miércoles, 17 de febrero de 2016

En poco más de un siglo España ha sucumbido a cuatro grandes desastres patrios de los que, no solamente es que nunca se ha recuperado, sino que han impuesto los grandes volantazos  de la nación en su devenir histórico de este ciclo:
En primer lugar la gravísima crisis de 1898, trasunto de la primera guerra de Cuba, 30 años antes, conocida como la guerra de los Diez Años, que representó mucho más que, y no era poco, la pérdida de la guerra con los EEUU y de las colonias de ultramar, sino también el que la adormecida España tomara conciencia de su debilidad política y social, aquella España que elevó su llanto más amargo a través de la literaria y artística generación del 98, de la que Cajal formó parte notabilísima (aconsejo la lectura de mi tesis doctoral que puede encontrarse en Google con el titulo de "Influencia de la Crisis del 98 en la Humanística de Cajal").
Un segundo episodio lamentable de nuestra historia de la última centuria sería el conocido como "Desastre de Annual", es decir la calamidad de la guerra de África, en 1921, de tristes consecuencias políticas y sociales, que se manifestaron con el golpe de estado de Primo de Rivera (padre), el descrédito y caída de Alfonso XIII, y con él de la monarquía, y la llegada del tercer infortunio:
La Guerra Civil, que desde el percance anterior venía siendo planeada, como única solución, por los partidos de izquierda, incapaces de sostener una republica civilizada, solvente y que fuera la prometida solución de todos los problemas socio-económicos, que eran muy graves; y, por otro lado, por los de la derecha, culpables, como ahora, por su desidia y dejadez en el apoyo a la monarquía, en las elecciones municipales de 1931, horrorizados por los criminales derroteros que la política de la nación tomaba y ávidos por castigar al rey de su falta de apoyo final a Primo de Rivera. No es necesario que insista en las consecuencias que aquel conflicto ha acarreado a los españoles hasta el mismísimo día de hoy.
La cuarta hecatombe nacional para el sereno convivir de los ciudadanos (si es que alguna vez existió en España), el adecuado desarrollo de la nación y lo que hoy se llama, pomposamente, "El Estado de Bienestar", que en ningún momento ha podido ser completo ni universal, ni lo será en tanto no desaparezcan las dos Españas a las que se refería Machado, es, precisamente, en toda su largueza, este año de 2016, como en todos los casos anteriores, consecuencia de una nefasta política previa. Porque los últimos 11 años de gobiernos, los de Zapatero, que Dios confunda, y de Mariano Rajoy, han conseguido empujar nuestra silla de ruedas cuesta abajo y ya no hay quien la pare. Vamos que nos la damos.
De Zapatero ni hablamos, porque ya, en los 7 años que tiene de vida este blog,  he dicho todo lo que se puede decir de ese retrasado mental. Y, aunque también a Rajoy le he dado palos sin compasión, quiero ahora dejar claro que los malos de nuestra película no son ni Sánchez (vaya pájaro), ni Rivera (ojito con este), ni siquiera Iglesias y todos los perro-flautas que le acompañan, como a Saturno sus majestuosos anillos. Porque si Mariano Rajoy no fuera un calzonazos, un traidor a la patria y no se hubiera rodeado de siniestros asesores, como Arriola y señora, por ejemplo, y hubiera cumplido con las expectativas, con las esperanzas de sus votantes, a pesar de todos los salvapatrias emergentes, la mayoría absoluta la tenía segura de nuevo.
Presume de haber recuperado la economía española, de haber levantado la ruina que dejó Zapatero, y no puede negarse que sea cierto; pero ¿A qué precio? ¿Quién ha pagado el pato y la guarnición? Los de siempre, la clase media, hoy, gracias a él mucho más empobrecida. No solo ha arruinado, endeudado y hundido a todos aquellos cuyos ingresos son transparentes, y por tanto accesibles, pues resultan personas calladas y sufridas, sino que alguno de sus corifeos (por ejemplo el amargado Montoro o el mamarracho de Beteta) se han permitido insultarlos y decir, por ejemplo, que los empleados públicos solo se dedican a leer el periódico y tomar cafelitos; será hijo de p... Y es que el dinero necesario para la reconquista económica, sin necesidad de sacrificar a funcionarios, profesionales, pequeños empresarios y pensionistas, estaba ante sus narices, algo que sus votantes esperaban como agua de Mayo: eliminar todas las subvenciones frívolas, las de los partidos políticos, las de los sindicatos, las de el 95 % de las ONG (la mayoría pesebres de la izquierda), y los proyectos imposibles y extravagantes, las de los cineastas,  etc.. Someter a las autonomías, sobre todo a la catalana, a un severísimo apretón del cinturón, incluso forzando la devolución de competencias sangrantes como Sanidad, Enseñanza o Policía y Seguridad, y, por supuesto bicocas como los cursos de formación (impartidos, presuntamente, por desinformados salvo para el robo).
Y que ha pasado con la moral pública, la delincuencia al abrigo de "ideologías", el control de la corrupción en los rincones municipales y regionales, la permisividad hacia el islam, mientras la religión católica es azotada, invadiendo iglesias y capillas y ofendiendo su culto, las ceremonias litúrgicas y a los propios fieles (recuerdo a mis lectores que yo no soy creyente),y la inmigración masiva (papeles para todos) la falta de apoyo a causas nobles o intelectualmente provechosas, impidiendo los desmanes autonómicos, la falta de apoyo a la pequeña y mediana empresa (a Florentino no le hace falta), a los jóvenes talentos, a la investigación, la cultura y el humanismo; derogar inmediatamente las leyes del aborto, de "igualdad" tal y como la implantó ZP, y de memoria histórica, favorecer los manifiestos antipatrióticos (como los vergonzosos desfilitos del día de las fuerzas armadas) para contentar a la extrema izquierda y anarquistas, y esconderse cuando era necesario un manifiesto patriótico, de las tradiciones, las creencias, la historia o  valores hispanos.         .
Por supuesto no haber reformado la Constitución aprovechando su mayoría absoluta, o haber aplicado a Cataluña el artículo 155 de la Constitución, y en definitiva, haber aplicado una política integral de derechas, ¡Que no pasa nada! y que era su misión, (recuerdo a los lectores que yo no soy de derechas ni de izquierdas) y que era lo que le pedían sus votantes, esos que ahora se han abstenido o se han desplazado hacia otras posibilidades, abandonándolo por mierda. Pero para eso hacen falta un par de cojones... o al menos uno.
En otras palabras que el culpable de lo que España empieza a padecer ahora es Mariano Rajoy, ese que ahora va dando bandazos de un lado para otro, como un pollo sin cabeza, a ver si pilla  un pedazo de poder prometiendo políticas de izquierdas, en medio de la humillante subasta de la que hablaba yo el otro día.
Se puede pasar a la historia, de manera negativa, por muchas razones, pero hacerlo por acojonado, ya es rizar el rizo. Yo creía que después de Fernando VII, el peor gobernante de nuestros destinos había sido Zapatero, pero, amigo mío, ya eres otra figura de cera en el museo de los horrores.

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