viernes, 3 de enero de 2014

Es un tema recurrente y progresivamente de moda en los últimos años. En realidad la cuestión viaja desde un pasado muy remoto en el pensamiento y en lo más profundo del ansioso y especulativo pensamiento humano: la inmortalidad existe. Afirmo, la inmortalidad existe y me estoy refiriendo concretamente al cuerpo humano. Porque ¿Qué es la inmortalidad sino la perpetuación de una célula a lo largo del tiempo sin decaer nunca en su final?. Pues esta es la definición de una célula cancerosa, seres microscópicos que se dividen, y se dividen, y se dividen, sin consumación, sin fenecer, sin agotamiento ni ocaso. En los tumores malignos las colonias de células crecen de manera descontrolada y esquivando una de las normas más inexcusables de la naturaleza: la muerte. Es más, lanzan mensajeras de sí mismas a enormes distancias para crear cabezas de playa orgánicas que se apoderen de la personalidad del organismo total en favor de su perpetuación. Y lo consiguen. El cuerpo completo, en el que tan perfectamente estaban diseñadas las funciones de cada órgano, de cada tejido y la cooperación entre ellos favorable a su supervivencia, se desarma y acaba sucumbiendo al caos. En realidad es la manera de fidelizarse al segundo principio de la Termodinámica, es decir para mantener la entropía hay que cumplir con la obligatoria irreversibilidad de los sistemas termodinámicos (un organismo vivo, por ejemplo) con el fin de mantener el orden del universo.
Pero he aquí que esa entropía exige la destrucción del organismo total, y la muerte de todo el cuerpo lo es también de las inmortales células tumorales. Finalmente todo queda destruido. Ni siquiera el organismo humano completo podrá sostenerse en estado de zombi o muerto viviente esclavo de un grupo celular aislado.
Naturalmente las células no son ni listas ni tontas, solo son células y cumplen los dictados que la biología, la química y la física exigen y no se plantean nada más. No obstante algún irreflexivo podrá pensar que, en efecto, hace falta ser idiota para suicidarte con todo el organismo para intentar, como un Ícaro de la biología, tocar con los dedos la gloria de la inmortalidad autonómica imposible en un sistema que obedece, como un todo, a las leyes de la naturaleza.
Para ser catalán no hace falta ser muy listo, es más creo que en la mayoría de los casos, como para ser abogado, resulta más favorable para albergar cierto tipo de pensamientos, ser bastante necio, fantoche y botarate y en medio de una trama existencial imposible llegar a la conclusión de que la inmortalidad es asequible simplemente porque yo lo quiero, y mejor transformando al resto del organismo social en una pestífera maraña de hostiles elementos en que yo, cuyo rumbo y ser es el más noble, quedo empinado hacia mi destino en lo universal. Y lo que es peor, este  nacional-socialista teorema lo transferirán sin empacho a sus descendientes en cada mitosis hasta que quede argumentado en sus genes.
Pues ya me dirán. A la mierda el cava.

1 comentario:

Doc dijo...

Buenos días Carlos.
Iba a felicitarte el año nuevo, pero en vista de cómo lo has empezado… casi que ni me atrevo :- )
Por cierto, ya veo que no has pasado las vacaciones en “Catalonia”.
Eso de comparar a los catalanes (sólo a los radicales nacionalistas, que quede claro) con un “cáncer”, no creo que te cree muchas amistades (bueno, ni tampoco entre los abogados, todo sea dicho), pero vaya por delante que comparto tu opinión, y que creo que enrocarse en un error a toda vista evidente, no es de ser muy inteligente, como tampoco lo es autolimitarse, pues no veo yo que problema hay en sentirse catalán, vasco, gallego, asturiano, andaluz o madrileño y al mismo tiempo sentirse orgulloso de ser español (aunque últimamente tengamos que sentirnos orgullosos de nuestra historia y no de nuestro presente… ¿lo de los catalanes y abogados también se puede aplicar a toda esta gente que se hace llamar “políticos”?)
Por desgracia, cuando las cosas van mal, siempre es más fácil buscar un “enemigo externo” al cual culpar de todos nuestros males, que mirarnos el ombligo y ver que quizás una gran parte de la culpa sea nuestra. No sé si este sentimiento es propio del ser humano o algo creado artificialmente, pero está claro que siempre ha sido una salida airosa para quitarse los problemas de encima. Ha pasado con los judíos, los inmigrantes… y por lo visto, ahora, para unos cuantos catalanes, el enemigo somos el resto de los españoles.
La manipulación da para mucho, incluso para hacer conferencias temáticas :- ).
Pero bueno, tampoco es algo nuevo; por lo que he leído, esto ya lo sufrían los Reyes Católicos (sobre todo Fernando), y mira si ha llovido desde entonces.
Así que no nos preocupemos, que si no hay cava, siempre habrá sidra “El Gaiteiro”, que por algo es “famosa en el mundo enteiro” :- )
Brindemos, pues, porque el nuevo año que empieza sea mejor que el que nos deja y que prime la concordia entre los pueblos.
Un abrazo, Carlos, y un beso para Mª José. Ah!, y una rascada detrás de las orejas para Xana.