lunes, 1 de septiembre de 2014

Desconozco si en otros países occidentales ocurrirá lo mismo, pero en esta triste España ha tenido una repercusión, más que mediática, popular, de disgusto, contrariedad y escándalo el conocimiento de una grabación protagonizada por un infante de apenas 5 o 6 años, natural de algún país musulmán, que, con una pistola en la mano, expelía todo un aprendido repertorio de odio hacia los cristianos, y en general a los "no creyentes", de igual corte a las babas ensangrentadas y biliosas de los descerebrados del islamismo a los que consentimos todo lo que no toleramos a nuestros compatriotas. Y digo yo ¿De qué se escandaliza tanta gente en este país que continuamente parece que se están cayendo de un guindo para volverse a subir y volver a caer? porque ese adoctrinamiento criminal hacia la infancia y juventud de aquella medieval sociedad es exactamente el mismo que en España se ha venido haciendo, y se lleva a cabo actualmente, en Vascongadas y Cataluña, hacia, al menos, dos generaciones, que han crecido cocinados en el amargo jugo del odio hacia España, los españoles y lo español. Y resulta que a nadie se le oculta que estos primitivos estados islámicos pertenecen a una forma social referente al crimen supersticioso, fanático e intransigente, propio de una sociedad que se destruye a sí misma en su incultura, por supuesto muy alejada de la ilustración y tolerancia de aquellos árabes que ocuparon la Península Ibérica durante casi ochocientos años, mientras que en mi país todo el mundo está convencido de vivir en un sistema democrático, adornado por un estado de derecho (bueno, yo no).
Y es que los pueblos, en general tan fácilmente manipulables, desprovistos de toda personalidad común y cuyo conocimiento alberga razones que la razón desconoce, viven en sociedades que parecen complejas, como las de las hormigas o las abejas, pero que son tan simples que no podrían marchar hacia donde conviene al sistema, si no fuera por la existencia de un líder. Necesitan un personaje y un sistema líder que les guíe porque el amado pueblo, vacío de ambición de auténticos valores, es incapaz de tomar decisiones que no sean tan primitivas como las que sus propios instintos les exigen. Y de esta forma se explica que medren, entre tanta desidia intelectual, personajes como Putin, mezcla, este muchacho, de fascista, capo mafioso y chulo de discoteca de putas de bajos fondos; o el "premio Nobel" (manda cojones) Obama que de tanto dar vueltas hacia la derecha, unas veces, y otras hacia la izquierda, ha acabado enredándose en el ovillo de su propia incompetencia intelectual y política, falta de creencias y ausente total de convicciones.
Aquí, en la vieja España también los tenemos, por no mencionar a los que hemos sufrido en un pasado más o menos reciente, de todos los colores y sabores, como los helados, aferrados a su cargo en alguno de los tres poderes del estado, sindicatos, patronales, o cualquier otro recurso necesario para robar en el más estricto y "dolce far niente", pero sin la más elemental necesidad de gastar sinapsis neuronales.

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