viernes, 2 de octubre de 2015

Aproximadamente en el año 375 de nuestra era el bestial pueblo Huno embiste con furia a la Europa oriental desde las tierras esteparias de Asia. Las distintas tribus godas, cuyo origen se remonta al sur de Suecia desde donde marcharon, buscando un clima más favorable, y asentadas a orillas del mar Negro, fueron empujadas por aquellos al interior del imperio romano donde penetraron en calidad de refugiados. Roma, con cuyas legiones tuvieron anteriormente sus diferencias, les prometieron tierras para que se asentaran en paz. Los Visigodos deambularon y deambularon y deambularon por el noreste del imperio, como miserables errabundos pasando hambre, frio y enfermedades, pero el imberbe y débil emperador Honorio, mal aconsejado por sus asesores, rompió por tres veces sus promesas al pueblo de  Alarico, y su cuñado Ataulfo, a los que consideraba poco menos que animales irracionales incapaces de pensar por sí mismos. Pero se equivocaba. Se equivocó en todo, porque las tropas de Alarico y Ataulfo saquearon Roma sin piedad, en el 410, protagonizando el principio del fin de un imperio que, en aquel momento, tenia los pies de barro, sin unión entre sus dirigentes, saturados de ambición personal y sobrados de soberbia.
Mil seiscientos años después, otras bestias que llamamos islam, provocan un éxodo de gentes desde el Oriente Medio hacia, nuevamente, la Europa "rica", donde se come todos los días, donde se duerme en unas mullidas camas y se vive bajo un techo sin que nadie te mate o te persiga por ser quien eres o pensar como piensas (bueno menos en Vascongadas y Cataluña), y nuevamente se encuentran abandonados deambulando y deambulando y deambulando, pasando hambre, sed, frio y enfermedades sin que nadie se ocupe de darles tierras, porque son bestias, ignorantes y dañinos para una sociedad que está encantada de su dulce balancear sobre el yate de lo que han dado en llamar estado de bienestar, algo que, por otra parte, nada tiene de bienestar para una mayoría de sus ciudadanos, algo evidente sobre todo para el grupo de aquellos que todavía piensan y sienten.
El final de esta segunda historia está todavía sin escribirse, pero muy cerca de temerse. En ambos casos la Europa "civilizada" se desmorona abiertamente sobre sus propias y perfumadas cenizas, y bajo un celestial y laureado techo incapaz de comprender nada que no fueran reflexiones de centímetros de alcance y razonamientos de manual político para darse cuenta de su inminente ruina.
Yo no creo en que aquellos culpables de este drama paguen su maldad en la otra vida. Yo no soy creyente, como ya saben. pero quien sí pasa la factura sin remedio es la historia. Puede que pasen otros 1.600 años antes de que resulte evidente la perversidad y crueldad europea, quien sabe, mas yo creo que mucho antes este imperio que llamamos Comunidad Europea habrá desaparecido, por las malas (detestándose unos a otros) o por las peores, en el curso de una nueva guerra mundial. Yo apuesto por esta segunda opción.

No hay comentarios: