miércoles, 29 de junio de 2016

En fin, yo no quería decir ni pio acerca de estas penúltimas elecciones generales, hasta no contemplar serenamente, desde mi atalaya de "intelectual", que tanto desprecia el periodista David Gistau, como acaba este vodevil "arnichano" de nuestros (míos no) próceres más señeros. Pero como observo que abriéronse las compuertas del pantano de la opinión y los diferentes pareceres, la mayoría, entre atolondrados y desasosegados por quedar bien, fluyen en riadas descompuestas y juicios "convenientes", doy un paso al frente e izo mis "prejuicios" (Gistau dixit) para dosificar en su medida tanto y tan variado argumento sectario... Demasiado preludio.
Es del conocimiento de mis lectores que yo no acudí a votar, que no soy demócrata, que tampoco soy de derechas (y mucho menos de izquierdas), ni tampoco liberal; soy intelectual "prejuiciado", pero que conozco perfectamente la historia de España (la de verdad) y que hace muchos años juré bandera. Todo ello me permite conocer las necesidades de mi país, las mismas que mi país desconoce, parafraseando a Blaise Pascal, pues esta nación de adolescentes intelectuales  no está y le queda mucho para estar social, política y moralmente maduros, y que son sencillamente aquellas que conducen a un "demócrata" a buscar el bien común, la ventura y gloria de la patria, y la prosperidad de la sociedad en la que sus hijos habrán de vivir, antes que el triunfo "friqui" de su capricho sectario y personal.
Pues bien, las propuestas que desde hace meses les vienen haciendo a estos ciudadanos de tercera división, ya casi vasallos, que llamamos españoles, un manojito de advenedizos incapaces, podrían enmarcarse en la definición de patrañas para mentecatos, y se las han esnifado como adictos a todo sectarismo que no les obligue a romperse la cabeza en complicados razonamientos, unos porque son católicos apostólicos y romanos, otros porque son ateos a muerte (a muerte de los demás), otros porque a su abuelo lo mató Franco (que a saber que haría su abuelo), algunos más porque están enfurruñados con la corrupción (pero solo la de unos), otros porque están a favor de la corrupción (que les beneficia y de ella se aprovechan), otros porque son antisistema por el bien del planeta verde y se uniforman de guarros, otros porque el capitalismo cuanto más bestial más les produce, algunos porque el marxismo constituye el bien de la economía de los pueblos (y por supuesto no han leído a Marx, que, por cierto, es intragable, ni la historia del comunismo asesino), aquellos otros porque añoran un líder nazi porque no son capaces de iluminar ni una idea por sí solos y, en fin, otros porque no saben lo que son y solo cada cuatro años se colocan la corbata o la pana.
Para la información de todos aclararé que Sánchez es un chulo de taberna, un ignorante impresentable, maleducado y sin la menor talla para representar a España ni como abrecoches de un ministro. ¡Pero es socialista! Rivera es un niñato caprichoso, inmaduro y soberbio, encantado de haberse conocido a sí mismo, que  se enardece con rabietas que dan risa, que no tiene media bofetada intelectual ni política. ¡Pero es de centro! Iglesias es un personaje siniestro, un alambicado flautista de Hamelín, multifacético, patibulario e inicuo, que se ha aprovechado del descontento personal de una parte de la sociedad que se sentía perjudicada en sus intereses, los suyos, porque la prosperidad de la nación les trae al fresco. ¡Pero es...! bueno este tiene días, aunque yo sé muy bien lo que es.
Y finalmente Rajoy es el único decente y experimentado, pero carente de todo tipo de empatía popular y excesivamente preocupado de una parte de la economía, solo de una parte, porque ha despreocupado la deuda pública, es decir la deuda de las Comunidades Autónomas, y el bienestar personal de los españoles (el paro, la consideración hacia los conocimientos y valores de los jubilados y el apoyo a la pequeña empresa, por ejemplo), así como otros valores éticos y morales y aquellas tradiciones valoradas y amadas por las persona (según el significado griego clásico del vocablo) y que tienen que ver con un bienestar íntimo y popular que les relaciona con sus allegados y resulta irrenunciable. Por cierto la corrupción también es importante pero en modo alguno pretexto para esconder la indigencia ideológica.
Todas las demás presuntas reflexiones que se escuchan o se leen no son sino "tochures", como dicen en Asturias, para rellenar debates o cuadrar mediáticos articulillos.
Dicho todo esto, que nadie se acompleje, porque España no detenta la exclusiva de políticos necios y de negro futuro, que en esta mundo traidor variarán los modos según las latitudes, pero el "zoon politikon" y el alborotado y circense votante son dos especies que juntas, o por separado, han provocado más calamidades que la peste bubónica en cualquiera de las tierras de nuestro planeta que se definen a sí mismas, con orgullo de camélido, de demócratas.

viernes, 24 de junio de 2016


Durante la Revolución Francesa se popularizó la palabra “Nación”, y durante el proceso expansivo de esta revolución por Europa es cuando se crean las “Nacionalidades”, términos estos que a día de hoy hacen furor en algunas regiones españolas, por ser identificadas con valores identitarios.
El principio de estas nacionalidades, proclamado por la revolución, se acabará extendiendo por todo el Viejo Continente  a lomos de los ejércitos de ocupación revolucionarios galos, los cuales animan a los pueblos europeos a desembarazarse de sus respectivos soberanos.


Los patriotas en una Italia, todavía sin perfilar, en algunas ciudades alemanas, en Bélgica y en Suiza, proclaman repúblicas en las que intentan aplicar los nuevos principios revolucionarios de igualdad y libertad, si bien bajo el dominio de Napoleón, la presencia militar francesa en Europa despierta un profundo rechazo, de modo que la mayoría de los pueblos europeos acaban uniéndose en su odio hacia el invasor. Comienza así a perfilarse la tendencia de grupos o poblaciones a organizar su vida de forma conjunta y a formar un estado.
Tras la caída de Bonaparte, las potencias vencedoras se reúnen en Viena en 1815, ante el intento de ordenar Europa de acuerdo con los principios tradicionales en la idea de que, no solo Napoleón, sino la “revolución”, como concepto, finalmente, ha sido vencida. El ordenamiento y reajuste del mapa europeo corre a cargo  de las 5 grandes potencias: Gran Bretaña, Rusia, Austria, la nueva Francia borbónica y Prusia. Surge así la que fue conocida como la Europa de la pentarquía.
Pero el propósito de los políticos vencedores de restaurar el orden anterior a 1789, es decir a la Revolución Francesa, no puede ser llevado a cabo por completo, puesto que muchos soberanos se ven obligados a devolver privilegios antes otorgados, y algunas de las transformaciones sociales y jurídicas llevadas a cabo en su día tienen que ser mantenidas, lo que no es sino un síntoma claro de que la revolución no había sido vencida del todo.
Del mismo modo que la paz no puede ser considerada la ausencia de guerra, la paz no se alcanza cuando se declara terminada una guerra. La paz es un estado intelectual íntimo y transferible de equilibrado sosiego. El fin de una guerra casi nunca conduce a la paz, sino a un ansia de represalia, de un bando, y de desquite del otro.
Por ello la Gran Guerra no fue el principio de nada, pues ya venía gestada con anterioridad, ni el final de nada, ya que tuvo su continuación en la Segunda Guerra Mundial, gracias a la estupidez de los vencedores que firmaron el Tratado de Versalles, no para asegurar la paz, sino para asegurarse ellos y esta en la Guerra Fría durante la segunda mitad del siglo pasado.
Es más Francia ya venía escocida desde el sometimiento que tuvo que aceptar de Alemania, en la guerra Franco-Prusiana que se desató, por la patética búsqueda del gobierno español de un rey, no Borbón, tras la destitución de Isabel II, y donde perdió las regiones de Alsacia y Lorena.
En el seno del Reino Unido, creado el 1 de Enero de 1801, Irlanda es una nación oprimida por otra nación. Eminentemente rural, quiere disfrutar de su tierra; católica, reclama la emancipación religiosa; unida contra su voluntad a Gran Bretaña, aspira a la ruptura. Dirigidos por carismáticos líderes políticos, sobre todo Charles Parnell, utilizan el sistema parlamentario británico para hacer presión sobre su dominadora. Pero a pesar de su alianza con los liberales de Gadstone, no obtiene la independencia hasta 1921.
En el siglo XIX la economía capitalista y la industrialización, había provocado un crecimiento industrial enorme, y, como consecuencia, la aparición de grandes excedentes de producción, para los cuales resultaba imprescindible encontrar nuevos mercados, incluido el armamento. La creciente necesidad de materias primas, para la industria hacían sentir el deseo de buscar nuevos territorios en los que invertir y proveerse de nuevas materias. En el último cuarto del siglo XIX, Gran Bretaña, que poseía ya un basto imperio, demostró lo que es la ambición colonizadora, usando para ello los métodos más ruines y desaprensivos. El reparto colonial se produjo con inusitada rapidez, no solo por Gran Bretaña, sino por la mayoría de las potencias europeas, a causa, sobre todo, de la incapacidad de los territorios dominados para protegerse en forma eficaz. Es el imperialismo. El Imperialismo y el colonialismo, a base de bayoneta, sobre pueblos humildes, sumergidos en sus ancestrales costumbres, a los consideraban inferiores y a los que dominar bajo el pretexto de que se les iba a civilizar, para robarles a manos llenas y humillarlos sin recato, ha sido durante dos siglos la política de la Gran Bretaña de cara al resto del mundo. Como ejemplo traigo a la memoria la guerra del opio con China (1889-1912), una de las mayores canalladas del león británico sobre gente a la que pisotear para terminar robándoles la colonia de Hong Kong. Esta es la "Gran" Bretaña.
Pero resulta que los "british" siguen enrocados en su universo de dominio colonialista como esas divas de la escena que pasando de los 70 años continúan acicalándose como si tuviera 25, alcoholizándose, resultando ridículas y peligrosas para sí mismas.
Que los ingleses no tenían ninguna ilusión en compartir un futuro mejor con una Europa, por otro lado, cada vez más débil en sus estructuras, precisamente debido a los renacientes nacionalismos, es algo que yo me maliciaba, y de hecho en este blog anuncié en su día. Pero un nuevo conflicto bélico, aunque solo fuera económica, a renglón seguido de la Guerra Fría que Putin se ha encargado de despertar, como siempre, también les caería sobre la cabeza a las islas, y, como siempre, habrá que sacarles las castañas del fuego que ellos ya no podrán. Pero si eso es lo que quieren, por lo que a mí respecta, que se vayan a hacer puñetas con su porridge, su clima infernal y su cara de ajo porro... Ah, y su magnífica armada.


Durante la Revolución Francesa se popularizó la palabra “Nación”, y durante el proceso expansivo de esta revolución por Europa es cuando se crean las “Nacionalidades”, términos estos que a día de hoy hacen furor en algunas regiones españolas, por ser identificadas con valores identitarios.
El principio de estas nacionalidades, proclamado por la revolución, se acabará extendiendo por todo el Viejo Continente  a lomos de los ejércitos de ocupación revolucionarios galos, los cuales animan a los pueblos europeos a desembarazarse de sus respectivos soberanos.


Los patriotas en una Italia, todavía sin perfilar, en algunas ciudades alemanas, en Bélgica y en Suiza, proclaman repúblicas en las que intentan aplicar los nuevos principios revolucionarios de igualdad y libertad, si bien bajo el dominio de Napoleón, la presencia militar francesa en Europa despierta un profundo rechazo, de modo que la mayoría de los pueblos europeos acaban uniéndose en su odio hacia el invasor. Comienza así a perfilarse la tendencia de grupos o poblaciones a organizar su vida de forma conjunta y a formar un estado.
Tras la caída de Bonaparte, las potencias vencedoras se reúnen en Viena en 1815, ante el intento de ordenar Europa de acuerdo con los principios tradicionales en la idea de que, no solo Napoleón, sino la “revolución”, como concepto, finalmente, ha sido vencida. El ordenamiento y reajuste del mapa europeo corre a cargo  de las 5 grandes potencias: Gran Bretaña, Rusia, Austria, la nueva Francia borbónica y Prusia. Surge así la que fue conocida como la Europa de la pentarquía.
Pero el propósito de los políticos vencedores de restaurar el orden anterior a 1789, es decir a la Revolución Francesa, no puede ser llevado a cabo por completo, puesto que muchos soberanos se ven obligados a devolver privilegios antes otorgados, y algunas de las transformaciones sociales y jurídicas llevadas a cabo en su día tienen que ser mantenidas, lo que no es sino un síntoma claro de que la revolución no había sido vencida del todo.
Del mismo modo que la paz no puede ser considerada la ausencia de guerra, la paz no se alcanza cuando se declara terminada una guerra. La paz es un estado intelectual íntimo y transferible de equilibrado sosiego. El fin de una guerra casi nunca conduce a la paz, sino a un ansia de represalia, de un bando, y de desquite del otro.
Por ello la Gran Guerra no fue el principio de nada, pues ya venía gestada con anterioridad, ni el final de nada, ya que tuvo su continuación en la Segunda Guerra Mundial, gracias a la estupidez de los vencedores que firmaron el Tratado de Versalles, no para asegurar la paz, sino para asegurarse ellos y esta en la Guerra Fría durante la segunda mitad del siglo pasado.
Es más Francia ya venía escocida desde el sometimiento que tuvo que aceptar de Alemania, en la guerra Franco-Prusiana que se desató, por la patética búsqueda del gobierno español de un rey, no Borbón, tras la destitución de Isabel II, y donde perdió las regiones de Alsacia y Lorena.
En el seno del Reino Unido, creado el 1 de Enero de 1801, Irlanda es una nación oprimida por otra nación. Eminentemente rural, quiere disfrutar de su tierra; católica, reclama la emancipación religiosa; unida contra su voluntad a Gran Bretaña, aspira a la ruptura. Dirigidos por carismáticos líderes políticos, sobre todo Charles Parnell, utilizan el sistema parlamentario británico para hacer presión sobre su dominadora. Pero a pesar de su alianza con los liberales de Gadstone, no obtiene la independencia hasta 1921.
En el siglo XIX la economía capitalista y la industrialización, había provocado un crecimiento industrial enorme, y, como consecuencia, la aparición de grandes excedentes de producción, para los cuales resultaba imprescindible encontrar nuevos mercados, incluido el armamento. La creciente necesidad de materias primas, para la industria hacían sentir el deseo de buscar nuevos territorios en los que invertir y proveerse de nuevas materias. En el último cuarto del siglo XIX, Gran Bretaña, que poseía ya un basto imperio, demostró lo que es la ambición colonizadora, usando para ello los métodos más ruines y desaprensivos. El reparto colonial se produjo con inusitada rapidez, no solo por Gran Bretaña, sino por la mayoría de las potencias europeas, a causa, sobre todo, de la incapacidad de los territorios dominados para protegerse en forma eficaz. Es el imperialismo. El Imperialismo y el colonialismo, a base de bayoneta, sobre pueblos humildes, sumergidos en sus ancestrales costumbres, a los consideraban inferiores y a los que dominar bajo el pretexto de que se les iba a civilizar, para robarles a manos llenas y humillarlos sin recato, ha sido durante dos siglos la política de la Gran Bretaña de cara al resto del mundo. Como ejemplo traigo a la memoria la guerra del opio con China (1889-1912), una de las mayores canalladas del león británico sobre gente a la que pisotear para terminar robándoles la colonia de Hong Kong. Esta es la "Gran" Bretaña.
Pero resulta que los "british" siguen enrocados en su universo de dominio colonialista como esas divas de la escena que pasando de los 70 años continúan acicalándose como si tuviera 25, alcoholizándose, resultando ridículas y peligrosas para sí mismas.
Que los ingleses no tenían ninguna ilusión en compartir un futuro mejor con una Europa, por otro lado, cada vez más débil en sus estructuras, precisamente debido a los renacientes nacionalismos, es algo que yo me maliciaba, y de hecho en este blog anuncié en su día. Pero un nuevo conflicto bélico, aunque solo fuera económica, a renglón seguido de la Guerra Fría que Putin se ha encargado de despertar, como siempre, también les caería sobre la cabeza a las islas, y, como siempre, habrá que sacarles las castañas del fuego que ellos ya no podrán. Pero si eso es lo que quieren, por lo que a mí respecta, que se vayan a hacer puñetas con su porridge, su clima infernal y su cara de ajo porro... Ah, y su magnífica armada.


Durante la Revolución Francesa se popularizó la palabra “Nación”, y durante el proceso expansivo de esta revolución por Europa es cuando se crean las “Nacionalidades”, términos estos que a día de hoy hacen furor en algunas regiones españolas, por ser identificadas con valores identitarios.
El principio de estas nacionalidades, proclamado por la revolución, se acabará extendiendo por todo el Viejo Continente  a lomos de los ejércitos de ocupación revolucionarios galos, los cuales animan a los pueblos europeos a desembarazarse de sus respectivos soberanos.

Los patriotas en una Italia, todavía sin perfilar, en algunas ciudades alemanas, en Bélgica y en Suiza, proclaman repúblicas en las que intentan aplicar los nuevos principios revolucionarios de igualdad y libertad, si bien bajo el dominio de Napoleón, la presencia militar francesa en Europa despierta un profundo rechazo, de modo que la mayoría de los pueblos europeos acaban uniéndose en su odio hacia el invasor. Comienza así a perfilarse la tendencia de grupos o poblaciones a organizar su vida de forma conjunta y a formar un estado.
Tras la caída de Bonaparte, las potencias vencedoras se reúnen en Viena en 1815, ante el intento de ordenar Europa de acuerdo con los principios tradicionales en la idea de que, no solo Napoleón, sino la “revolución”, como concepto, finalmente, ha sido vencida. El ordenamiento y reajuste del mapa europeo corre a cargo  de las 5 grandes potencias: Gran Bretaña, Rusia, Austria, la nueva Francia borbónica y Prusia. Surge así la que fue conocida como la Europa de la pentarquía.
Pero el propósito de los políticos vencedores de restaurar el orden anterior a 1789, es decir a la Revolución Francesa, no puede ser llevado a cabo por completo, puesto que muchos soberanos se ven obligados a devolver privilegios antes otorgados, y algunas de las transformaciones sociales y jurídicas llevadas a cabo en su día tienen que ser mantenidas, lo que no es sino un síntoma claro de que la revolución no había sido vencida del todo.
Del mismo modo que la paz no puede ser considerada la ausencia de guerra, la paz no se alcanza cuando se declara terminada una guerra. La paz es un estado intelectual íntimo y transferible de equilibrado sosiego. El fin de una guerra casi nunca conduce a la paz, sino a un ansia de represalia, de un bando, y de desquite del otro.
Por ello la Gran Guerra no fue el principio de nada, pues ya venía gestada con anterioridad, ni el final de nada, ya que tuvo su continuación en la Segunda Guerra Mundial, gracias a la estupidez de los vencedores que firmaron el Tratado de Versalles, no para asegurar la paz, sino para asegurarse ellos y esta en la Guerra Fría durante la segunda mitad del siglo pasado.
Es más Francia ya venía escocida desde el sometimiento que tuvo que aceptar de Alemania, en la guerra Franco-Prusiana que se desató, por la patética búsqueda del gobierno español de un rey, no Borbón, tras la destitución de Isabel II, y donde perdió las regiones de Alsacia y Lorena.
En el seno del Reino Unido, creado el 1 de Enero de 1801, Irlanda es una nación oprimida por otra nación. Eminentemente rural, quiere disfrutar de su tierra; católica, reclama la emancipación religiosa; unida contra su voluntad a Gran Bretaña, aspira a la ruptura. Dirigidos por carismáticos líderes políticos, sobre todo Charles Parnell, utilizan el sistema parlamentario británico para hacer presión sobre su dominadora. Pero a pesar de su alianza con los liberales de Gadstone, no obtiene la independencia hasta 1921.
En el siglo XIX la economía capitalista y la industrialización, había provocado un crecimiento industrial enorme, y, como consecuencia, la aparición de grandes excedentes de producción, para los cuales resultaba imprescindible encontrar nuevos mercados, incluido el armamento. La creciente necesidad de materias primas, para la industria hacían sentir el deseo de buscar nuevos territorios en los que invertir y proveerse de nuevas materias. En el último cuarto del siglo XIX, Gran Bretaña, que poseía ya un basto imperio, demostró lo que es la ambición colonizadora, usando para ello los métodos más ruines y desaprensivos. El reparto colonial se produjo con inusitada rapidez, no solo por Gran Bretaña, sino por la mayoría de las potencias europeas, a causa, sobre todo, de la incapacidad de los territorios dominados para protegerse en forma eficaz. Es el imperialismo. El Imperialismo y el colonialismo, a base de bayoneta, sobre pueblos humildes, sumergidos en sus ancestrales costumbres, a los consideraban inferiores y a los que dominar bajo el pretexto de que se les iba a civilizar, para robarles a manos llenas y humillarlos sin recato, ha sido durante dos siglos la política de la Gran Bretaña de cara al resto del mundo. Como ejemplo traigo a la memoria la guerra del opio con China (1889-1912), una de las mayores canalladas del león británico sobre gente a la que pisotear para terminar robándoles la colonia de Hong Kong. Esta es la "Gran" Bretaña.
Pero resulta que los "british" siguen enrocados en su universo de dominio colonialista como esas divas de la escena que pasando de los 70 años continúan acicalándose como si tuviera 25, alcoholizándose, resultando ridículas y peligrosas para sí mismas.
Que los ingleses no tenían ninguna ilusión en compartir un futuro mejor con una Europa, por otro lado, cada vez más débil en sus estructuras, precisamente debido a los renacientes nacionalismos, es algo que yo me maliciaba, y de hecho en este blog anuncié en su día. Pero un nuevo conflicto bélico, aunque solo fuera económica, a renglón seguido de la Guerra Fría que Putin se ha encargado de despertar, como siempre, también les caería sobre la cabeza a las islas, y, como siempre, habrá que sacarles las castañas del fuego que ellos ya no podrán. Pero si eso es lo que quieren, por lo que a mí respecta, que se vayan a hacer puñetas con su porridge, su clima infernal y su cara de ajo porro... Ah, y su magnífica armada.

martes, 14 de junio de 2016

Pues señor, resulta que el mamarracho de Donald Trump, refiriéndose a la masacre de Paris en la discoteca Bataclan dijo que si en Francia se permitiera la libre venta de armas no se hubieran producido semejante matanza. Ahora le toco el turno a los EEUU, otra vez, por cierto, una nación en donde tienen armas hasta las monjas, aunque parece que los homosexuales no. Que Dios proteja a Norteamérica, pero no de los terroristas, sino de presidentes portadores de una necedad semejante a la del multimillonario Trump, que para no dejar de hablar, para no callar, dice que la culpa de la degollina del club de  Orlando  es de Obama... Otro, que como se marcha de la Casa Blanca y con el "merecidísimo" Premio Nobel de la Paz bajo el brazo, procura no pronunciar la palabra Islam al referirse a los asesinos por aquello de pasar al universo de los defensores de la Alianza de Civilizaciones. Porque lo suyo sería meter a 250.000 marines en Oriente Medio y barrer a aquella chusma islamista sin dejar a uno/a  ¿Tendrá envidia del mediador de causas perdidas Zapatero? Puede que ahora se asocien para "bien de la humanidad". Hay que preservar la paz. Mira Barak, la paz no se consigue ante la ausencia de guerra, la paz es un estado intelectual íntimo y transferible de equilibrado sosiego de cada persona. Tu te largas de la presidencia, de puntillas para no hacer ruido, dejándole la patata caliente al que entre en el 1.600 de la Avenida Pennsylvania, y un rosario de problemas sin resolver. Pero no importa, no hay nada nuevo bajo el sol, al fin y al cabo los presidentes de los EUA, desde hace muchas décadas, no han parado de hacer estupideces, en todos los campos, algo que a los americanos les ha costado muchos miles de muertos, el 90% jóvenes. Ahora como lo consiga Trump... Otro premio Nobel.
Ahora lo que sí es inapelable es la inutilidad de la policía federal americana, el famoso FBI, porque si exceptuamos la mala educación (valor que junto a la zafiedad, el carácter pendenciero, la incultura y la exaltación por el alcoholismo forman la esencia yanqui)   y brutalidad policial, para meter miedo, su ineficacia en la defensa de los ciudadanos es histórica, y ello junto a la ineptitud de la CIA, que no ha parado de "cagarla", a lo largo de su historia, apuntándose otro buen puñado de miles de cadáveres. Va a ser cuestión de mandarles a la Guardia Civil a ver si aprenden lo que es efectividad, profesionalidad y educación ciudadana.
Y ya que hablamos de defecaciones institucionales, resulta que en cuanto se ha puesto a prueba a las instituciones francesas, pues mira por donde los gabachos, que tan machotes parecen con los camioneros españoles (en honor a la "fraternité"), pagan su sueldo a una policía que tampoco son capaces de proteger a su gente, ni a los turistas que van a ver el fútbol, que alguno habrá que no vaya a hacer el cabestro, vamos como los belgas; y mira que se han pasado la vida sacando pecho como adalides de la "liberté" y la democracia, creyéndose superiores al resto de Europa (favor a la "egalité") porque recogen toda la basurilla humana que queda por ahí descolgada. Ellos y los pistoleros de allende los mares, al decir de ellos mismos, son los más en cuanto a democracia. Otra razón para no serlo yo.
Lo cierto es que me quedan muy pocos sitios donde viajar animoso y sin pavor. Bueno, en los EEUU en Rusia o Bélgica ya no se me ha perdido nada, pero en París... Francia no se merece París.
Ah, por cierto, a los británicos que los echen de la UEFA, de Europa, del planeta y que se vayan a la mierda junto a su Commonwealth.
Y como ya saben mis lectores en las próximas elecciones no voy a votar, porqu no se presenta Mafalda. He dicho.

sábado, 4 de junio de 2016

A la dictadura o la autocracia se llega, comúnmente, a través de la imposición por la fuerza, por el crimen y embadurnándose las manos de sangre. Curiosamente hay una forma de tiranía autocrática, al parecer, dicen por ahí, que es aceptable, e incluso beneficiosa, que es aquella que se alcanza a través de una revolución, palabra que mantiene una santificación muy generalizada, aunque en su motivo se alcance la aniquilación de personas, derechos y libertades (léase la Segunda República española, por ejemplo, o la línea política de izquierdas, todas ellas, que a día de hoy trabajan en España para imponer un nuevo orden marxista-anarquista), siempre que un sagaz ideólogo advierta a la masa que es para alcanzar un bien superior para el pueblo; todo para el pueblo...
Esta es la senda elegida para el establecimiento, en Rusia, del socialismo-comunismo, forma política que no entiende de libertades y que para perpetuarse precisa devorar continuamente a sus propios hijos; es un método político de terror y que, finalmente, no ha conseguido resolver ninguno de los problemas de justicia social que, a veces con razón, lamentaba el pueblo, ni en Europa, ni en Asia, ni en América, y mucho menos en África. Pero, aunque parece imposible, hay millones de individuos en mi país que persiguen todavía la quimera marxista y a sus diáconos, aquellos que valiéndose de las elecciones democráticas, es decir cubriéndose con la piel de un cordero, aun pretenden clavarnos la hoz y el martillo en el cerebelo (ojo, que ya empiezan a intentar clavarnos también la esvástica).
Con igual método impositivo y cruel que el comunismo podemos aludir al Fascismo en su origen, pero no al Nacismo, cuya implantación se alcanzó mediante el sistema político más débil, más manipulable, más deficiente, complaciente con el delito y la corrupción y eternamente inacabado: la Democracia. En efecto Hitler se valió de ella para trepar a donde todos lo hemos visto, al igual que Chávez y tantas otras dictaduras africanas y americanas, siempre al servicio de unos pocos y siempre apoyados en la demagogia populista, en el crimen y en la ignorancia y desidia de los súbditos. Y a través de la manipulación de aquellos derechos que en sus principios se consideraba consustanciales a la democracia, hoy en día la han prostituido  en todas sus facetas a lo largo y ancho de la geografía mundial.
Porque una dictadura, como ya he proclamado en otras ocasiones, tiene la inmediata solución de la muerte, del asesinato del dictador (bien lo saben los autócratas, pues no hay ninguno que no mantenga unas fuerzas paramilitares y de inteligencia a su servicio), pero una democracia, limpia, si es que existe en algún lado, o perversa no tiene ninguna salida para los ciudadanos, o si no contémplese el panorama que rige en Venezuela y que hay quien trata de imponer en España, gracias a la necedad de muchos millones de votantes.
Ahora bien son condiciones sine qua non de la democracia el que la verdad está en manos de la mayoría, que el poder lo ejerce el pueblo y que todos los votos tienen el mismo valor.  Premisas que yo niego rotundamente. La glorificación de la democracia se basa únicamente en su clásico significado para los griegos antiguos, mas en nuestros días este sistema político ha llegado con tal número de abusos sobre su identidad que ya solo sirve para los fines de la gentuza más corrompida, depravada, inmoral y desvergonzada de la sociedad, que cada vez son más y más difícil de reconocer a priori.
Así las cosas estas democracias corrompidas y envilecidas, como la española, por poner un ejemplo, en las que los depredadores, es decir los políticos de turno, se apoyan para conseguir el ansiado poder, o mejor dicho los ansiados poderes, los tres, hoy por hoy, no les quepa la menor duda, solo tienen un recurso por parte de la gente ¡abstenerse de votar! Porque todo ese cuento chino de que "el ejercicio democrático, del sufragio es una obligación ciudadana", a la par que un derecho, a estas alturas, puede embaucar a los necios, que son infinitos como las estrellas del cielo, y que aunque les engañen una vez, y otra, y otra, y... las que hagan falta, seguirán a un majadero que chilla mucho, insulta mucho y promete mucho, como juramentados. Contemplen las vociferantes gradas de un gran estadio de fútbol y pregúntense, como yo hago, si toda aquella masa descerebrada puede llegar a tomar una decisión responsable con una papeleta en la mano.
Un voto es una opinión reflexiva, meditada, juiciosa y honesta, vamos que, como en Sodoma y Gomorra, si existe una docena de sufragistas que reúnan esas condiciones en nuestro país nos podíamos dar por salvados de la lluvia de fuego que se nos avecina. Es por ello que afirmo que mi voto nunca tendría el mismo valor que el de cualquier otro paisano.
Y dadas las circunstancias que, al menos a mi, me amedrentan en este momento, tras las próximas elecciones solo podrán gobernar el Partido Popular o Podemos que ha fagocitado a los comunistas de IU, y al PSOE del mentecato de Sánchez, mientras los "Ciudadanos" de Rivera tienen la fuerza de una caja de frutas arrastrada por una riada.
Naturalmente yo no voy a votar a toda esa morralla y espero de todo corazón que la abstención alcance tasas vergonzantes para los que no tienen vergüenza... ni quien se la ponga ¡en las urnas!