En efecto, y continuando con nuestra Historia de España, hemos de recordar que el siglo XIX fue el siglo de las revoluciones; comenzaron los disturbios en 1830 en Francia y se extendieron por Alemania, Bélgica, Polonia e Italia, creándose, poco a poco, los grandes imperios, y las grandes alianzas europeas que conducirán al continente, sin perder el paso, hasta la Primera Guerra Mundial.
¡Claro! Es que habremos que tener en cuenta que países que ahora son consideradas punteros en Europa, como Italia o Alemania, no han existido, como tales, hasta hace menos de siglo y medio, escasamente. Además los encajes de bolillos que significaban los complicados y frágiles pactos y federaciones entre los poderes europeos, algo, por otro lado nada novedoso, y siempre por intereses económicos, pero entonces ya en una Europa industrializada, cuyas naciones perseguían detentar el poder comercial, mantenían a la máxima tensión la neurótica cuerda de la estabilidad y seguridad de los distintos países, muchos de ellos con nombres y fronteras muy diferentes a las que conocemos hoy día.
En fin, que España, la ya muy maltrecha España, tenía que buscar un rey. Había unos cuantos candidatos entre las casas reales europeas, que se fueron descartando por distintas razones, quedando solo dos aspirantes, a saber: Leopoldo de Hohenzollern (que como era muy difícil de pronunciar en España le llamaron Leopoldo Ole-Ole), padre y hermano de reyes de Rumanía y aliado de Von Bismark, canciller de Prusia, y creador del Imperio Alemán. Con su candidatura, el riesgo que corría la Francia de Napoleón III era quedar encerrada en medio de tierras que le eran hostiles, pero aliadas entre sí, de modo que se agarró el gabacho un rebote del diez, y le declaró la guerra a Prusia, a Bismark nada menos.
En fin que mientras se sacaban los ojos los prusianos y los franceses, el parlamento español, que consideró inoportuna aquella candidatura, se decidió por el Duque de Aosta, Amadeo de Saboya, que fue aceptado por 191 votos a favor, 116 en contra y 19 en blanco en sesión especial de Cortes.
¡Pobre Amadeo! Entre tanto la situación política en nuestro país cada vez se hacía más difícil de ser enderezada por nadie. Tengamos en cuenta que, solo en el siglo XIX se pueden contabilizar en España ¡más de 200 pronunciamientos!, que es como entonces se llamaban a los golpes de estado, y la redacción de hasta 9 diferentes Constituciones en poco más de 60 años. ¡Magnífico! ¿Eh? En realidad, las fuerzas políticas no sabían lo que querían, o lo que es peor, lo sabían pero tragaban con cualquier cosa para no complicarse la vida individualmente cada partido, y perjudicar al máximo la acción política al partido de al lado.
Con algunas excepciones, como la del diputado Emilio Castelar, que no se cortaba un pelo, el Congreso estaba controlado por la voluntad de hierro de dos hombres de gran carácter: El general Serrano, que ocupaba el cargo de "Regente", desde la caída de Isabel II, y, sobre todo, el general Prim, Presidente del Consejo de Ministros (Presidente del Gobierno, para entendernos), el cual representaba el auténtico valedor de la candidatura de Amadeo. Como militar, Prim era considerado un auténtico héroe en la nación, lo que junto a su carácter impositivo, hacía que aquí no había quien le tosiera. Amadeo salió para España el 27 de Diciembre de 187o, en barco desde Italia, a donde habían ido a rogarle que aceptara el cetro, una delegación de 28 diputados, encabezada por Ruiz Zorrilla (que meses después se manifestó como un exaltado republicano; así es la gente en este país) para tomar posesión de la corona, pero antes de que pusiera un pié en tierra hispana, el día 30, Prim fue asesinado.
El desastre estaba firmado, Amadeo I, se había quedado huérfano de padrino, de modo que sin saberlo aún (se iría enterando poco a poco) se estaba metiendo en la boca del lobo español; una boca de aliento pútrido. En ese mismo año de 1870, en Barcelona, se celebra el primer congreso revolucionario obrero de la AIT, (Asociación Internacional de los Trabajadores) como apoyo en España de la Primera Internacional Socialista celebrada el año anterior en Basilea. Y para que no faltara de nada, a la llegada de Amadeo de Saboya, hacía 10 años de la primera guerra con Marruecos (1860) cuyas consecuencias todavía se hacian sentir, estábamos inmersos en la primera Guerra de Cuba (1868 a 1878) y a punto de iniciarse la tercera Guerra Carlista (1872 a 1876). Los jóvenes muertos se contaban por decenas de millares en una España más necesitada que nunca de brazos fuertes y emprendedores, y cerebros iluminados y enérgicos. Pero nadie quería ver la debacle que se avecinaba.
Fernando de Rojas, que en "La Celestina", realmente aparenta ser el continuador de esta famosísima obra, cuyo plan fundamental se debió a Rodrigo de Cota, aunque algunos también atribuyeron su autoría a Juan de Mena, nos advierte:
"Es más difícil de sufrir la próspera fortuna que la adversa; que la una no tiene sosiego y la otra tiene consuelo".
Admirados y nunca bien ponderados lectores, el turismo ha subido notablemente en España. ¡Oh maravilla! los que no van a visitar a la morería vienen a presenciar la Semana Santa, ese festejo de rancio arraigo que se han empeñado en cargarse los masón-socialistas, pero que ha contentado a la clase hotelera y hostelera, y a los inmigrantes hispano americano y del oriente europeo que ellos contratan con cicatera generosidad. El turista vuelve y el español se marcha a hacer fortuna al extranjero, como en la época de Franco. ¡Ah! que tiempos aquellos, durante los años 60 y la mitad de los 70, en que Manolo se iba a Alemania con una maleta de cartón atada con una cuerda, su boina, una raída y estrecha chaqueta abrochada en todos sus botones como único "sobretodo" y un bocadillo de chorizo de matanza para el camino; el elevadísimo analfabetismo no era óbice para trabajar duro y mandar dinero a la familia.
No sé donde he leído que aquella diáspora se produjo porque Franco prohibió el pluriempleo; eso es sencillamente mentira. Tanto, que no conozco a ninguna "persona mayor" (yo tenía entre 10 y 20 años y sé de lo que hablo, no como algún piernas por ahí que dice lo que ha oído) que no tuviera de 2 a 3 empleos; eso sí se pagaba muy poco y había que recortar gastos para llegar a fin de mes. Aquel tiempo de los Beatles, del Duo Dinámico, de la música folk y los autores protesta hispanoamericanos; de los cines de sesión continua, de la prensa de la tarde, del 600 y los taxis Seat 1.500, de los guardias de tráfico del casco blanco, los serenos y las felicitaciones de Navidad del cartero y el basurero... Lo que digo, todo el mundo, si podía, tenia más de dos empleos, a pesar de los cual 2 millones de españoles tuvieron que emigrar; era gente humilde sin ninguna preparación específica, muchos de ellos emigrantes, primero del campo a la ciudad y de allí a Europa. Gente sin cultura ni formación. En cambio ahora son los más preparados, aquellos en los que la sociedad española ha puesto su esperanza y su dinero (el que queda despues del robo socialista y nacional-socialista), los que están marchando en masa a entregar sus conocimientos a otras sociedades más respetuosas con su formación, su persona y su futuro.
Pero, han vuelto los turistas... ¡Y huyen de España los inversores! Este país da pánico. Justo hace un año las desinversiones en nuestro suelo patrio alcanzaron los 10.000 millones de euros, y el cálculo para el primer trimestre del corriente probablemente doblará esta cifra, si no es que ascienda peligrosamente.
En la época de Franco, la gente sin formación, sin cultura, las personas iletradas marchaban a Alemania a ganar un marco; y volvían sabiendo leer, escribir, hablar alemán y conociendo un oficio. Hoy los ignorantes, los iletrados y las malas bestias se dedican a la política, no aprenden ni a martillazos pero se llevan el talego forrado de billetes. ¡Como ha cambiado la vida! ¡Que manera de evolucionar a lomos de la democracia!
Y no es cosa de exagerar, porque no hay día que no tengamos un ejemplo de lo que afirmo; hoy, sin ir más lejos, ha asomado el hocico un subnormal, Ibarra, diciendo que el PP necesita a la ETA para existir. Aunque no, no es subnormal por lo que ha dicho, pues yo estoy de acuerdo con él y ya lo comenté hace unos días, sino porque ha eximido de este menester a todos los demás partidos políticos y, en definitiva, a los tres poderes del estado, y, como no, tal como estamos comprobando, a los que creíamos jubilados, felizmente, del oficio político, como él mismo, González, Carrillo (que no hay manera de que pliegue la servilleta, al menos ya que nos ha dejado en la Universidad a su retoño de Rector), Arzallus, y tantos otros que no hay forma de quitárselos de encima.
Fíjense, amigos lectores, si serán lerdos nuestros políticos, a esos que les pagamos unos sueldazos, que hasta ayer estaban a la gresca entre ellos y con la prensa, por si era imprescindible o no ilegalizar el Bildu ese de la mierda (por cierto el PP, en su línea, quería ilegalizar solo la mitad), y hoy todos se han lanzado a la ilegalización convencida, argumentando razones irrebatibles totalmente contrarias a las esgrimidas, con el mismo énfasis, anteayer. ¡Pero incluso el majadero más majadero de todos los majaderos del reino, el fiscal jefe Pumpido, cuyo rostro manifiesta una necedad tal que debía ceder su cuerpo a la facultad de Ciencias para disecarlo y exponerlo como ejemplo de eslabón perdido ( junto al de Méndez, claro) esta, como una pantera, deslegitimando a dentelladas a los susodicho vascos asesinos. Bueno, tranquilos, mañana dirán otra cosa.
Y no digo esto por que piense que nuestros líderes son inseguros, más creo que es esa una condición humana unida a algún cromosoma en todo el orbe. Porque resulta que ahora nadie sabe quienes son los malos y quienes los buenos en Libia, ni como empezó todo el tomate ni como o cuando puede acabar, ni tampoco que fué lo que ordenó la ONU, que ya no lo sabe ni la ONU, ni si hay que ofrecer un refugio para el exilio a ese sátrapa vestido a lo Celia Gámez; y Obama que ya no puede decir más gilipolleces entre rezo y rezo. Tampoco se aclaran si Gadafi es mas malo que Al Assad, igual que Mubarak o menos que el tunecino Ben Ali (que en árabe es como decir Manolo Fernández). ¡Ah! pero el qatarí ese, esposo de la maciza del turbante, es buenísimo y, como ha quedado demostrado, y ya sospechábamos, nada idiota; ¡vamos como los chinos! a pesar del peloteo de nuestros monarcas.
Y ahora una sola pregunta a mis lectores: todos habrán tenido noticias de que se le ha concedido el premio Cervantes a Ana Mª Matute. Pues bien ¿Saben si también se le ha otorgado la medalla de Isabel la Católica? ¿Y a Cela? En fin dejémoslo.
Terminemos nuestro coloquio, pues así lo considero yo, con una sonrisa ante el candoroso aserto de Enrique Heine, extraído de su libro "Ideas o el Libro de Le Grand":
"Y allá arriba, en el cielo, en primera fila, están sentados los angelitos y nos miran con sus gemelos a nosotros, los actores, y el buen Dios ocupa con gravedad el palco de gala y quizá se aburre o calcula que este teatro no puede ya durar mucho, porque algunos actores cobran demasiado y otros harto poco, y todos trabajan muy mal".
Buenas noches, que descansen.
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