miércoles, 19 de abril de 2017

Amigos, hoy voy, con algún adorno por mi parte, a esquematizar una reflexión hecha por el periodista José Javier Esparza acerca de una de las muchos latrocinios que condecoran a la Gran Bretaña a lo largo de su vil historia:

"Estamos en 1704. España sufre la Guerra de Sucesión. Carlos II, el último rey de los Austrias, ha muerto sin descendencia. Los grandes poderes mundiales mueven ficha para que la Corona española quede bajo su área de influencia, porque España... sigue siendo una potencia descomunal. Por un lado está Francia, que tiene e su favor el testamento real, porque Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, ha sido designado heredero, in extremis, por el agonizante Carlos II, de quien era sobrino... Por otro lado está la coalición del imperio austriaco y de Inglaterra, el primero porque el archiduque Carlos, igualmente sobrino de Carlos II, había sido designado heredero de la corona española en un testamento anterior, y los ingleses porque, evidentemente, temían la constitución de un bloque franco-español... El hecho es que en 1702 comienza la guerra, la mayor parte del tiempo en territorio español.
En ese contexto de la Guerra de Sucesión, el 3 de Agosto de 1704 se presenta ante Gibraltar una flota anglo-holandesa (los holandeses siempre que han podido hacer daño a España no han perdido la ocasión. Su odio nos llega desde la declaración de heredero de los Países Bajos de Carlos V a su hijo Felipe II, en vez de entregárselo a Guillermo de Orange) al mando del almirante (el corsario, digo yo) Rooke, que no viene en nombre de Inglaterra (que no tiene declarada la guerra con España, ni mucho menos) sino en defensa de los derechos, y en nombre del archiduque Carlos , heredero del imperio austro-húngaro. Es decir que no es que Inglaterra está invadiendo España, sino que aquella formidable fuerza naval, actúa en nombre de uno de los aspirantes al trono... Tras cinco horas de cañoneo, la plaza se rinde.
En almirante (el pirata, insisto) Rooke, por su cuenta, toma el peñón, pero no para el archiduque Carlos de Austria, sino para la reina Ana de Inglaterra, dedicándose acto seguido al pillaje, asesinato, violación y saqueo...
Como es sabido el estatuto de Gibraltar se formalizó en 1713 por el Tratado de Utrecht que ponía fin a aquella gran guerra europea de intereses, en cuyo interior se había librado la Guerra de Sucesión española. Aquel tratado, en lo concerniente al peñón decía asó:
"El rey católico cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar... Pero para evitar cualesquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías, quiere el rey católico que la propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción ninguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra... Si en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciera conveniente dar, vender, enajenar de cualquier modo la propiedad de la propiedad de la dicha ciudad de Gibraltar, se dará a la corona de España la primera acción antes que a otros (esto, naturalmente, incluye a Fabián Picardo y su camarilla) para redimirla..."
... España no aceptaba (ni acepta) la legitimidad de la captura inglesa de Gibraltar (en un acto de piratería de una nación hacia otra con la que no tenía declarada guerra alguna)... Tan evidente es esto que hubo ingleses que se manifestaron como sigue:
John Bright, político liberal británico, en 1862: "El peñón de Gibraltar fue tomado y retenido por Inglaterra cuando no estábamos en guerra con España y su apropiación fue contraria a todas las leyes de la moral y del honor"
William C. Atkinson, hispanista escocés, reconocía en 1954: "La toma de Gibraltar en 1704, fue un acto de piratería"...
La ONU definió en 1964 el estatuto de Gibraltar como colonia..."
Aquí concluyo la referencia al señor Esparza al que agradezco su contribución a que se conozca la verdad y el préstamo de estas letras.
Por cierto, también era condición del acuerdo que las aguas territoriales correspondientes a Gibraltar, alcanzarían no más que el alcance del disparo de una bala de cañón, de un cañón de entonces, acuerdo que también se han pasado los ingleses por la entrepierna. No voy a preguntar por la opinión de la anciana reina de Inglaterra sobre esta cuestión de honor, primero porque la porcelano no suele emitir palabras y además porque la visita de su familia a la roca ya dice bastante del concepto de honor de los Windsor, el mismo de los Tudor o Estuardo. Sólo debemos observar, entre los títulos que adornan la silente figura de Isabel II, de cuantos lugares del planeta figura como monarca la nonagenaria graciosa (?) majestad.
Debemos insistir en que la historia de Inglaterra, Reino Unido o Gran Bretaña, como quieran, ha sido, y sigue siendo, la de unos ladrones imperialistas, fanfarrones, jactanciosos y tan anacrónicos como lo es el mundo, la sociedad los sarracenos islámicos. Con decir que hace unos días tan solo amenazaban a España con una guerra enviando su gran armada para acojonarnos. Y este miserable espíritu montó a bordo del May Flower y extendió su manto de matonismo de alcohólico depredador al otro lado del Atlántico, como la genética esparce los caracteres propios entre los descendientes de una especie viva. Y si no analicen, por poner un ejemplo, la manera cómo los yanquis nos robaron Cuba y Filipinas a golpe de cañón, y mintiendo sobre la voladura del Maine, lo que les sirvió de pretexto para declarar una guerra que sabían ganada de antemano. En España los llamamos gentuza a gentes como estas. Pero hoy día, si Inglaterra no tuviera al forzudo americano protegiendo sus espaldas, no tenían media bofetada de una Europa unida; claro que esto ya es ciencia ficción.
 

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