martes, 26 de abril de 2011

La historia del hombre, cuando menos desde el Medioevo, tiene cierto parecido al despegue de los cohetes de los distintos proyectos espaciales del siglo pasado, como el Mercury, el Saturno o el Apolo, que llevó al hombrte a la Luna. En realidad hay una serie de etapas que deben ir desprendiéndose en el ascenso, para llevar a cabo la siguiente etapa hasta alcanzar la altura orbital deseada.
Desde la Edad Media la sociedad europea estaba dividida, básicamente, en cuatro clases: la nobleza, los guerreros, el cléro y la más abundante, los campesinos y artesanos, y este esquema se mantuvo, casi sin alteraciones, hasta el siglo XVIII, cuando tuvo lugar la Revolución Industrial, cuyo origen lo encontramos en Inglaterra. Fue el momento decisivo para un gran salto hacia adelante de las sociedades occidentales.
Durante siglos, el campesino o artesano vivía de lo que producía y de lo que con ello podía comprar o cambiar. En el mismo pueblo, a unos les había ido bien la cosecha y salían adelante ese año, con más holgura, e incluso podían pagar los impuestos requeridos por el señor feudal, mientras que su vecino podía morirse de hambre porque el destino le había sido adverso. Cada palo aguantaba su vela, y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. No existía corporativismo vecinal.
Pero aparecieron las máquinas y las grandes fábricas en las que los obreros eran todos iguales. Compartían el salario (habitualmente de miseria) sus angustias y penalidades, que solo se diferenciaban por las enfermedades que entraran en una u otra casa. Pero hablaban entre ellos y se indignaban juntos frente a su infortunio, formando una unidad laboral que, al contrario de debilitar su energía y su fuerza, como siempre se ha supuesto que ocurría con los esclavos constructores de pirámides, disueltos en una masa informe de miles de unidades de obedientes servidores del poder (aunque hoy se sabe que, en realidad no fue así), fueron creándose núcleos laborales reivindicativos de sus derechos. Y con ellos nace un concepto nuevo de modelo económico capitalista, basado en la plusvalía y el beneficio, y dos clases sociales enfrentadas: la burguesía capitalista y el proletariado.
A este nuevo modelo social se unió un viento cultural, procedente de centro Europa, que levantó por el aire mil años de obediencia ante prejuicios intelectuales y presiones religiosas, conocido como La Ilustración. Los ilustrados comenzaron a pensar por sí mismos, para bien y para mal; aparecieron los inventores con sus inventos, por extravagantes y peligrosos, para la doctrina aceptada, que les pareciera a los retrógrados de levita, y tres de esos inventos acabaron por facilitar el remonte del ingenio humano y su despegue social: la obtención del coque, por cocción de la hulla, y su aplicación en la industria siderometalúrgica; la invención de la máquina de vapor y, finalmente, la instalación del ferrocarril.
Carlos Marx, sociólogo y filósofo de fama mundial, nació en 1818 en un pueblecito alemán a orillas del río Mosela. Los pensamientos de este hombre, precisamente en mitad del siglo XIX (en otra época anterior no se hubiera comido un colín o le hubieran ejecutado por escándalo), coincidiendo con todos los fenómenos sociales que hemos comentado, florecieron en Europa como un jardín japonés.
Si resumimos al límite su doctrina, podemos decir que el pensamiento de Marx se divide en dos percepciones: La del Capital como esencia del dinero inmóvil, que no circula, y por lo tanto no produce salvo para sí mismo, y la del Trabajo como una parte propia del hombre, no extraña, ni ajena, ni humillante, ni penosa, aunque haya que cumplirla día a día, sino que debe formar parte del propio hombre, para servirse de él y poder romper las cadenas de su destino al nacer. Bueno, algo así, básicamente.
Desde estos conceptos teóricos, se encargarían su gran amigo Engels, mucho más radical que Marx, y el ruso aristócrata, anarquistas, extremista, radical y...masón, Bakunin, de hornear una serie de posturas políticas (algunas tan pintorescas como el Nacional Socialismo), de entre las cuales la más determinante ha sido el socialismo, en todas sus formas existente.
Bueno, pues con este panorama se encontraron los políticos españoles después de la partida al exilio de Isabel II; con que España no era ni carne ni pescado, pero olía a podrido, ya, de forma alarmante. Y a partir de aquí, con estas células germinales, comenzó a preñarse nuestra patria de la historia que nos ha hecho llegar a lo que ahora tenemos: Como dijimos ayer, el Congreso declaró a España una monarquía ¡Sin rey! Luego había que ponerse a buscar un rey. Y aquí empieza el gran follón que atenderemos el próximo día.



Juan de Iriarte era un verdadero sabio, que dominaba las lenguas antiguas y modernas, y que, como versificador dejó algunos felicísimos epigramas, como el que a continuación relato:
"El señor don Juan de Robres,
con caridad sin igual,
hizo este santo hospital
y también hizo los pobres".
Veo, amigos míos, que en efecto cada día se aprende algo nuevo. Yo estaba convencido de que las ordenes mendicantes estaban constituidas por los franciscanos, los agustinos, los dominicos, los carmelitas y, si me apuran, los servitas, lo que nunca se me hubiera ocurrido es incluir entre ellas a los psocialistas y los Borbones. Hay que ver los gorrazos que las autoridades del Estado y el gobierno español les han dado a los emires de Qatar. Bueno, es posible que la diplomacia exija todo este derroche de pompa, oropel y peloteo. Y es que la cosa no está para menos. Yo les aconsejo que cojan una calculadora, por curiosidad, y sumen a las cifras oficiales del paro, los desempleados que se encuentran ocultos a las estadísticas, y podrán comprobar que nos estamos acercando ¡a los 6 millones! Totalmente en serio. Y siguen escapando de España profesionales cualificados como emigran en África los ñues. A la noticia de los 14.000 huidos en los últimos 3 meses que comenté el otro día, hay que añadir el goteo de médicos, que llevan años abandonándonos mientras se contratan del tercer mundo, en tanto que hoy nos enteramos que el ¡73%! nada menos de los arquitectos españoles estan deseando salir de esta casa de putas.
Empiezo a sospechar que las "medidas" (es un decir) que está tomando el gobierno son intencionadamente pobres y cicateras, lo justo para mantener contenida a Europa mareando la perdiz, mientras llevan a cabo todo tipo de tropelías y maldades que distraigan al personal, para llegar a las generales y entonces dejar caer del todo a la nación en el fango, que nos rescaten en pleno corralito, y allá se las componga el PP. En ello, sin duda alguna están pringados ciertos bancos, como el Santander, el que trapichea con Garzón, los sindicatos de siempre, grandes empresas, el gran oriente frances de la masonería y alguna rama hispana, los servicios secretos marroquíes, que les facilitaron el 11-M (hombre, les han dado 183.000 euros a una fundación árabe y acaba de conceder nuestro gobierno 50.000 euros a la junta islámica que pidió otro 11-M; y es que verdaderamente les hace falta otra masacre) y vayan ustedes a saber cuantas sectas malignas más.
Por ello creo que tampoco debemos juzgar con extrema dureza a nuestros próceres, que ya no saben como tirar adelante sin limosnear por el mundo del dinero fácil (en Europa ya no adelantan ni un maravedí). Pero lo que más me entristece es que piensen que los chinos y los árabes, por ejemplo, son gilipollas; los chinos ya han demostrado que no se les puede engañar como a tales, y los dictadores sarracenos de manos cubiertas de oro y sangre (estamos contemplando estos días pruebas más que sobradas) veremos que bocado se llevan de España.
Y es que cuanto más majadero, lerdo y mostrenco es un individuo (aquí podemos exportar) más convencido está de que los estúpidos son los demás, y los tratan con displicencia o conmiseración. Por ejemplo, que los británicos gibraltareños no hacen más que agredir a la Guardia Civil del mar, es porque se sienten superiores a los andaluces del Campo de Gibraltar, pero no pasa nada, ¡pelillos a la mar mediterránea!. Pasa que Gibraltar es el principal puerto de entrada de droga de toda Europa, vive de el tráfico de estupefacientes, y la participación económica que representa este negocio para la madre británica no es ninguna pochez; por eso atacan cuando la policía española persigue a una lancha cargada de narcóticos ¡Que casualidad! ¿Porqué será que los inventores de los corsarios no quieren ni oír hablar de devolver el peñón? Y si en este comercio no está implicado el orejas y el resto de la familia, milagro será.
Del manifiesto dado en Cádiz el 19 de Septiembre de 1868 suscrito por los generales Duque de la Torre, Prim, Dulce, Serrano, Bedoya, Nouvillas, Primo de Rivera, Caballero de Rodas y Topete, extraemos esta frase, que hoy día ningún político, militar de rango, purpurado y muchos tonsurados, leguleyos puñeteros, miembros notables de las fuerzas del orden, burgués de fuste y la mayoría de los vascos y catalanes se atreverían a pronunciar:
"Queremos que las causas que influyan en las supremas resoluciones, las podamos decir en alta voz delante de nuestras madres, de nuestras esposas y de nuestras hijas".

Buenas noches.

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