sábado, 6 de octubre de 2012

En 1642 el papa Urbano VIII lanza desde su solio romano un anatema oficial contra el uso del tabaco, al que acusa de ser vehículo de discordia social, perturbador de la armonía familiar e inductor de alucinaciones y de prácticas aberrantes. El hábito del tabaco, una hierba americana que Colón introdujo en Europa al regreso de su primer viaje a las Indias, se ha generalizado en todo el viejo mundo y cuenta con numerosos adeptos entre la clase sacerdotal y también, al parecer, entre las altas dignidades y prelaturias de la curia romana. La guerra contra el tabaco, sin embargo, no es privativa de Urbano VIII, ya que ha habido y hay reyes, filósofos y moralistas que también lo combaten y hay quien llega a identificarlo como la causa del declive sufrido por el antes poderoso imperio español.
 
Juan A. Viedma terminaba con estos versos sus deliciosas quintillas:
"Porque siempre acierta mal
a juzgar al criminal
el reo de igual delito".
Pues cuentan que un tal Pedraz evacuó una opinión que nadie le pedía. Mas digo yo ¿por qué un abogaducho como el friqui este se permite darnos lecciones a través de colerinas cerebrales? Claro que bien mirado, la justicia en España, tradicionalmernte, ha representado siempre una política de medro para estos sátrapas. Y no es nada nuevo pues con Franco también "opinaban" siguiendo el guión correcto y ahora, conducidos por la misma via, marchan poderosos y triunfadores a la conveniencia de los tiempos; hace 50 años buscaban la sombra del palio y hoy la de la pancarta. Oye, que les suban el sueldo lo que haga falta a los funcionarios de la toga para que no tengan que buscarse la vida en el progreso (de progresía) dadivoso al albur de "la voz de su amo" y nos evitemos, las personas normales (que tampoco somos tantos, caramba) tener que leer y escuchar tanta majadería prevaricadora. Porque digo yo que otro tanto que de los leguleyos en busca de un "Goya" podemos decir de los obispos y demás tonsurados españoles que dan la de cal o la de estiercol según encuentren al personal de afecto, como si todos fuéramos imbéciles. Claro es que yo, personalmente, el afecto hacia el dogma/los dogmas, credos, fe o doctrina religiosa/religiosas tiende a cero, pero bien iría que los creyentes, alguna vez, se dedicaran a traspasar la línea de la fe y entraran en una crítica necesaria para que quienes cultivan (dicen ellos) el amor al prójimo, la caridad, la esperanza, la bondad, humildad, contención, generosidad, templanza, serenidad... y sobre todo la inalienable defensa de la vida, la dignidad y libertad del hombre, puedan ser purgados, exonerados, excluidos y, como no, puestos a buen recaudo de la justicia de los hombres (la única que se ha demostrado existente, aunque corrupta en altas dosis), cuando lo requiere su comportamiento desleal para con ellos mismos y aquellos que han depositado sus esperanzas en su doctrina (y que no son los asesinos vascos o nacional-socialistas catalanes, por poner dos ejemplos), a ver si va a ser cierto que la religión es el veneno de los pueblos intelectualmente libres.
Ruskin afirmaba en "Las Siete Lámparas de la Arquitectura", capítulo II, 5:
"Se puede perdonar a la pobreza su debilidad, a la utilidad su imperio, pero la mezquindad o la mentira no deben encontrar más que desprecio".
 
Buenas noches.

No hay comentarios: