Hoy me gustaría recordar con todos mis amigos lectores en que consistió el Tratado de Tordesillas, documente del que, por cierto, poseo una copia facsímil, regalo de un gran amigo.
El Papa Alejandro VI promulga, el 4 de Mayo de 1493 la bula "Inter Caetera", por la que se establece una línea de demarcación entre las esferas de influencia de Portugal y España, a la vez que confirma la situación de los nuevos territorios como feudo papal. La bula otorga a los españoles el dominio de las tierras situadas a cien leguas al oeste de las Azores o de Cabo Verde, a la vez que da derechos exclusivos para la corona española en la evangelización. Esta bula supone nada menos que la repartición entre españoles y portugueses de un mundo apenas conocido. Posteriormente, el Tratado de Tordesillas (7 de Junio de 1494), basado en las precedentes decisiones del Papa Alejandro VI, divide el mundo en dos hemisferios: el occidental, hispano, y el oriental, luso, fijándose el límite de demarcación de ambos a 370 leguas al oeste del archipiélago de Cabo Verde. Este tratado constituye una verdadera ruptura con la bula de Calixto III (1456) que concedía a los portugueses un abusivo monopolio general de los descubrimientos geográficos. Los resultados inmediatos son más favorables a los portugueses que a los españoles. Los primeros encuentran rápidamente lo que buscan: las especias. Pero la evolución de las relacciones de fuerza cambia lentamente en favor de los españoles, que incluso violan el Tratado de Tordesillas, encaminándose hacia el extremo oriente, aunque partiendo desde las costas americanas del Pacífico.
Pedro Laín Entralgo, mi profesor de "Historia de la Medicina", por cierto, en su ensayo sobre la Generación del 98 afirma:
"España fue derrotada en el siglo XVII por el mundo moderno. El pensamiento filosófico, la ciencia y la técnica, los modos vigentes de la convivencia política y social son, a partir del siglo XVII creaciones del mundo que nos venció."
¡Ay! amigos, a que niveles se encuentra la descomposición nacional, lo que por otro lado a cualquier persona informada e independiente no puede extrañar. A mi que los asesinos vascos o los ladrones catalanes insulten al rey, quemen la bandera, no quieran hablar español, etc, etc, me importa un pimiento; nada nuevo bajo el sol en la tierra de los Pictos y de la Calabria hispana. Lo verdaderamente indignante es haber escuchado esta mañana los nauseabundos balbuceos adornados de una halitósis fiémica de una tal Bravo que se identificaba entre las ondas radiofónicas como portavoz del CGPJ y/o de la Fiscalía General del Estado, que afirmaba que un juez no solo tiene por misión aplicar la ley, sino interpretarla y valorar su aplicación según la conveniencia del momento político. La verdad es que quien entrevistaba a esta tía, se dirigía a ella con guante blanco, no la presionaba en absoluto, a pesar de lo cual era la tal portavoz incapaz de expresar sus asquerosos argumentos sin farfullar consignas sectarias bajo la consideración de que un juez -y un fiscal, claro- es una persona con todo derecho a tener opiniones políticas y que no puede exigírsele que se comporte bajo la toga en modo que estas creencias no influyan en sus sentencias. No es que semejantes declaraciones me vengan a escandalizar a estas alturas, es que el desparpajo con que las instituciones del Estado español nos ratifican el nulo estado de derecho con que los ciudadanos nos enfrentamos, que ni mucho menos tuvo lugar durante el mandato de Franco, y la falsa democrácia que se parió en el año 1976, y que sustancia mi creencia al menos, de que no podemos seguirles el juego a los políticos y demás landrús sociales, (incluidos obispos de la catadura del canalla de Sistach) votando en las elecciones para legitimar la más dictatorial gobernación de nuestra patria desde 1931. Por cierto que la estampita de Arturo Más y el obispo Sistach a su lado me recuerda otras épocas en las que el Jefe de Estado entraba bajo palio en todos los templos a donde acudía. El fascismo catalán y la Iglesia codo con codo ¡Aleluya!
Naturalmente en esta línea se encuentra la vergonzosa exoneración del sinvergüenza de Chaves (ya da lo mismo que sea con s o con z), que tiene, además la desvergüenza de levantarse en las cortes afirmando que su vida es un ejemplo de honradez, algo que los prevaricadores del Tribunal Supremo no han afirmado en ningún momento, en una vomitiva sentencia a través de la cual se niegan a enjuiciar a este mangante, porque, afirman sus señorías, que el demandante, el PP, no tiene legitimidad para denunciar los latrocinios y nepóticos mangoneos del que fuera presidente de la provincia donde hay más vagos por metro cuadrado. Pero todo parece indicar que también van a mostrar sus señorías, su capacidad de delinquir en la más absoluta impunidad, en el caso Faisán, y no quiero decir nada del 11-M.
Mientras tanto, ni el supervisor de las nubes, al que ya se le ha acabado de ir la chaveta, ni el vil y traidor candidato, ni mucho menos un Pepiño que ha contado en España nada menos que 90.000 ricos, llevan el timón de una nave que hace meses que navega a la deriva.
Yo no me llevo un céntimo por escribir diariamente en este blog; si acaso me estoy jugando el tipo. Más creo que la lectura de mi modesta aportación a la verdad deberían extender entre sus amistades y familiares su lectura para que, por lo menos tengamos un minúsculo foro de crítica y descontento, totalmente independiente y sin que valgan interpretaciones, al que agarrarnos quienes no queremos ser tomados por imbéciles. Y Laín añadía:
"Se debería asimilar españolamente el alimento histórico ofrecido por el mundo moderno, recrear de manera original, asumiéndolo en una intuición del mundo nuevo y propia, todo lo que de españolamente aprovechable pueda hallarse en ese mundo moderno".
Buenas noches
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