sábado, 5 de junio de 2010

Hoy nos toca un superficial análisis sobre uno de los pronunciamientos que levantó más polvareda histórica, tanto en su época, como, en lo sucesivo, hasta nuestros días, en que su protagonista principal, el teniente coronel Rafael de Riego, naturalmente perteneciente a la masonería, al mando de una de las unidades acantonadas en Andalucía para partir hacia América en 1819, como ya comentamos, al hablar del frustrado golpe de Sarsfield, decide, igualmente, aprovechar la ocasión, para llevar a cabo un levantamiento militar el 1 de Enero de 1820.
La historia oficial cuenta que Riego recorrió Andalucía predicando en todos sus pueblos y ciudades el alzamiento en contra del absolutismo real, y a favor de la Constitución de Cádiz, pero, miren, yo, que de natural muy desconfiado, y nunca me he dejado adiestrar, no me trago este pretexto patriótico, una y otra vez, patrocinado por la masonería, cuya meta jamás ha sido deponer a un mal gobernante (o a un gobernante malo) para bien del pueblo. (¿verdad José Luis?) Yo no me chupo el dedo. Esta siniestra gente, perteneciente a semejante inicua hermandad, solo actúa cuando ha estudiado detenidamente la posibilidad de introducirse en un río revuelto, una sociedad averiada, para dominar la situación desde la sombra en su propio beneficio, ampliando así, su poder. Así se extienden como una mancha de aceite, y así llegan a controlar el dominio sobre las sociedades y los países (¿verdad José Luis?). De modo que de heroísmos patrióticos, nada. Y esta reflexión puede hacerse extensiva a otras sociedades igual de siniestras, como por ejemplo el Opus, capaces de asesinar a un Papa para evitar ser investigados en sus balances.
Pero sigamos a lo nuestro, y no nos distraigamos. Cuenta la historia que el bueno de Riego acabó escapando a Extremadura. Los motines diseñados por nuestros amigos masones, fueron estallando en otros puntos de España, para cabrear al populacho, y consiguiendo que el palacio real de Madrid resultara asaltado por el pueblo, el mismo que apodó al rey "El Deseado", el 7 de Marzo.
Todo el que lea con frecuencia mi blog, sabe cual es mi opinión acerca de la persona de Fernando VII, de modo que no voy a insistir, pero también se habrán percatado de lo que opino de la masa, "el pueblo", el respetable (en los toros), al que puede manejar incluso un imbécil (verdad José Luis). De modo que esos majaderos, enardecido, obligaron a S.M. a firmar la Constitución de 1812, en vista de que el general Ballesteros le convenció que siempre sería mejor eso, que un baño de sangre. Al pueblo, que trabajaba de sol a sol para poder sobrevivir, "La Pepa" le traía al fresco, pero los memos que organizaron la revuelta van y se creen lo de la firma, y la intención de Fernando VII de iniciar un cambio. ¡Hace falta ser cretino!
Naturalmente se nombró un nuevo gobierno de corte liberal, y Riego fue nombrado Capitán General de Galicia, luego de Aragón, y después ocupó otros cargos de responsabilidad, hasta llegar a Presidente de las Cortes.
Fernando VII era un canalla y un traidor, pero no un imbécil, y conocía perfectamente al pueblo que gobernaba, de modo que esperó el momento oportuno para actuar, y este llegó, cuando comenzaron a enfrentarse los liberales entre sí y los catalanes (como siempre) a dar por saco proclamando por su cuenta un gobierno autónomo; ergo los liberales resultaban un peligroso ejemplo. El rey español necesitaba ayuda, y se la pidió, por segunda vez, a Francia, que envió al pijo del duque de Angulema al mando de "Los Cien Mil Hijos de San Luis" (que no eran cien mil ni mucho menos).
Riego, que tenía aún menos luces que el monarca, no calculó que iba a ser víctima de la enésima traición, llevada a cabo por su misma gente (es decir los masones, que ahora veían la necesidad de quitarse de en medio), y pasó de ser un héroe a ser un rufián. Detenido y acusado de alta traición, sería ejecutado, en la plaza de la Cebada de Madrid, el 7 de Noviembre de 1823, entre los insultos y escupitajos del "respetable pueblo español" que le aclamó en su día y ahora volvía a vitorear al rey Fernando.

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