jueves, 6 de febrero de 2014

Este año solemnizamos, aquellos a los que nos preocupa la Historia de España pura y dura, el recuerdo de los dos siglos transcurridos desde el nacimiento del general Juan Prim y Prats, en la tarraconense ciudad de Reus.
Qué duda cabe que el personaje del conde de Reus, marqués de los Castillejos y vizconde de Bruch, heroico militar y político arrogante, conspirador, porfiado e inexorable, analizado por sí mismo, nos deje una figura plasmada en un añejo y descolorido sepia, a pesar de los recientes debates  sobre la causa inmediata de su muerte tras el atentado de la madrileña calle del Turco de dos días después de Navidad del año de 1870, controversias que no voy a aplaudir ahora. Mas el color del retrato de tan ilustre y controvertida figura se lo va a proporcionar el análisis del político, el militar y el hombre pero sumergido en el caldo que nos proporciona a los investigadores históricos las especiales características del Madrid, de la España de la segunda mitad del siglo XIX (y principalmente su relación con la figura del rey Amadeo I de España), cimiento inestable de tantos amargos sucesos que han caracterizado  a la España del siglo XX, y cuyas secuelas continuamos padeciendo el este nuevo siglo XXI.
Mi libro "UN PAÍS INGOBERNABLE", de editorial CREACIÖN, título que hace referencia a una de las últimas frases que pronunció el duque de Aosta -por cierto de quién nadie ha celebrado el aniversario de su muerte que se conmemoraba el año 1990-, hijo de Víctor Manuel II, primer rey de la recientemente unificada Italia, al partir de nuestra tierra, en el cual expreso, con la mayor nitidez posible, el retrato de aquella España que se comprometió, a través de sus representantes legítimos con un rey para, dos años después, expulsarle del territorio nacional haciendo gala de la tradicional mala educación y mala baba que este pueblo ibérico quizás no pueda evitar, porque la genética dicta sus leyes de forma inexcusable.

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