domingo, 9 de octubre de 2011

Veamos ¿como se repartieron, si es que existían como tales, los diferentes partidos políticos durante la Revolución Francesa para constituir la Asamblea constituyente? pues entonces se denominaban clubes.
A finales del siglo XVIII la agitada vida francesa aparece dividida en clubes, que enmarcan a las diversas tendencias en lucha por el poder (hoy diriamos partidos políticos). Uno de los clubes más influyentes, el de los Jacobinos se reúne en el antiguo monasterio de Saint-Jacques y sus principales dirigentes son diputados bretones del tercer estado. Partidario de la constitución y de las libertades ciudadanas, el club de los Jacobinos ha sido una de las fuerzas impulsoras del proceso revolucionario francés. También se organizan en clubes los negros (nombre con el que se designa a los aristócratas), cuyo centro de reunión es el Salón Francés, y los monárquicos moderados, fundadores de la asociación "Amigos de la Constitución Monárquica". Pero donde más vivos son los debates es entre los jacobinos, divididos en diversas facciones,, todas ellas comprometidas con la revolución. Una de ellas es la de los Girondinos, representantes de la burguesía del oeste y del sur de Francia, y cuyo programa político se centra en la creación de un régimen que otorgue a los ciudadanos plena libertad política y económica. Para los Girondinos la monarquía debe ser desplazada por la soberanía popular.
Otra tendencia es la dirigida por Jacques René Hébert, que reclama una política económica radical y anticlerical. Por último aparece el sector de La Montaña, entre cuyos dirigentes figura Maximilien de Robespierre y que, trás un programa intransigentemente republicano se apoya sobre todo en la pequeña burguesía y en las capas populares que atestan las ciudades.

Cristóbal de Mesa en sus "sonetos contra la vida en la Corte" escribía:
"Vana corte, do el mal se disimula,
viva en tu engaño quien por ti suspira,
escuela de lisonja y de mentira
adonde vale más quién más adula".
Resulta de todo punto inevitable pensar qué tiene el español, cuya tendencia política hacia la corrupción y el latrocinio, a despecho de un mínimo patriotismo que parece consuetudinario con su ser, un genotipo que le hace comportarse de una manera peculiarmente encanallada y humillante para con su patria y con sus propios intereses. ¿Que le ha faltado al español en su historia que otros paises conservan para el provecho ciudadano?
Pues haciendo historia al español le ha faltado Renacimiento, pues de la Edad Media saltó sin maduración renacentista a la Ilustración, que había de durar bien poco, vuelta a la monarquía absolutista y voluntaria, no impuesta, y, tras resultar el caldo de cultivo más preciado para las doctrinas extremistas, alcanzar una guerra civil entre las tendencias comunista y fascista que todavía no ha terminado.
Y ¿porque digo esto? Miren ustedes, los paises europeos, pasada la gravísima enfermedad medieval de la que se propusieron salir a toda costa, transformaron su sociedad en una nueva colectividad con un nuevo grupo social que tiraría del carro de la reforma, distinto de las tres clases que caracterizaba a la sociedad medieval (el poder real y la nobleza, el clero y el pueblo llano), que hoy denominamos clase media y cuyo antecedente sería la burguesía. El Renacimiento volvió sus ojos al pasado greco-romano y trajo hacia sí, aparte del arte y la cultura, una manera de pensar y de vivir. Fueron desapareciendo los castillos feudales rodeados de la aldea a la que daban protección a cambio de ser mantenidas, con inhumanos impuestos, las dos clases dominantes: la militar y la eclesiástica. La industria de estos países se abrió a otras tierras, se potenció el comercio y los adinerados burgueses, comerciantes, colonizaron las ciudades creando riqueza, no solo para sí mismos, sino para la sociedad en general, que se desplazó a estos núcleos de industria y comercio (tejidos, vidrio, armamento, construcciones navales, óptica y maquinaria, industria maderera y cantera, química (y alquimia), y sobre todo banqueros, la mayoría de origen judío); y junto a esa burguesía desplazada que vaciaron los castillos y fortalezas y crearon ricas ciudades se instalaron inventores, músicos, astrónomos, artesanos al servicio de la nueva industria, médicos... Las cortes se convirtieron en un mosaico de posibilidades para crear riqueza que, en general se supo aprovechar; ese fue el Renacimiento europeo.
En España, el rígido orden social de los Austrias no permitió semejante evolución sino, muy al contrario, se mantuvo bajo el dominio medieval del poder monárquico y el de la Iglesia hasta más alla de la Ilustración, prácticamente hasta el siglo XIX, si tenemos en cuenta que la Guerra de Independencia (como posteriormente la Guerra Civil que comenzó por la Segunda República) provocó un retraso en la sociedad española de muchas décadas. Mientras que el resto de Europa se afanaba en un Renacimiento, con sus luces y sus sombras, que elevaría el estatus económico y social de sus comunidades, en España se mantenían los castillos medievales y todo lo que de feudal conllevaba esta arcaica sociedad. A las ciudades no se desplazaron burgueses, porque la industria y el comercio eran prácticamente inexistentes y esta clase social no apareció hasta despues de la Guerra de la Independencia, casi al tiempo de la revolución industrial británica; la economía se basaba en la mesta ganadera, el grano de Castilla y al aceite de Andalucia, y quienes se desplazaron al abrigo de la corte real fueron precisamente la aristocracia, la nobleza, gente que no solo no creaba riqueza sino que se dedicaba al fanfarroneo cortesano y el despilfarro de su propio capital en favor de obtener cargos que les permitieran vivir de rentas sin trabajar, y mantener su "dignidad" a base de lances gentiles y rivalidades de capa y espada (don Juan). Así nació el hidalgo, cuyo orígen, en el siglo XVI ya fue tratado con la hábil sorna que le caracterizaba, por Miguel de Cervantes.
De esta forma hemos llegado a un patético siglo XIX en el cual los espadones militares fueron quienes marcaron la marcha de la política nacional, hasta la penosa crisis de 1898, y posteriormente, trás la caída de todo aquel andamiaje neo-medieval, a una dictadura del proletariado, una dictadura militar y el actual desconcierto socio-político en que se ha cambiado a la nobleza envilecida, haragana y farfullera por una pandilla de políticos lamentablemente profesionalizados que igualmente viven de lances, sin capa y espada y prebendas cortesanas, pero absurdos discursos incomprensibles hasta para ellos, y no digamos para el pueblo, estúpidos debates de "honor" político ante los medios de comunicación, y la creación de una, muy provechosa para sus fines, "democracia" antipatriótica e incluso apátrida, que lo único que pretende es mantener la situación neo-medieval donde puedan mantenerse, aunque sin esfuerzo, ni dignidad, ni honor, ante uno de los pueblos más ignorantes y retrasados de todo el occidente. Créanme, a España le hace falta vivir un Renacimiento, y ello conllevaría, hoy día, una revolución de la clase media.
El autor Puente y Brañas escribió el libreto de una zarzuela titulada Pepe-Hillo, con música del maestro Cereceda, en un pasaje nos deja estos versos que bien vienen a reflejar la esquelético "virtud" de la hidalguía española:
"Esta capa que me tapa
tan pobre y raída está,
que solo porque se va
se reconoce que es-capa".

Felices sueños.

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