sábado, 9 de enero de 2016

Veamos: si A es igual a B, y B es igual a C, pues resulta que A es idéntica a C. Puede parecer una reflexión obvia pero no es ni más ni menos que un fundamento termodinámico. El ser humano está diseñado cerebralmente para ser el más estúpido de los mamíferos que llamamos superiores, no solo porque haya que explicarle estas evidencias, que cualquier chimpancé reconoce, con números, sino que hay que escribírselo y hasta ponérselo en colores. Para un chimpancé, si este fruto, "A", es comestible y el fruto "B" es igual que el "A", pues es que también es comestible, y nuestro amigo el primate no va dando saltos por la sabana gritando que lo ha entendido por fin y que ya sabe de termodinámica, y un caballo o una zarigüeya tampoco. Y qué decir de los delfines o los elefantes esos gigantes de la ternura, la sensibilidad y la delicadeza -recordemos que la trompa con la que acaricias tienen más de cuarenta mil músculos. Estas magníficas bestias lloran a sus muertos y respetan sus restos con inmensa devoción, y si sienten amenazados a los suyos, matan sin paliativos. El hombre les ha hecho mucho daño siempre, a pesar de lo cual son capaces de trabajar para él y ayudarlo en todas sus tareas, pero sin olvidar que si un hombre mató a su madre, otro hombre, con igual aspecto, es un ser a mantener vigilado. Termodinámica pura. Pero todo ello en silencio.
Los seres humanos se pasan la vida matándose unos a otros utilizando, ya que son racionales, unos argumentos para justificarlo que, si no fuera por lo dramático del hecho, harían que se le cayeran los colmillos de risa al elefante más taciturno, circunspecto y formal. Pero el mundo sigue su égira, girando alrededor del Sol, en dirección a la estrella Vega de la constelación de Hércules a unos 60.000 Kilómetros por hora, y, mientras no te toque la china, los humanos más sensibles se mantienen unidos a su "qué barbaridad", lo que les exime de desviar su preocupación de tareas de tan elevada conveniencia como, por ejemplo, adquirir un televisor de la más reciente generación que, menos mayonesa, haga de todo o empeñarse en poner nombres a los protagonistas de un evento tan viejo como la humanidad y que siempre fue considerado como un delito pero que ahora se llama "violencia de género", "violencia machista"... y al delincuente "maltratador", resolviendo el problema con medidas tan sesudas como castigar al  tundidor  a una pena de alejamiento y ya está, que se chinche. Si unos descerebrados asesinan a unos periodistas de un libelo de revista en París, pues todos somos París; si un montón de damas han sido forzadas en una noche de parranda y francachela el cualquier ciudad de Alemania, habremos de suspirar de manera condescendiente murmurando: estos teutones que descuidados son; o si en los EEUU un nene bien mata a tiros a todos sus compañeros de clase o un policía blanco tirotea hasta la muerte a un negro (perdón quise decir afro-americano) desarmado, es inevitable el "no, si ya se veía venir". Pero casi nunca nos esforzamos en aplicar el principio 0 de la termodinámica: A=B; B=C; pues coño A=C. Ni siquiera cuando la "caja tonta" nos muestra el cadáver de un niño boca abajo entre el rompiente de las olas de una playa griega. ¡Qué horror! exclamaba la aristócrata, la progre, el empresario del puro o el sindicalista enfrascado en llenarse los bolsillos con el mínimo esfuerzo.
En fin, vamos a intentarlo nosotros a propósito de la contemplación de las macabras escenas televisivas de unos seres humanos abandonados a su muerte por inanición en una ciudad de Siria por un miserable enajenado, un asesino, un canalla llamado Bashar-al Asad, calificativos que arrastraran nuestra reflexión de hoy siguiendo el ya conocido por todos principio 0 de la termodinámica. Porque a Asad le apoya Putin y a Putin le apoya Juan Manuel de Prada (para los no españoles, un cursi, molesto, repelente e infecto escritor español. Entonces... Muy bien, ya sabemos termodinámica. En definitiva, si A=B y B=C, A=C.
 

No hay comentarios: