martes, 26 de mayo de 2015

Bueno, después de un intervalo de muchas semanas de ausencia en este blog, provocado por el deterioro, casi total de mi ordenador y el traslado definitivo de mi hábitat a un pueblecito asturiano, parece que nuevamente puedo volver  a exponer mis opiniones para quien tenga a bien leerlas, lo que, casualmente coincide con la resaca de las elecciones autonómicas y municipales en esta calamitosa España.
Algunas de mis observaciones me resulta cansino repetirlas una y otra vez, pero es que continuamente surgen signos que avalan dichas reflexiones. Y una de ellas es la evidencia de la mentira institucionalizada sobre la existencia de una Europa unida por los mismos intereses y caminando hacia una meta común. A este respecto es innegable que la Europa septentrional, perdida allá lejos entre su bunkerizada y acomodada sociedad del bienestar tan carente de generosidad y tan poco dada a compartir ni a cooperar en cualquier proyecto que pueda resultar incómodo para su aislamiento social, considera a los países del Mediterráneo meros esclavos, gente de baja estofa a los que visitar para disfrutar de sus bellezas naturales, principalmente de aquellas de las que ellos carecen, como si veranearan en el norte de África entre la solícita morería, y eso es todo. Vamos que las avalanchas de desgraciados inmigrantes desde el continente negro a las otras orillas del Mare Nostrum, para estos estúpidos constituye un mero problema entre miserables del sur. Los sistemas político-sociales de los pálidos norte-europeos, en nada se parecen a los nuestros, por no hablar de nuestro carácter apasionado y ruidoso que tanto les molesta a los devoradores de mantequilla. Pero mira por donde hay un mal, una lacra que infecta a todos ellos. Es más infecta a todo el mundo occidental, y es la adoración a la diosa DEMOCRACIA, que dicen inventaron los griegos (pobres griegos) pero que tanto retocáronla que en nada se parece, ni en la forma ni en el fondo, a la política de Pericles.
Conocido por mis lectores debe ser ya que yo siempre me he definido como "no demócrata", en tanto no cambien mucho las cosas, pero hay consideraciones que quiero apuntar para ver si algún ciudadano de este despistado país se entera de la movida.
En primer lugar el hecho de acudir a votar puede ser un derecho, pero en modo alguno un deber, de modo que el exhaustivo control que en las mesas electorales llevan de aquellos que lo han hecho me conduce a pensar que, al igual que en los plebiscitos franquistas, quien no lo haga queda señalado de entre la multitud censal.
Por otro lado mucha tinta se han llevado las criticas hacia la peligrosa partidocracia, pero resulta que en unas elecciones para nombrar alcaldes y presidentes de comunidades autónomas, la campaña corría por cuenta de los diferentes líderes nacionales. El ciudadano no ha votado a su anterior alcalde, si gestionó bien los problemas del pueblo, o a otro de su gusto, en caso de estar disconforme con su manera de proceder, sino que al parecer votaba a tal o cual partido, de modo que todos esos próceres nacionales están ahora debatiendo si Podemos ha ganado, si el PP ha perdido, si el PSOE debe negociar, etc. En fin que la nefasta religión de la democracia se ha dividido en sectas en las que los juramentados adoran a los distintos partidos políticos, en la figura de su líder correspondiente, al que deben pleitesía según el rito que figure en el manual de culto. Y los necios que acuden a las "misas negras" de los mítines y posteriores elecciones acreditan semejante milonga.
 Naturalmente todo ello es otra alarmante muestra del fracaso de las autonomías, el avance de los nacionalismos y el alejamiento de una muy deseable reforma electoral, de la que nuestros políticos de "profesión" no quieren ni oír hablar, que debería empezar por introducir las listas abiertas, es decir el voto a la persona y no al partido, para continuar por eliminar la subvención estatal a los partidos políticos y un largo etcétera que no voy a desglosar ahora.
 

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