domingo, 31 de mayo de 2015

Un pastor protestante de triste escarmiento con los nazis, llamado Martin Niemöller dejó una reflexión, basada en su experiencia, para la posteridad, que años después recondujo en similares términos Bertolt Brecht, y que en síntesis viene a decir:
 
"Primero vinieron a por los comunistas, y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron a por los judíos, y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron a por los sindicalistas, y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron a por los católicos, y yo no dije nada porque yo era protestante... Luego vinieron a por mí, pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".
 
Señor Rajoy, don Mariano, ya vienen a por usted... y a por nosotros. La meditación de Niemöller es una dramática advertencia, un aviso a navegantes que usted nunca ha querido considerar; y ya es demasiado tarde. La inacción ante el delincuente, el chulo, el rufián, el matón y provocador, a la larga se convierte en un acto de lesa patria, una traición de lesa patria. Porque  a usted, soy consciente, no se le votó, como al infausto, lúgubre y sobrado de sí mismo Montoro, para ser educado, caritativo y agradable, pero sí para defender, con uñas y dientes, los intereses de su patria y de todos sus ciudadanos por igual. Pero no ha sido así. Se le acusa de tardo en sus decisiones, de hacer el Don Tancredo político, de desapasionado y de vivir por encima de los demás mortales sin considerarse obligado a dar explicaciones a sus gobernados de sus actos. Pero no es así. O al menos no es fundamentalmente solo así. Hace años le envié una carta personal y en ella ya se lo decía: usted es un traidor. Bien es verdad que Pedro Sánchez, además de un necio, un merluzo de la escuela de Zapatero, también es un traidor, y... y no conozco un político español al que no se le pueda aplicar semejante acusación. Y le voy a hacer un favor aclarándole las razones que más han influido en su descalabro electoral. Y no es en modo alguno el ramillete de corruptos, ladrones, prevaricadores, estafadores, culpables de cohecho, etc. lo que le está conduciendo a la nada, como en la Historia Interminable, porque la corrupción y el robo forma parte de la genética hispana, de sus entrañas y de su ser, lo mismo que la paella, los Sanfermines o la Semana Santa de Valladolid. Ese pecadillo los españoles lo tienen ya superado. Como en la "mili" el valor, a un español la corrupción se le supone. Pero el daño que ha hecho usted, y sus adláteres, incluido, por ejemplo, el mamarracho de Beteta que acusaba a sus propios empleados públicos de pasarse el día leyendo el periódico y tomando cafelitos, y tantos otros, a los ciudadanos honestos, trabajadores, dedicados a sus familias, a sus amigos y, cómo no, a sus interminables problemas personales, pisoteando su orgullo, sus esperanzas, sus derechos, sus convicciones y el respeto que les debe, eso nunca se lo van a perdonar.
Usted se siente el Cid Campeador porque  ha recuperado, ante el público europeo, la economía española, de la ruina diseñada por ZP, aunque con una fragilidad tal que ha bastado que resuciten los cadáveres marxistas-populistas para que la sutil confianza de los inversores se quiebre y la nación vuelva a perder los euros por miles de millones. Pero sus ofensas a las víctimas del terrorismo, sus regalos en sacos de euros a los catalanes para calmar su griterío (a pesar de lo cual siguen permitiéndose ofender a la bandera nacional y a SM el Rey), el abandono a su suerte de provincias y regiones enteras por no ser plañideras, la permisividad hacia aquellos políticos que se pasan las decisiones judiciales por los cojones, los beneficios de todo tipo para los asesinos vascos, permitir los asentamientos sarracenos mientras consiente que se pisoteen los derechos de los católicos y de sus hijos (recuerdo que yo no soy creyente), porque le va bien el aborto cuando piensa que le hace ganar votos (pedazo de idiota), porque permite que prolifere sin pausa y en progresión geométrica el nacionalismo, el independentismo, el fraccionamiento de España, la pérdida de valores sociales, el derrumbe de la familia como institución enfrentando legislativamente a los hijos con los padres y a los esposos en periodo de crisis, porque España se encuentra a la cola del ranking de formación de sus jóvenes, en algunas regiones totalmente neutralizados por los intereses autárquicos, etc., etc.
Todo eso y mucho más, que hay que ver lo que dan de sí 4 años para destruir la moral de un país, jamás se lo van a perdonar. De modo que más vale que deje las elecciones generales en manos de un equipo decente, honrado, luchador y consecuente, hasta la muerte, de sus propias convicciones. Claro que lo primero que habrían de definirse es la confesión del PP, que no es de derechas y mucho menos de centro (esto último no existe por mucho que se empeñen desde hace años), vamos que, como diría Mafalda, el PP no existe, y una vez que hayan redactado los principios a los que atenerse luchen por ellos sin pensar en mantener los votos 4 años después (uno de los muchos inconvenientes de la democracia) ni conducir dando bandazos a derecha e izquierda con la idea de arrimar papeletas de aquí y de allí. No sé quién le aconseja a usted (bueno todos lo sabemos) pero puedo asegurarle que eso no funciona.
¡Coño! le voy a hacer otro favor: dígale al inútil de Arriola que atienda: en el planeta Tierra, el agua que existía hace mil millones de años, es la misma que hoy día, porque el agua, en cualquiera de sus manifestaciones físicas, no ha abandonado el planeta; si hay sequía en unos puntos o inundaciones en otros es porque nuestro preciado líquido está mal distribuido. Pues bien, los ciudadanos españoles, hoy por hoy, están decantados clarísimamente en su voto hacia los principales partidos; no hay votantes irresolutos o indecisos, hay ciudadanos decepcionados, desencantados y desilusionados, los mismos que unas veces se niegan a votar y otras, arrastrados por su ignorancia, se arriman a la primera ascua que asoma por el horizonte, pero las habas están contadas.
En definitiva, señor Rajoy, don Mariano, es usted un traidor y si hoy día las leyes vigentes no permiten someterle a juicio sumarísimo bajo la acusación de lesa patria, no le quepa la menor duda de que la historia se los demandará, como se lo ha demandado a Fernando VII. 

martes, 26 de mayo de 2015

Bueno, después de un intervalo de muchas semanas de ausencia en este blog, provocado por el deterioro, casi total de mi ordenador y el traslado definitivo de mi hábitat a un pueblecito asturiano, parece que nuevamente puedo volver  a exponer mis opiniones para quien tenga a bien leerlas, lo que, casualmente coincide con la resaca de las elecciones autonómicas y municipales en esta calamitosa España.
Algunas de mis observaciones me resulta cansino repetirlas una y otra vez, pero es que continuamente surgen signos que avalan dichas reflexiones. Y una de ellas es la evidencia de la mentira institucionalizada sobre la existencia de una Europa unida por los mismos intereses y caminando hacia una meta común. A este respecto es innegable que la Europa septentrional, perdida allá lejos entre su bunkerizada y acomodada sociedad del bienestar tan carente de generosidad y tan poco dada a compartir ni a cooperar en cualquier proyecto que pueda resultar incómodo para su aislamiento social, considera a los países del Mediterráneo meros esclavos, gente de baja estofa a los que visitar para disfrutar de sus bellezas naturales, principalmente de aquellas de las que ellos carecen, como si veranearan en el norte de África entre la solícita morería, y eso es todo. Vamos que las avalanchas de desgraciados inmigrantes desde el continente negro a las otras orillas del Mare Nostrum, para estos estúpidos constituye un mero problema entre miserables del sur. Los sistemas político-sociales de los pálidos norte-europeos, en nada se parecen a los nuestros, por no hablar de nuestro carácter apasionado y ruidoso que tanto les molesta a los devoradores de mantequilla. Pero mira por donde hay un mal, una lacra que infecta a todos ellos. Es más infecta a todo el mundo occidental, y es la adoración a la diosa DEMOCRACIA, que dicen inventaron los griegos (pobres griegos) pero que tanto retocáronla que en nada se parece, ni en la forma ni en el fondo, a la política de Pericles.
Conocido por mis lectores debe ser ya que yo siempre me he definido como "no demócrata", en tanto no cambien mucho las cosas, pero hay consideraciones que quiero apuntar para ver si algún ciudadano de este despistado país se entera de la movida.
En primer lugar el hecho de acudir a votar puede ser un derecho, pero en modo alguno un deber, de modo que el exhaustivo control que en las mesas electorales llevan de aquellos que lo han hecho me conduce a pensar que, al igual que en los plebiscitos franquistas, quien no lo haga queda señalado de entre la multitud censal.
Por otro lado mucha tinta se han llevado las criticas hacia la peligrosa partidocracia, pero resulta que en unas elecciones para nombrar alcaldes y presidentes de comunidades autónomas, la campaña corría por cuenta de los diferentes líderes nacionales. El ciudadano no ha votado a su anterior alcalde, si gestionó bien los problemas del pueblo, o a otro de su gusto, en caso de estar disconforme con su manera de proceder, sino que al parecer votaba a tal o cual partido, de modo que todos esos próceres nacionales están ahora debatiendo si Podemos ha ganado, si el PP ha perdido, si el PSOE debe negociar, etc. En fin que la nefasta religión de la democracia se ha dividido en sectas en las que los juramentados adoran a los distintos partidos políticos, en la figura de su líder correspondiente, al que deben pleitesía según el rito que figure en el manual de culto. Y los necios que acuden a las "misas negras" de los mítines y posteriores elecciones acreditan semejante milonga.
 Naturalmente todo ello es otra alarmante muestra del fracaso de las autonomías, el avance de los nacionalismos y el alejamiento de una muy deseable reforma electoral, de la que nuestros políticos de "profesión" no quieren ni oír hablar, que debería empezar por introducir las listas abiertas, es decir el voto a la persona y no al partido, para continuar por eliminar la subvención estatal a los partidos políticos y un largo etcétera que no voy a desglosar ahora.