta es la senda elegida para el establecimiento, en Rusia, del socialismo-comunismo, forma política que no entiende de libertades y que para perpetuarse precisa devorar continuamente a sus propios hijos; es un método político de terror y que, finalmente, no ha conseguido resolver ninguno de los problemas de justicia social que, a veces con razón, lamentaba el pueblo, ni en Europa, ni en Asia, ni en América, y mucho menos en África. Pero, aunque parece imposible, hay millones de individuos en mi país que persiguen todavía la quimera marxista y a sus diáconos, aquellos que valiéndose de las elecciones democráticas, es decir cubriéndose con la piel de un cordero, aun pretenden clavarnos la hoz y el martillo en el cerebelo (ojo, que ya empiezan a intentar clavarnos también la esvástica).
Con igual método impositivo y cruel que el comunismo podemos aludir al Fascismo en su origen, pero no al Nacismo, cuya implantación se alcanzó mediante el sistema político más débil, más manipulable, más deficiente, complaciente con el delito y la corrupción y eternamente inacabado: la Democracia. En efecto Hitler se valió de ella para trepar a donde todos lo hemos visto, al igual que Chávez y tantas otras dictaduras africanas y americanas, siempre al servicio de unos pocos y siempre apoyados en la demagogia populista, en el crimen y en la ignorancia y desidia de los súbditos. Y a través de la manipulación de aquellos derechos que en sus principios se consideraba consustanciales a la democracia, hoy en día la han prostituido  en todas sus facetas a lo largo y ancho de la geografía mundial.
Porque una dictadura, como ya he proclamado en otras ocasiones, tiene la inmediata solución de la muerte, del asesinato del dictador (bien lo saben los autócratas, pues no hay ninguno que no mantenga unas fuerzas paramilitares y de inteligencia a su servicio), pero una democracia, limpia, si es que existe en algún lado, o perversa no tiene ninguna salida para los ciudadanos, o si no contémplese el panorama que rige en Venezuela y que hay quien trata de imponer en España, gracias a la necedad de muchos millones de votantes.
Ahora bien son condiciones sine qua non de la democracia el que la verdad está en manos de la mayoría, que el poder lo ejerce el pueblo y que todos los votos tienen el mismo valor.  Premisas que yo niego rotundamente. La glorificación de la democracia se basa únicamente en su clásico significado para los griegos antiguos, mas en nuestros días este sistema político ha llegado con tal número de abusos sobre su identidad que ya solo sirve para los fines de la gentuza más corrompida, depravada, inmoral y desvergonzada de la sociedad, que cada vez son más y más difícil de reconocer a priori.
Así las cosas estas democracias corrompidas y envilecidas, como la española, por poner un ejemplo, en las que los depredadores, es decir los políticos de turno, se apoyan para conseguir el ansiado poder, o mejor dicho los ansiados poderes, los tres, hoy por hoy, no les quepa la menor duda, solo tienen un recurso por parte de la gente ¡abstenerse de votar! Porque todo ese cuento chino de que "el ejercicio democrático, del sufragio es una obligación ciudadana", a la par que un derecho, a estas alturas, puede embaucar a los necios, que son infinitos como las estrellas del cielo, y que aunque les engañen una vez, y otra, y otra, y... las que hagan falta, seguirán a un majadero que chilla mucho, insulta mucho y promete mucho, como juramentados. Contemplen las vociferantes gradas de un gran estadio de fútbol y pregúntense, como yo hago, si toda aquella masa descerebrada puede llegar a tomar una decisión responsable con una papeleta en la mano.
Un voto es una opinión reflexiva, meditada, juiciosa y honesta, vamos que, como en Sodoma y Gomorra, si existe una docena de sufragistas que reúnan esas condiciones en nuestro país nos podíamos dar por salvados de la lluvia de fuego que se nos avecina. Es por ello que afirmo que mi voto nunca tendría el mismo valor que el de cualquier otro paisano.
Y dadas las circunstancias que, al menos a mi, me amedrentan en este momento, tras las próximas elecciones solo podrán gobernar el Partido Popular o Podemos que ha fagocitado a los comunistas de IU, y al PSOE del mentecato de Sánchez, mientras los "Ciudadanos" de Rivera tienen la fuerza de una caja de frutas arrastrada por una riada.
Naturalmente yo no voy a votar a toda esa morralla y espero de todo corazón que la abstención alcance tasas vergonzantes para los que no tienen vergüenza... ni quien se la ponga ¡en las urnas!

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