Durante la Revolución Francesa se popularizó la palabra “Nación”, y durante el proceso
expansivo de esta revolución por Europa es cuando se crean las “Nacionalidades”, términos estos que a
día de hoy hacen furor en algunas regiones españolas, por ser identificadas con
valores identitarios.
El
principio de estas nacionalidades, proclamado por la revolución, se acabará
extendiendo por todo el Viejo Continente
a lomos de los ejércitos de ocupación revolucionarios galos, los cuales
animan a los pueblos europeos a desembarazarse de sus respectivos soberanos.
Los patriotas en una Italia, todavía sin perfilar, en
algunas ciudades alemanas, en Bélgica y en Suiza,
proclaman repúblicas en las que intentan aplicar los nuevos principios
revolucionarios de igualdad y libertad, si bien bajo el dominio de Napoleón, la
presencia militar francesa en Europa despierta un profundo rechazo, de modo que
la mayoría de los pueblos europeos acaban uniéndose en su odio hacia el
invasor. Comienza así a perfilarse la tendencia de grupos o poblaciones a
organizar su vida de forma conjunta y a formar un estado.
Pero el propósito de los políticos vencedores de restaurar el
orden anterior a 1789, es decir a la
Revolución Francesa, no puede ser llevado a cabo por completo, puesto que
muchos soberanos se ven obligados a devolver privilegios antes otorgados, y
algunas de las transformaciones sociales y jurídicas llevadas a cabo en su día tienen
que ser mantenidas, lo que no es sino un síntoma claro de que la revolución no
había sido vencida del todo.
Del mismo modo que la paz no puede ser considerada la
ausencia de guerra, la paz no se alcanza cuando se declara terminada una
guerra. La paz es un estado intelectual íntimo y transferible de equilibrado
sosiego. El fin de una guerra casi nunca conduce a la paz, sino a un ansia de
represalia, de un bando, y de desquite del otro.
Por
ello la Gran Guerra no fue el
principio de nada, pues ya venía gestada con anterioridad,
ni el final de nada, ya que tuvo su continuación en la Segunda Guerra Mundial, gracias a la estupidez de los vencedores
que firmaron el Tratado de Versalles, no para asegurar la paz, sino para
asegurarse ellos y esta en la Guerra Fría durante la segunda mitad del siglo pasado.
Es más Francia ya venía escocida desde el
sometimiento que tuvo que aceptar de Alemania, en la guerra Franco-Prusiana que se desató, por la patética
búsqueda del gobierno español de un rey, no Borbón, tras la destitución de
Isabel II, y donde perdió las regiones de Alsacia y Lorena.
En el seno del Reino Unido, creado el 1 de Enero de 1801, Irlanda es una nación oprimida por otra nación. Eminentemente rural, quiere disfrutar de su tierra; católica, reclama la emancipación religiosa; unida contra su voluntad a Gran Bretaña, aspira a la ruptura. Dirigidos por carismáticos líderes políticos, sobre todo Charles Parnell, utilizan el sistema parlamentario británico para hacer presión sobre su dominadora. Pero a pesar de su alianza con los liberales de Gadstone, no obtiene la independencia hasta 1921.
En el siglo XIX la economía capitalista y la industrialización, había provocado un crecimiento industrial enorme, y, como consecuencia, la aparición de grandes excedentes de producción, para los cuales resultaba imprescindible encontrar nuevos mercados, incluido el armamento. La creciente necesidad de materias primas, para la industria hacían sentir el deseo de buscar nuevos territorios en los que invertir y proveerse de nuevas materias. En el último cuarto del siglo XIX, Gran Bretaña, que poseía ya un basto imperio, demostró lo que es la ambición colonizadora, usando para ello los métodos más ruines y desaprensivos. El reparto colonial se produjo con inusitada rapidez, no solo por Gran Bretaña, sino por la mayoría de las potencias europeas, a causa, sobre todo, de la incapacidad de los territorios dominados para protegerse en forma eficaz. Es el imperialismo. El Imperialismo y el colonialismo, a base de bayoneta, sobre pueblos humildes, sumergidos en sus ancestrales costumbres, a los consideraban inferiores y a los que dominar bajo el pretexto de que se les iba a civilizar, para robarles a manos llenas y humillarlos sin recato, ha sido durante dos siglos la política de la Gran Bretaña de cara al resto del mundo. Como ejemplo traigo a la memoria la guerra del opio con China (1889-1912), una de las mayores canalladas del león británico sobre gente a la que pisotear para terminar robándoles la colonia de Hong Kong. Esta es la "Gran" Bretaña.
Pero resulta que los "british" siguen enrocados en su universo de dominio colonialista como esas divas de la escena que pasando de los 70 años continúan acicalándose como si tuviera 25, alcoholizándose, resultando ridículas y peligrosas para sí mismas.
Que los ingleses no tenían ninguna ilusión en compartir un futuro mejor con una Europa, por otro lado, cada vez más débil en sus estructuras, precisamente debido a los renacientes nacionalismos, es algo que yo me maliciaba, y de hecho en este blog anuncié en su día. Pero un nuevo conflicto bélico, aunque solo fuera económica, a renglón seguido de la Guerra Fría que Putin se ha encargado de despertar, como siempre, también les caería sobre la cabeza a las islas, y, como siempre, habrá que sacarles las castañas del fuego que ellos ya no podrán. Pero si eso es lo que quieren, por lo que a mí respecta, que se vayan a hacer puñetas con su porridge, su clima infernal y su cara de ajo porro... Ah, y su magnífica armada.
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