viernes, 16 de octubre de 2015

No es extraño en mí, desde hace algún tiempo, que haga referencia a algún comentarista al que he leído , para bien o para mal, en mis glosas de este blog, y en el día de hoy me referiré al artículo de Hermann Tertsch, al que siempre he considerado un hombre de ideas y prosa muy acertadas, en general, pero para estar en desacuerdo. Refiriéndose al denigrante y golpista espectáculo montado por los catalanes a la llegada de Mas a los tribunales y los días anteriores el resto del hampa a su servicio, Tertsch decía: "Por España y por toda Europa tras el día de ayer solo hay un mensaje para el separatismo: que por las malas nadie puede ni podrá con el Estado de Derecho y la Democracia". Pues no es cierto. No es cierto. A mí me resulta un comentario ingenuo que confunde su deseo con la realidad. La representación ceremonial,  la fanática celebración ritualista, la apoteósica conmemoración del golpe de estado de los catalanes contra el legítimo gobierno de España, por cierto que apoyados por todos los grupos de izquierda, que incluye al PSOE y Ciudadanos, en los juzgados barceloneses, pudo tener lugar gracias a la flagrante falta de patriotismo, de convicción en sus promesas y en sus principios, acomplejamiento y en definitiva falta de pelotas, de todos los presidentes españoles y muy especialmente de Rajoy, al que sus votantes le dieron en la mano todos los triunfos para jugar esta partida sin problemas, y que, cuando ya todo está perdido, tiene la desfachatez de pasarle la patata caliente a los tribunales de justicia, esos que no quieren problemas, en el caso más favorable (véase la evolución del proceso de los ERE y los cursos de preparación para parados en Andalucía), tras haber desatendido su inexcusable obligación de actuar contundentemente en una acción de gobierno para la nación que dirigen y a la que representan, pero, en cualquier caso. muchos años antes.
Lástima, digo yo, que me lean cincuenta veces más los rusos, treinta veces más los estadounidenses o alemanes que los españoles, compatriotas, estos, mucho más cómodos con su condición de súbditos, de vasallos que de ciudadanos libres y cuyo interés en reflexiones como las mías tiende a cero. Un español se siente muy satisfecho por vivir, a día de hoy, en un sistema "democrático", a la ibérica, que consiste en votar cada cuatro años a un golfo, a un asesino, un canalla, a un cobarde, a un antiespañol o, en general a un delincuente, pero perteneciente a un partido político "amado", y luego dedicarse a discutir de fútbol, de las maravillas de su automóvil o que hay una moza en su empresa a la que tiene en el bote y, por supuesto, a compartir la opinión de lo malos que son los políticos de los otros partidos diferentes al de sus amores.
Por lo que concierne al Partido Popular ya llegan muy tarde para levantar sus miserias del estercolero votacional. Están convencidos de que pueden arreglar su debacle, que ha provocado la "espantá" de quienes confiaban en ellos paseando a Rajoy por las calles y tomando cañas. Pero, lo siento, sigue pareciendo un tipo antipático, como la mayoría de los estirados miembros de su gobierno. Pero además lo que ha traído la desgracia al Partido Popular ha sido la falta de compromiso con los principios de sus votantes, que evidentemente no son los suyos, que debieron defender de manera radical, impositiva y terminante, y haber ignorado aquellas envenenadas trochas que les imponían las izquierdas disfrazadas de democráticas o, dicho de una forma más europea, de social-democracia, que continuamente amenazaban a su intranquila y acomplejada moral llamándoles fascistas (que se lo han llamado igual), franquistas  (que se lo siguen llamando), o bien restos casposos de la derecha extrema, algo que se lo han creído hasta en el mismo PP. Vamos que el virus que ha forzado a sus votantes a abandonarlos en masa es, principalmente, la falta de cojones para defender sus ideales y la traición a unos principios irrenunciables, es decir la deslealtad, la deserción y la apostasía política a la patria.
Insisto en que me gustaría que hubiera en España más lectores de mi blog para que estas opiniones, que son exclusivamente mías, y no las vendo ni las alquilo, sirvieran de reflexión a todos aquellos que prefieran pensamientos y manifestaciones diferentes y, por supuesto, totalmente independientes distintas de las que no pararan de deponer sus señorías hasta el 10 de Diciembre... y después.

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