martes, 6 de junio de 2017

Es francamente notable que yo llegue a coincidir con las opiniones del periodista Salvador Sostres, pues normalmente deploro, no solo el fondo de sus pareceres y radicales sentencias sino, igualmente, sus formas, más propias de un despotismo mal ilustrado y sectario cartujo, que de un intelectual reflexivo, analítico, prudente e informado. Pero en estas fechas que se dicen de Pentecostés, seguramente, hale alcanzado alguna epifanía reveladora pues el artículo que firma en el 5 de Junio de 2017, debo expresar albricias, es francamente (perdón, quise decir realmente) acertado.
En efecto, la sociedad catalana, en jamás de los jamases se la esperaba barnizada de tintes izquierdistas, y no digo nada ultra-izquierdistas, pero, eso sí, siempre aprovechada al aroma del "billete que no falte"; en definitiva la que siempre hemos conocido como "la burguesía catalana", lleva muchos años aprovechándose del agua revuelta que los independentistas provocan, agazapada tras una caja de botellas de cava y dando, a veces la de cal y otras la de arena. Parafraseando a Sostres "... llevan cinco años -yo afirmo que muchos más- esperando que alguien les resuelva el problema, sin agallas para salvaguardar la única estructura que protege sus intereses (el Estado español)... diciendo una cosa en público y otra en privado, intentando no quedar mal con nadie, en una equidistancia miserable..." He ahí el problema. Como dicen los franceses "Laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même". Y mientras a ver quien ganas para ajustar sus apuestas.
En realidad esta actitud cobarde, torpe e insolidaria no nos debe de extrañar en los catalanes, en primer lugar por ser catalanes, algo que ya crea identidad, pero no como ellos creen ser diferentes, pero además no hay nada como hacerse el tonto, método sistemático de ocultación de responsabilidades de todos los políticos que nos han hecho compañía en los últimos 40 años, y siguen. Porque desde el principio del invento se les dijo que la España de las autonomías iba a ser un desastre, el cáncer que destruiría el tejido patrio. Y, en efecto, vivimos hipotecados, divididos, cabreados y acojonados gracias a un estado autonómico en el que las taifas respectivas ya no respetan a nadie ni nada; roban a manos llenas, incumplen impunemente la ley y los tratados, ofenden insensata y gratuitamente a las instituciones, los símbolos, la historia y las creencias de los ciudadanos. Y, en lo tocante a Cataluña, han consentido que se implantara el nacional-socialismo con todas sus consecuencias, y que se extendiera a Baleares y Valencia. Simultáneamente en las provincias Vascongadas se ha permitido un gobierno (tras otro) marxista-estalinista asesino y malhechor, y en Andalucía un enorme cortijo mandado por señoritos de catite y trabuco, donde todo latrocinio tiene su abrigo, arropado por el partido único mientras en el gobierno de la capital, unas veces lo ignoran intencionadamente, cuando gobierna el PSOE, y otras, si es el PP quien rige, se despistan entretenidos en llenarse los bolsillos de esos billetes que "no son de nadie". 
En España se ha dado pan a perro ajeno, a veces muy ajeno, y, como ya sabemos, pierdes el pan y te muerde el perro.
En fin que, como decía Susanita en las tiras de Mafalda, me encanta leer lo malos que son los demás para comprobar lo buena que soy yo, porque si atendemos a lo estúpidos, inútiles y peligrosos para sí mismos que son los británicos, España resulta ser un paraíso terrenal. Y lo mismo que podemos decir de las torpes, incompetentes e incapaces fuerzas y cuerpos de seguridad y los servicios de inteligencia ingleses, podemos afirmar de los franceses, los belgas o los alemanes, pongo por caso. y los ciudadanos venga a poner flores y velitas a los difuntos, y venga minutos de silencio y lágrimas y venga a votar a gobernantes cada vez más necios mientras se felicitan unos a otros por la alegría de vivir en una sociedad democrática, donde prevalece el "estado de derecho". Bien, queridos europeos, que les aproveche el suicidio.

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