martes, 10 de mayo de 2016

Estoy silencioso a la espera de ver en que acaba el alegato de mentiras y cinismo con que nos han obsequiado, que nos están obsequiando, la cuadrilla de "estadistas" cuyas evacuaciones acaparan más de la mitad de los diarios de papel, los telediarios de las distintas cadenas y las noticias de las diferentes emisoras de radio. Dicho de otra forma, contemplar cómo, una vez más, los españoles, que con una papeleta de voto en la mano tienen más peligro que un talibán con un lanzamisiles, destrozan una nación, hasta hace poco, próspera y cómoda, apostando por la forma más rápida de desintegración social que se conoce: la democracia. Comentar todas las gilipolleces que, inevitablemente, vamos a escuchar durante los dos meses que quedan de campaña, es algo a lo que me niego rotundamente.
Pero hoy, intercambiando reflexiones conmigo mismo,  me he sorprendido de un fenómeno físico que no creo que en nada tenga que ver con la teoría de cuerdas o la unificación de las cuatro fuerzas que rigen nuestro universo: la invisibilidad del jubilado. Sí. Porque no conozco un caso de mutación metamórfica tan excepcional como la de aquellos que, hasta el día anterior al deceso laboral eran personas consideradas, respetadas y válidas, y de pronto, a la mañana siguiente te levantas y ya eres incapaces de verse en el espejo del cuarto de baño. Resulta que como estás cobrando una pensión, a la que, y si no es así que se me corrija, tienes todo el derecho, ya no puedes mantenerte moderadamente activo, en mi caso practicando la medicina privada, porque activo a tope ya no te lo permite la coronaria, o te retiran la pensión. Es decir, toda una vida de experiencia acumulada que de un plumazo ya no sirve para nada a la sociedad. Es más, si das conferencias, charlas, para mantenerte activo intelectualmente, vendes libros (obsérvese que digo "vendes", no "escribes", porque de lo uno a lo otro, salvo que seas mujer y catalana, va un abismo), cuya edición te ha costado una pasta,  o exposiciones de pintura, en caso de que ello sea una de tus habilidades, y vendas cuadros (otra vez "vendas"), o cualquier otra actividad remunerada aunque sea humildemente, que son la mayoría (salvo que seas folclórico y salgas en guarradas de Telecinco), te juegas la vida, el sustento, la cárcel y un paseo sobre una burra por tu pueblo con el "sambenito" calado hasta las orejas.
Creo recordar que hará un año, más o menos, el Presidente del Gobierno (obsérvense las mayúsculas) Exmo. Sr. Rajoy Brey, afirmaba que era imprescindible no desaprovechar la enorme experiencia de aquellos profesionales que se hubieran jubilado. Naturalmente no dijo el cómo lo haría, pero lo cierto es que en un golpe de varita mágica ¡zas! ya no sirves para nada. y además eres totalmente gratuito.
Pero a más recochineo, si se te ocurre recurrir por una necesidad de salud, en el caso de médicos, al mismo hospital donde has trabajado durante tantos años y tantos favores hiciste a tantos compañeros y tantos familiares de compañeros, resulta que ya nadie te conoce, nadie te quiere conocer y, es más, hasta molestas. ¿A que es extraordinario? Afortunadamente no es mi caso, pues yo, el día siguiente de recoger las velas laborales, me exilié de la muy caciquil sanidad de la Comunidad de Madrid, y di con mis huesos, mis libros y demás trebejos en un pueblecito asturiano, donde la gente me aprecia por mí mismo, dónde soy uno más y, por el momento, no tengo quejas de importancia. Y digo de importancia porque resulta que el Colegio de Médicos de Oviedo no puede considerarme un colegiado emérito más, a efectos de las actividades que aquí desarrollan los galenos jubilados, porque lo soy en Madrid. Bueno, dirán los lectores, pues nada más fácil que pasar la colegiación de una comunidad a otra. ¡Pues no! porque las colegiaciones eméritas u honoríficas no tienen recorrido y para ello, agárrense, tengo que volver a colegiarme en Madrid con ejercicio, trasladar esta colegiación, con ejercicio, a Asturias y luego renunciar a ella para volver a ser honorífico. Y, si me colegio en Madrid con ejercicio, los sesudos cerebros que nos dirigen, deducen que voy a volver a ejercer y me quitan la pensión. ¿Viste?, que dicen los argentinos. De modo que me encuentro en un limbo colegial carcelario que me archiva en el anonimato. Gracias que en el Colegio de Médicos de Oviedo me han aceptado en la asociación de jubilados y tienen conmigo algunas consideraciones: me remiten la revista del mismo y me han permitido dar dos conferencias ¡¡sin cobrar, oiga!! y asistir a las de otros colegas. Pero, o me lo tomo con humos o me apunto a Alqaeda.
Bueno, vamos a dejarlo aquí. Queda claro que el manto de la invisibilidad de Harry Potter existe, que la sociedad está perdiendo valores que le deberían ser muy necesarios y queridos, por su bien, y que en las próximas elecciones va a votar, por lo que a mí respecta, su puñetera madre.
Gracias por atender a este pensionista de tres al cuarto, condenado por decreto a sentarse en un banco al sol a ver pasar mozas de muy buen ver, mientras comenta con otro paisano: "pues en mis tiempos..."

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