viernes, 5 de mayo de 2017

"Preciso es recordar -así lo proclama toda nuestra historia- que somos incoherentes, indisciplinados, apasionadamente localistas, amén de tornadizos e imprevisores. El todo o nada es nuestra divisa. Nos falta el culto de la Patria grande".
Así se expresaba don Santiago Ramón y Cajal, no solo un sabio de la neurohistología sino un humanista de primer orden, refiriéndose a los españoles de finales del XIX y principios del XX, ignorando, el Premio Nobel, que un siglo después, no solamente no hemos vencido aquellas miserias, sino que nos encontramos mucho peor. Siempre he dicho que mi alma es decimonónica, que no me gusta la época en la que vivo y que deploro esta España y a los españoles que me rodean. Y no crean que el resto de Europa y del mundo en general me provoca un entusiasmo irrefrenable ni una envidia onicofágica. Comentaba hace días con un amigo que si en este momento me dieran a elegir un país, distinto al mío, donde asentarme, puedo asegurar que no sabría elegir uno, en cualquier continente, donde echar mis raíces de jubilado. En fin que si vivo para entonces, en la primera excursión a Marte, para permanecer en el planeta rojo para siempre, denme por enrolado.
En otro rincón de sus escritos, Cajal afirmaba:
"Se ha dicho hartas veces que el problema de España es un problema de cultura. Urge, en efecto, si queremos incorporarnos a loa pueblos civilizados, cultivar intensamente los yermos de nuestra tierra y de nuestro cerebro, salvando para la prosperidad y enaltecimientos patrios todos los ríos que se pierden en el mar y todos los talentos que se pierden en la ignorancia".
Al parecer el médico aragonés concebía la existencia de pueblos civilizados que a mi, sintiéndolo mucho, me cuesta encontrar a una nación que merezca este calificativo.
Mas tocando, con mi consabida independencia intelectual e incorrección política, la punta del asta del toro mediático, habré de confesar que, aunque la corona de espinas de la corrupción, que tanto beneficio político concede a la izquierda (qué harían estos rojos si no hubiera existido Franco y no se hubiera destapado la corrupción del PP), catapulte sobre el papel impreso, y las pantallas reticulares y que, confesémoslo, pertenece al genoma hispánico, junto con otras desgracias como el desempleo, que ya refería Larra en sus artículos; los catalanes en sí mismos arrastrando las cadenas de la ridiculez en sus pretensiones que bien hubieron de aguantar los mismísimos Austrias; el crimen vasco-navarro, cuyo antecedente noventayochista condujo a tres guerras civiles desde 1833 al 1876, al grito de Dios, Patria y Rey (?), y, ya a finales del XIX y principios del siglo XX, terrorismo estatal que provocó cuatro grandes magnicidios a manos, no de terroristas como hoy se llaman, sino de anarquistas, en las personas de Prim, Cánovas, Canalejas y Dato; o bien otras preocupaciones de los españoles de hoy como son la problemática de la vivienda (hasta hace 70 años se alquilaban y se evitaban muchos conflictos), el precio de la gasolina, de la luz, la independencia de los hijos, presumir del teléfono celular de última generación, los divorcios y vuelta a dar por saco a casa, las majaderías que diga Luis Enrique, las cuitas de Belén Esteban  y esa vecina o vecino que está francamente apetitosa/o, he de confesar que mi mayor preocupación camina por otros senderos abandonados por los diversos gobiernos post franquistas y que al igual que mi maestro Ramón y Cajal se resume en todos los talentos jóvenes que se pierden en la ignorancia, fruto de la mala docencia de los múltiples y maturrangos planes de estudios tan bien sobados para los intereses políticos  del legislativo al uso,  en la propia ignorancia y en el olvido de la nación que les vio nacer, valga la redundancia, les formó y les omitió, les negó como personas y como técnicos en sus respectivas especialidades.
Repito y confieso que a mí las corruptelas de los políticos "bien pagaos", los jueces y fiscales mantenidos, la prensa amancebada, los empresarios coimados, sindicatos barraganos, etc., no me quitan el sueño. Hemos pasado de la España de charanga y pandereta de Machado a otra de "fulbol" y cateto autonomismo. Unamuno afirmó que amaba a España porque no le gustaba; yo ni la amo (a esta España tan "democrática") ni me gusta. Pero yo apremio a todos aquellos súbditos que se sientan realizados como ejemplares demócratas por votar cada cuatro años a un demente, a un incompetente o a un ignorante pretencioso, que se deje de votos y piense quienes serán los que construirán a sus nietos los puentes, carreteras, rascacielos, automóviles u ordenadores en este país; quienes  operaran a sus nietos o cuidaran de su salud, los enseñaran en las escuelas y universidades; quienes investigaran en España para distinguir y elevar la ciencia, el arte, la técnica y la humanística españolas al nivel que le corresponde. Si quieren que sean extranjeros los que se apoderen de nuestras industrias, hospitales, universidades, orquestas, talleres de todo tipo e incluso restaurantes, y todo porque nuestros jóvenes mejor preparados han tenido que emigrar o ganarse la vida colocando productos en los paneles de los supermercados, naturalmente de firma extranjera, en eso están las autoridades.
Esto es lo que me preocupa a mí. Y todo eso de que si todo lo que se roba en España o se dedica a la defensa se dedicara a labores sociales no habría paro y sí trabajo para todos, es una solemne estupidez. Si, poseídos por un sueño imposible, todo lo que se roba en España cayera en manos de la administración del estado, estaríamos igual; se lo habrían repartido los bancos y grandes  multinacionales, los catalanes para sus gilipolleces, los vascos o los andaluces para reforzar el PER. La auténtica verdad es que en España viviríamos como no han podido soñar en ningún país europeo si no existieran las comunidades autónomas.
España se ha suicidado. La nación con mayor y mejor capital humano y técnico de Europa ha arrojado por la ventana todos sus valores por el capricho de parecerse a la estructura de la república de 1931, y ¡esperen! porque todavía hay muchos que quieren que el parecido sea totalmente republicano, con bandera tricolor y todo. Y hablamos de una república ilegal e ilegítima, hija del mayor pucherazo del siglo XX en Europa, y resuelta en el mayor fracaso político de nuestra historia contemporánea.
¿Qué y cómo vivirán los hijos de nuestros hijos su aventura hispánica? Piénselo seriamente y exijan a los gobernantes luchar por ese bienestar, el intelectual y técnico. lo demás no solo es imposible de vencer sino además carísimo. El saber sí ocupa lugar. Pónganlo en el lugar que le corresponde para asegurar el futuro. Y a los mítines y a las elecciones que acuda la puñetera madre del sátrapa o de los sátrapas que gritan como asnos en celo, los que con unas lustrosas cuentas bancarias se quitan la corbata  para que ustedes estén convencidos que son del pueblo y luchan por el pueblo.

1 comentario:

Jose Luis dijo...

Cómo se nota que el señor Jiménez Escolano es médico. Disecciona la sociedad española descubriendo las arterias obstruídas, las bronquitis crónicas, los juanetes mal curados de este organismo tan mal tratado por todos que es España