sábado, 19 de marzo de 2016

Últimamente he estado trayendo al presente algunas reflexiones que redacté en tiempos pasados para distraer a los lectores en tanto observaba como se desarrollaban y en qué acababan los acontecimientos entre esta gentuza que quiere, que desea, que ansía gobernarnos para su beneficio exclusivo, el de ellos, no el de España,  Pero la vergüenza no me permite saber por donde empezar. Porque no he visto en mucho tiempo tal cantidad de mentiras, de falsedades, de codicia de poder desmadrada y sin tapujos, de sectarismos desvergonzados, de corrupción intelectual y moral y ausencia total de decencia, decoro, honor, escrúpulos, educación y el más elemental respeto hacia las personas, hacia la nación (lo que antiguamente se llamaba patriotismo) que la exhibición que nos están deparando la actual clase política de la vida nacional, autonómica y municipal en todo el territorio español. Y esta chusma nos va a gobernar y, aún más, nos está gobernando. Su falta de preparación, su necedad, incompetencia e ignorancia me ofende, al igual que las de tanto plumífero y tertuliano discapacitados mentales. Y esta es la alternativa al  bipartidismo que han votado los españoles.
Yo sabía que íbamos a presenciar un espectáculo deprimente, pero la realidad está superando mis tristes expectativas... y lo que nos queda. Algo que tiene poco que reflexionar o que debatir. Esto es una vergüenza, porque los miembros de los tres poderes del estado ni siquiera se esfuerzan en ocultar sus innobles intenciones, en aparentar, en parecer mínimamente dignos.
En realidad hoy nadie gobierna en el país, nadie se responsabiliza  de las necesidades de la mayoría de los ciudadanos, pero edifican grandilocuentes construcciones de verbos vacíos e irresponsablemente demagógicos, sectarios y embaucadores para consumo de los propios. En realidad llevamos más de un año aguantando interminables campañas electorales, y lo que nos queda, inflamadas de insultos, descalificaciones, amenazas y groserías, manifestaciones descompuestas, ramplonas y zafias vomitadas en nombre de la democracia, del bienestar del pueblo y, naturalmente, de la ambigüedad moral.
Y todo ello conduce, ignoro por qué camino, a un decimonónico anticlericalismo, al más rancio anticapitalismo, a un irrespirable antipatriotismo y, en definitiva, a la destrucción de todos los símbolos, costumbres, tradiciones, creencias, blasones y la misma historia de la nación española a cambio de la consecución del poder a toda costa.
Hay un tipejo, que yo no sé de que zahúrda intelectual lo han sacado los socialistas, un tal Sánchez, que para aferrarse al poder es capaz de destruir la unidad, la paz, la convivencia e incluso el régimen institucional de España. Y las alternativas de gobierno son un ramillete de majaderos antisistema marxistas dirigidos por un dictador anti-todo; o un elemento salido de la nada, un catalán disfrazado de constitucionalista y montado en un columpio que tres días de la semana alcanza el interés por las teorías de la derecha moderada, otros tres abraza el socialismo más rastrero y los domingos desafía a la gravedad flotando por encima de los pobres mortales. El resto de las migajas parlamentarias son especies a extinguir, y hasta entonces a no dejar de joder la marrana.
Nos queda la troupe del Partido Popular con un disempático Rajoy a la cabeza que, si ya de por sí ha ensombrecido durante 4 años la comunicación de las instituciones nacionales con los ciudadanos a través de un autismo corporativo insoportable, se encuentra en la uvi de la reflexión, del conocimiento, y la percepción, tras haberle caído encima un enorme argayo de corrupción de sus representantes más queridos, que es lo que le faltaba a su bradipsiquia constitucional para no saber donde tiene la mano derecha  o la izquierda. Y mientras tanto los españoles de buen juicio (que no somos tantos) aguardando en la milla verde la ejecución de una sentencia que, lo mires como lo mires, nunca podrá ser favorable.
Qué vergüenza, para mi al menos, confesar que soy español.
Claro que por ahí, en las afueras, tampoco andan muy bien orientados: La Europa comunitaria desmoronándose sobre sus propios valores; los belgas amamantando comunidades de musulmanes que apoyan y esconden a asesinos islámicos, valga la redundancia; Alemania ahogándose en su propia demagogia buenista promoviendo una peligrosísima negociación con los neo-otomanos, a la que todos las naciones europeas han dicho amén y que ya pagaremos algún día;  loa italianos pasando de golfos a necios y nuevamente a golfos y luego a populistas y vuelta a inútiles y dejando que se pudra uno de los patrimonios históricos más maravillosos del planeta. Las islas británicas todavía no tienen claro si pertenecen al continente americano o al europeo, tanto han robado en todos los continentes, que se despistan, pero eso sí, sin rendir las banderas imperialistas, y Francia a la cabeza del liberalismo más demagógico, que no para de herirles y perjudicarnos a los demás, y siempre haciendo amigos. Y qué decir de los EEUU de Norteamérica, la nación de la promisión y la esperanza, aunque sin sanidad ni derechos sociales; con las diferencias de clases y la criminalidad, más inconfesables de todo occidente y la juventud totalmente perdida entre el marasmo de una triste moral, una ética sometida a un brutal capitalismo y la idolatría a las armas de fuego, y dando lecciones de... a saber de qué.
Pero a pesar de todo, qué vergüenza el espectáculo español. Si Ramón y Cajal levantara la cabeza.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Suscribo cada letra, coma y punto. Muy acertada su reflexión D. Carlos. Reciba un fortísimo abrazo.
Oscar Quirós

carlos jimenez escolano dijo...

Un abrazo Oscar y otto para tu hermano y para Pati