domingo, 22 de noviembre de 2015

El empeño de Pedro Sánchez, que buena cuenta ha dado ya de su incapacidad y su ambición, por transformar España en un estado federal me resulta ya patológico. Aunque bien pensado, la desafortunada política del estado de las autonomías, que forzaron a crear las izquierdas españolas a la muerte de Franco, en una transición que el conservadurismo recién emancipado del franquismo acató, de manera humillante y humillada, llevar a cabo a la medida del pensamiento marxista resentido y litigante, de los populismos y de los independentismos agazapados desde 1939, no era sino el pórtico para la entrada, antes o después hacia el federalismo y este el arma adecuada para la implantación de la república. De modo que si somos mal pensados (yo lo soy sin duda), el actual líder socialista no ha hecho sino recoger la antorcha de Zapatero el masón, que se le cayó al suelo por haberse rodeado de tanto/a  necio/a, incompetente/a, ignorante/a, corrupto/a y ágil/a trepador/a, y encaminarse a completar este segundo escalón para el definitivo golpe de estado a la monarquía española. No olvidemos que la progresía de esta nación no sueña con otra cosa que retomar la segunda república que quedó abolida después de acabada la Guerra Civil Española.
No cabe duda que acabaran vendiéndonos que el federalismo es un sistema político muy extendido entre los países democráticos prósperos, e incluso intentaran desterrar la preocupación de aquellos que se sientan arropados tras las bondades de la corona que varias de estos estados federales están regidos por monarquías parlamentarias.
Bien pues observemos algunos ejemplos: Ahí tenemos a Bélgica debatiéndose en medio de un desconcierto soberbio ante la amenaza terrorista, en virtud del desastre del funcionamiento de sus fuerzas del orden y servicio de inteligencia sumergidos en la anarquía incomunicativa "autonómica". Bélgica, que en 1831 estableció una constitución progresista, tras haberse independizado de los Países Bajos gracias al amparo de Francia, declarada estado federal desde la nueva constitución de 1993, está dividida en comunidades y regiones, tras la reforma del estado que en 1970 apuñaló de muerte la unidad de un estado históricamente unido, y desde entonces las ambiciones independentistas de los flamencos tomaron carta de naturaleza. Bélgica está dividida, pues, en dos voluntades  irreconciliables: la de los flamencos, de habla holandesa, y la de los valones, francófonos. Tiene,  8 cámaras parlamentarias y 6 gobiernos. En realidad Bélgica está en un tris de la guerra civil, pero unida, por el momento, por el débil lazo de la realeza el respeto que sobre la institución monárquica extendieron Balduino y Fabiola,  y por la sede, en Bruselas, del Consejo Europeo y otras instituciones internacionales, y la competencia en prestigio por el reparto de responsabilidades con Luxemburgo y con la francesa Estrasburgo.
También Alemania es una nación de corte federal compuesta por 16 estados con soberanía y constitución propia, que se remonta a un origen muy antiguo, pues su germen lo encontramos en el Sacro Imperio Romano Germánico que llegó a gobernar nuestro Carlos I (aquí Carlos V) y que se deshizo en 1806, como quien dice ayer. Durante el renacimiento eran los príncipes electores quienes administraban, con total autonomía, sus propios feudos. Entre ellos se encontraban obispos, condes, duques, reyes y el magrave de Brandemburgo. El estado alemán, tal como lo conocemos hoy, resultó de la unificación de todos los estados independientes bajo un gobernante único, Guillermo I, un rey o káiser, en 1871, casi a la vez que la unificación del reino de Italia. La debacle de la Primera Guerra Mundial derribó la monarquía y levantó la república (en Italia fue la Segunda Guerra Mundial). Pero esta evolución en nada tiene que ver con la historia de España.
¿Y Suiza? Hay, amigos, la nación más montañosa de Europa ni es un estado ni es nada parecido. Bueno sí, es una confederación de 26 cantones, totalmente autónomos, amalgamados por un gobierno central cuyas competencias se resumen a la seguridad, asuntos exteriores, correos, aduanas, moneda y ejército (por llamarlo de alguna manera). ¿Y qué los mantiene unidos? ¡Vamos hombre! pues la pasta. La pasta sucia, corrupta, mafiosa e indeseable, que sostiene una legislación sucia, corrupta, mafiosa e indeseable... Y Guillermo Tell. Nada que ver con España, si acaso con Cataluña o Andalucía, aunque qué más quisieran estas dos regiones que obtener el título de paraísos fiscales.
Por último consideraremos a los EEUU, una nación con sistema político presidencialista de tipo federal cuyos estados tienen una gran independencia y libertad de acción según sus propias constituciones. Naturalmente, totalmente al contrario que España, la nación estadounidense se creó por unificación de tierras, de estados que fueron conquistando (o comprando o robando) los colonos y las primitivas asambleas centrales y que terminaron por fundirse en una nación con una constitución (la más antigua del mundo) y que se mantienen unidos por algo que los españoles no son capaces de entender. De hecho seguro que la mayoría no saben de lo que voy a hablar o afirman que es una mariconada. Lo que une a sus estados es su patriotismo, su bandera su himno y la defensa de sus principios. ¿A que la mayoría no entiende nada? Vamos que si en España, sus hijos, conocieran la verdadera historia de esta nación y el esfuerzo, la sangre, los sacrificios y el derroche de grandes cerebros para llegar hasta aquí, cuan diferentes serían nuestros problemas.
Amiguito Pedro, a pesar de que, como ya dije antes, se te ve el plumero republicano, sobre todo en tus ligues de verano con Podemos, los comunistas, anticapitalistas y otras subespecies herpetológicas, voy a concederte el beneficio de la duda y pensaré que eres igual de zoquete que ZP y te aconsejo que estudies la historia de los pueblos, de las naciones, y principalmente de esta en la que has nacido y que quieres derribar, y luego se lo explicas a tus hijos, que a saber qué les estarán contando en el cole.

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