domingo, 6 de junio de 2010

En fin, que después de tanto golpe militar contra la monarquía de Fernando VII, una de las mayores desgracias que ha tenido que sufrir la azarosa España, aunque no la única ni la peor, antes o despues tenía que ocurrir. Existe una ley física que afirma que a toda acción se opone una reacción igual y de signo contrario, y ni siquiera en este país de catetos se puede ir en contra de las leyes de la física.
Lo sorprendente, extravagante e insólito es que tuviera lugar en la Cataluña tradicionalmente republicana, independentista y, en cuanto nos descuidamos, terrorista.
El levantamiento de Cataluña, que algunos llaman la Guerra de los Desagraviados, se extendió desde Marzo a Septiembre de 1827, afectando, finalmente, a todo el noreste español, llegando incluso a establecerse la "Junta Suprema Provisional de Gobierno del Principado de Cataluña". En realidad el golpe fue llevado a cabo por los que ahora llamarían "de extrema derecha", es decir, por los que, no solo no aceptaban la Constitución de Cádiz, sino que, incluso exigían el restablecimiento de la Inquisición.
En realidad, este será el anuncio de lo que después se gestará y parirá como el "Carlismo", o movimiento Carlista, es decir el partido que reivindicaba la corona para el hermano de Fernando VII, Carlos Maria Isidro, (que ya llevaba años jodiendo la marrana) bajo el pretexto, que comentaremos en adelante, de la anulación a destiempo de la ley sálica, para que reinara Isabel II, su sobrina. Ya vimos hace algunos días, como el coronel Vidal, cabecilla del pronunciamiento de 1812, ya propuso el traspaso fraternal de la corona de España.
Y en esta oportunidad, tras el levantamiento catalán, naturalmente, estaba la sombra (habitualmente este individuo no se caracterizaba por su valor, y solía lidiar su política, tras la barrera) del intrigante de Carlitos que acusaba a su hermano de blando con los constitucionalistas.
Pero también formaban parte del reparto levantisco, parte (soy generoso) de la Iglesia catalana y un buen puñado de delincuentes comunes, que lucharon en la Guerra de la Independencia contra los franceses, como José Bussons y un tal Llobet, que a las puertas de su ajusticiamiento hicieron gala de su ateísmo rechazando la asistencia de un sacerdote. Desde el punto de vista militar destacó el coronel Rafi Vidal. ¡Vaya Batiburrillo!
El rey Fernando tuvo que desplazarse a Cataluña para aplacar los nervios del personal, y dejando las cosas igual de liadas que estaban al principio.

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