Las ciudades estado griegas constituyen un mosaico de diferentes regímenes sociales y formas de gobierno. La monarquía pierde importancia, rondando el año 400 a.d.C., y el poder político pasa a manos de la aristocracia, la oligarquía (es el caso de Atenas) o las instituciones democráticas. En algunos casos se establece un régimen de gobierno unipersonal, la tiranía. La nobleza de las ciudades griegas es una clase social poco numerosa que acapara las mejores tierras de cultivo; tiene su origen en los jefes militares que, a cambio de garantizar la seguridad de las ciudades, exigían la preeminencia en las decisiones políticas.
Hacia el 400 a.d.C., la forma predominante de gobierno es la oligarquía, que adopta dos formas: en una de ellas, los gobernantes permanecen largos años en el poder; en la otra, los cargos decisivos son monopolizados por un pequeño grupo de personajes, los jefes de las principales familias aristocráticas. En algunos casos, la oligarquía quedaba limitada por leyes contra las prácticas nepotistas. Por su parte, el régimen democrático no garantizaba la igualdad jurídica a todos los habitantes, sino al grupo, relativamente minoritario, de ciudadanos dotados de derechos políticos. De todas maneras, significaba una considerable ampliación del círculo de personas que podían ejercer el poder. En la Atenas de Pericles, las clases humildes, los esclavos, las mujeres y los metecos (extranjeros) carecían de derechos.
La asamblea popular (polis) delegaba el gobierno en representantes elegidos por mayoría.
Voltaire estaba convencido de que:
"El que inventó la lanzadera fue más útil a la humanidad que el que descubrió las ideas innatas".
Los profesionales somos aquellos que ejercemos una actividad para la que hemos sido entrenados y nos encontramos preparados pare llevar a cabo esa ocupación. En todas las labores técnicas o manuales, desde la albañilería hasta la neurocirugía, este compromiso social es el deseable, independientemente de la capacitación personal de cada uno para el desempeño de la función que realice. Pero, curiosamente, en aquellos cometidos en los que más se precisa una atención, dedicación y especificidad, por su carácter universal, por haber sido designado sin superar un ejercicio de capacitación el afectado, y por su índole de interinidad de ejercicio, es en los que la profesionalidad ha sido sustituída por el chulesco ejercicio del poder omnímodo y omnipotente. Y estoy hablando del manido tema de la dirección de los bancos, los consejos de administración, las dirección de canales de televisión (de la administración pública), o de empresas para-estatales, por llamarlas de alguna manera. En cuanto a los bancos, en gran medida, estamos como estamos, porque han sido gobernados por políticos en lugar de por banqueros (es decir, por judíos), para quienes el interés sea ganar dinero para hacer la empresa más y más grande, algo de lo que los impositores y accionistas siempre se van a beneficiar (mal que pese a los rojos-progres), y no favorecer los intereses particulares, los de su partido, secta o logia respectiva. Y claro, ahora resulta que, sumado al egoísmo ambicioso y genética latrocínica del español, la incompetencia de los gestores bancarios nos ha conducido a estos manglares. Y no escarmentamos, porque los mismos mastuerzos que dirigen el vehículo de la Europa unimonetaria como conduciría un coche un chimpancé, nos salen ahora con que una solución sería emitir eurobonos que comprarían los países ricos... y Alemania y Austria dicen que tururú, y con toda la razón, porque los eurobonos empaquetan en un bloque bonos de países solventes junto a países en la más cochina ruina; vamos una cesta de manzanas de las cuales más de la mitad están podridas, y eso no hay quien lo compre. Y ustedes se preguntarán de que iluminado cerebro ha surgido esta idea, pues del nuevo ZP que pretende regir los destinos de la progresía europea: Hollande. Y digo el nuevo ZP porque ha debutado la criatura llegando tarde a una trascendental conferencia, cuando ya habían hablado Merkel y Obama; vamos, en la línea del gedeón, del asno, del gaznápiro y nulo Zapatero, el archivador de nubes. Con estos mimbres no esperen que los inversores, los que aportarían riqueza a las arcas de los estados más necesitados, traguen semejantes pomáceas agusanadas. Porque esos señores no conciben en sus transacciones ni recetas comunistoides (lo mío es mío y lo tuyo también) ni democracias reparticioneras con el monedero.
Porque como dijo Ramón y Cajal:
"Los débiles sucumben, no por ser débiles, sino por ignorar que lo son. Lo mismo les sucede a las naciones".
Que descansen.
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